Afrontar las incertidumbres mundiales, regionales e incluso locales podría ser más fácil. Más llevadero, al menos, adoptando un uso racional y ético de los distintos sistemas de inteligencia artificial que ya coexisten a día de hoy en las administraciones, el sector privado, las grandes multinacionales e industrias innovadoras,… Incluso también las que hay a pie de calle. Porque sí, todos esos mensajes, fotos y vídeos que se comparten a través de redes sociales contienen información suficiente para saber, por ejemplo, el estado de ánimo que predomina en una localidad e incluso en una calle y, en consecuencia, que determinado organismo –o empresa– pueda adoptar un tipo de decisión u otro para corregir y compensar esa situación.

Se echan en falta, eso sí, la voluntad, la competencia y la transparencia necesarias para emprender ese anhelo de que máquina y ser humano se complementen. Esa batalla se libra en las más altas mesas, aunque también a una escala más modesta es posible allanar el camino para inclinar la balanza de la Inteligencia Artificial hacia el bando de la solidaridad, la participación, la igualdad, la identidad… Así lo entiende Gianluca Misuraca, intelectual que ha trabajado para Naciones Unidas o la Comisión Europea –entre otros–. Este viernes ha ofrecido en Bilbao algunas pinceladas generales acerca de sus estudios e interpretaciones sobre los futuros posibles. Porque no hay un único escenario futuro. Todo cambia. La tecnología avanza a un ritmo acelerado y su repercusión sobre la cultura, la política, la economía y los movimientos sociales puede provocar una u otra respuesta y, en consecuencia, uno u otro futuro.

Lo ha hecho en el marco de una jornada técnica promovida por Bilbao Metropoli-30 incluida en su estrategia para tratar de identificar las principales líneas sobre las que actuar a corto y medio plazo a fin de mantenerse en el grupo de cabeza de las regiones innovadoras. Sin perder de vista que siempre hay una cara oculta –personas u organizaciones poco amigas de la democracia o simpatizantes del fraude– Misuraca tiene la opinión de que las oportunidades que ofrece la Inteligencia Artificial en el desarrollo competitivo de las ciudades –incluso de núcleos más pequeños y hasta de los barrios– resultan evidentes. Empleo, servicios sociales, salud, ocio… Todo podría funcionar de un modo más eficiente e igualitario.

‘Diplomacia tecnológica’

“Los algoritmos son cada vez más sofisticados y hay una explosión de datos. No todos son buenos, algunos solo hacen ruido, pero hay disponibilidad”, ha resumido este experto en declaraciones a DEIA. Para todo ello, es básica la coordinación entre administraciones y organismos. Y para una escala pública superior, Misuraca ha acuñado el término diplomacia tecnológica. A su juicio, en ambas se debe impulsar la Inteligencia Artificial respetando los derechos del conjunto de la ciudadanía. Porque de nada valen la agilidad, la transparencia y la eficacia a la hora de hacer gestiones con el ayuntamiento, por ejemplo, si hay personas que se quedan fuera de esa transformación digital. “La Inteligencia Artificial tiene potencial para mejorar la calidad de vida y los servicios públicos, especialmente para los menos desfavorecidos”, ha enfatizado el italiano.

Otras de las cuestiones que Misuraca no ha pasado por alto en su análisis global tuvieron que ver con la sostenibilidad y el cambio climático y su impacto en las ciudades. También la Inteligencia Artificial tiene mucho que aportar en asignaturas pendientes para las administraciones públicas como la movilidad, la energía, la gestión de los residuos... La magnitud de datos existentes sobre esos campos de actuación es sorprendente. Depurarlos y ordenarlos podría contribuir a la lucha contra la emergencia climática, aunque también para ello sea necesario un gasto de recursos energéticos.

El apunte

2050

Es la fecha más requerida por las instituciones cuando apuntan a un futuro más automatizado. La crisis climática tiene que ver también con esta elección porque las altas esferas están tratando de acompasar la transición ecológica y la tecnológica, de forma que las soluciones que se planteen sean más sostenibles y rápidas.