Bilbao - La pasión por su oficio mueve al arquitecto bilbaino Eduardo Arroyo, de clara proyección (no en vano ha recibido 44 premios internacionales...), ama su trabajo, pese a que la ciudad que le vio nacer no tiene un solo edificio firmado por su mano. No desiste con aquello del “algún día...” De momento, habrá que conformarse, tratándose de casa, con la Plaza del Desierto o el Estadio Lasesarre en Barakaldo -finalista del Mies van der Rohe 2004-, una guardería en Sondika o un bloque de viviendas en Durango. Creó su estudio itinerante, NO.MAD, en Ámsterdam en 1989, y se instaló en Madrid en 1996 tras moverlo por París y Bilbao. Ahí sigue.
¿Es cierto que usted no...?
-En treinta años no he hecho un sólo edificio para Bilbao, sí.
¿No será porque no se ha construido en Bilbao en los últimos años?
-Ja, ja, ja. Sí, claro que se ha construido. Y en ocasiones muy bien. Ha sido estupendo. Se ha recuperado el espacio de la ría. La apuesta por un nuevo Bilbao salió bien aunque ahora parece que se ha parado.
¿Con qué consecuencias?
-El Bilbao de hoy está pensado, está soñado entre los años 80 y 90. Y hoy ya no se sueña Bilbao como se soñó entonces. ¿Porque no es tan necesario...? Eso ya no lo sé.
¿Cierta arquitectura pone a una ciudad en el mapa?
-Se puede hacer una arquitectura así, pero hay una mística exagerada en todo eso.
No me lo quito de la cabeza viendo su carrera. ¿Cómo es posible que no le llamasen desde Bilbao?
-La pregunta que yo me hago tiene que ver con la gente que nos vamos. Parece que hemos incumplido la promesa de estar. Una vez que te desarrollas en el mundo se diría que has roto un vínculo secreto con la comunidad, con los políticos, con los promotores de negocios...
¿Y eso influye en los sueños de los que hablaba...?
-Lo que digo es que las estructuras urbanas responden a su tiempo y las sociedades que son las que debieran soñar su futuro. Solo eso. Y de ahí sale la realidad última.
¿Algún ejemplo?
-Mire Copenhague. Han recuperados los muelles, igual que hizo Londres, pero mientras los daneses los han habilitado para el desarrollo de su juventud, en Londres imperó la especulación. Es lo que yo llamo el urbanismo de la tabla Excell, más pobre que el que piensa en sus ciudadanos.
¿Da la impresión, con lo que dice, que no se escucha la voz de los arquitectos?
-La arquitectura es una profesión de luchadores que exige gente dura, con psicología y capaz de enfrentarse a los problemas que siempre surgen. Tienes que tener alma de samurái.
¿Les ha facilitado el trabajo la nueva tecnología o lo ha simplificado todo?
-Me gusta la pregunta. A mis alumnos les pido que, en la medida de lo posible, recurran antes a la técnica que a la tecnología. Si no lo hacen, se verán condenados al formalismo.
¿Qué hubiese firmado en Bilbao?
-Con mucho gusto, el rascacielos del BBVA en Abando. Y para hacerlo en mi estudio, me hubiese gustado el nuevo San Mamés.
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