Bilbao - No es tanto la cantidad como la calidad. Un sueño profundo, alejado de factores que impiden un descanso continuo como el ruido elevado o el exceso de iluminación, es indispensable para mantenerse saludable y alejado de diversas enfermedades. Así lo defendió Joaquín Santos-Terán, quien ayer participó en la jornada Salud y contaminación, una epidemia silenciosa, organizada por la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao.

¿El descanso es un derecho?

-Suelo hablar del derecho a un sueño saludable, que es un concepto un poco mayor. No es lo mismo descansar que dormir. Dormir es un proceso que incluye funciones de reposo, pero también toda una serie de funciones biológicas. Es un derecho ligado a la salud, porque los procesos que se producen mientras dormimos son imprescindibles e inevitables.

¿Qué se puede hacer cuando se vulnera este derecho?

-Primero ser consciente de que esos derechos hay que protegerlos. Transmitimos la necesidad de mantener un modelo de sueño sostenible, lo que hace referencia a aspectos ligados a protegerse del ruido, pero también a preservar los derechos laborales. Se han de implementar medidas para proteger un derecho de salud clave.

¿Cómo influye dormir con interrupciones o el despertarse constantemente por el ruido?

-Cuando uno duerme en una situación de ruido elevado, por encima de los 35 o 40 decibelios, se empiezan a producir alteraciones en las estructuras de sueño. Se producen despertares no conscientes, la actividad cerebral está en vigilia; desaparecen fases de sueño en las que se generan, por ejemplo, procesos de crecimiento; o aumentan los movimientos corporales. Como consecuencia de la fragmentación de sueño la frecuencia cardíaca y la tensión arterial aumentan, lo que condiciona la hipertensión.

¿Qué prejuicios para la salud se asocian con no dormir bien?

-Hay estudios que indican que la fragmentación del sueño inducida por un entorno ambiental hostil, ya sea por el ruido el tráfico y ahora también por el ocio nocturno, tienen una relación elevada con las enfermedades cardiovasculares. También deriva en el deterioro cognitivo, problemas de salud mental como depresión... Violentar el tiempo de sueño no es gratuito, tiene consecuencias importantes para la salud.

¿Se le presta la atención necesaria a los efectos nocivos que puede tener la contaminación acústica?

-Es evidente que no. Tenemos la mala suerte de que los conceptos de salud están ligados a otros parámetros. Hay dos aspectos que son huérfanos, a los que se presta poca atención: el sueño y el respeto al entorno del ciudadano, en términos de ruido. Ni en los hospitales hay una política para establecer los niveles de sueño.

¿Han percibido un aumento de consultas de personas preocupadas por cómo la calidad del sueño?

-Tenemos consultas asociadas a alteraciones del sueño por los ritmos laborales. Los trabajos a destajo o a turnos pueden influir mucho en los ritmos y, por lo tanto, en la salud.

¿Hay relación entre las horas de sueño y la productividad?

-Hay estudios publicados recientemente en Europa que estiman que aproximadamente los costes económicos derivados por la falta de sueño representan en torno al 2,3% del PIB en Estados Unidos, al 2% en el Reino Unido y al 1,6% en España. En dinero, para España, sería aproximadamente unos 60 billones de dólares.

¿Se perciben más problemas para conciliar el sueño en los entornos más poblados?

-Sí, hay datos que avalan que los entornos urbanos tienen una mayor tendencia a las interferencias de elementos que pueden afectar al sueño como la estimulación lumínica, el ruido, la temperatura... O aspectos ligados al ritmo de vida.

¿El sueño es diferente los días laborales y los fines de semana?

-Tiene más que ver con los horarios del sueño. Lo que realmente marca el ritmo de sueño es la hora en la que uno se acuesta, porque los compromisos laborales marcan la hora en la que hay que levantarse.

¿Cuántas horas diarias se recomienda dedicarle al sueño?

-La cuestión no son las horas, sino la calidad. Es cierto que empeora por debajo de un mínimo que no es estándar para todos, varía con la edad o el entorno medioambiental. En general menos de siete horas nos sitúan en riesgo y por debajo de seis horas empiezan a aparecer alteraciones.