AUNQUE el pistoletazo de salida del centenario se dio el pasado mes de noviembre, ya que ese mismo mes, pero de 1917, se inauguraron oficialmente las primeras viviendas del barrio, Iralabarri continúa inmerso en las celebraciones. Para lo que resta de año, hay diseñado un amplio programa de actividades culturales y deportivas que incluyen exposiciones, charlas, un certamen de pintura, un concurso de decoración de balcones, un rally fotográfico, una carrera pedestre y otra ciclista. Para conocer de primera mano todos estos planes y el barrio, DEIA recorrió sus calles con Mikel, Nuria e Itziar, tres miembros de la comisión gestora del centenario que ha hecho posible que Iralabarri tome más fuerza que nunca para acometer los próximos cien años.

El paseo comienza junto al edificio que albergó la inmobiliaria que creó Juan José Irala, en la intersección de la calle Reyes Católicos con la Plaza Kirikiño. “Este el núcleo del casco viejo”, dice Mikel Uriguen, uno de los miembros más activos de la comisión del centenario, “donde lo más significativo son las viviendas altas, las que se construyeron para alojar, en buena parte, al personal de Harino Panadera, y por el otro extremo, la zona residencial, donde había una serie de chalets y villas, y las casas de colores, que son las que hoy en día siguen en pie y tienen una presencia que llama la atención”. En este punto, Mikel aprovecha la oportunidad para aclarar que “aunque existe la idea de que el barrio se creó para los obreros de la panificadora, esto fue una promoción inmobiliaria en la que Irala y sus socios vieron una oportunidad de negocio”. Efectivamente, albergó a trabajadores “pero también a todo tipo de gente como artistas, pequeños profesionales y empresarios”, señala. Sin embargo, de todo aquel patrimonio arquitectónico que construyó Irala apenas quedan una treintena de casas coloradas que han sobrevivido a la especulación urbanística y a las termitas.

Antes de proseguir el paseo, es hora de hacer un rápido recorrido histórico. “El barrio”, dice Mikel, “tuvo su época floreciente inicial cuando surge como proyecto urbanístico innovador para lo que era Bilbao en aquellos tiempos; después, tras la guerra, se produjo un parón y deterioro del entorno hasta que se produjo la expansión fruto de la industrialización y la inmigración”. Reconoce que aquello le dio “cierta vida al barrio”, pero recuerda que “tenía muchos problemas de infraestructuras; estaba construido pero no asfaltado”. Tuvieron que pasar muchos años hasta que Iralabarri, al igual que muchos barrios altos de Bilbao, llegase a tener los mismos equipamientos que el centro de la capital vizcaina. “Ha avanzado mucho”, dice Mikel, “pero todavía hay muchas cosas por mejorar”. Ahí es cuando interviene Itziar Palacios, la mujer que ha diseñado el cartel del 100 aniversario. “Seguimos igual”, dice, “pidiendo un montón de cosas como el ambulatorio, el metro famoso y un centro cívico”. En este capítulo de reivindicaciones también interviene Nuria Regueiro para decir que “necesitamos un centro socio-cultural donde se pueda reunir la gente ya que organizamos exposiciones y actividades pero no tenemos un local con capacidad suficiente”. También exigen la rehabilitación de la Plaza Kirikiño, “que está hecha una cochinada”. “Queremos que sea una plaza cubierta donde los críos puedan jugar cuando llueve”, señala Nuria. Seguro que lo consiguen porque si algo distingue a Iralabarri es que “es un barrio peleón, combativo, reivindicativo, consciente de su propia identidad y con ganas de perseverarla”, apunta Mikel. “Sí, sí, Irala ha sido un barrio, barrio”, dice María Jesús Lanciano, otra vecina miembro de la comisión. “Y donde siempre ha habido vida de barrio”, apostilla Mikel. “Es verdad”, interviene Nuria, “aquí se conoce todo el mundo; es como un pueblo”. Y eso que actualmente viven en el barrio unas 12.000 personas. Tampoco quiere dejar pasar Mikel que en Iralabarri “surgió desde los primeros tiempos el movimiento vecinal que peleó abiertamente contra el régimen imperante”.

Futuro halagüeño

El futuro, desde el punto de vista urbanístico, se vislumbra muy halagüeño. En palabras de Mikel Uriguen, “el barrio está sujeto a un proceso de transformación muy grande y, posiblemente, radical, debido al soterramiento de las vías del tren en la parte baja de Iralabarri y de la remodelación de la estación con la llegada del AVE”. Los vecinos creen que esas obras van a suponer “un espacio de oportunidad y una conexión natural con Bilbao que antes no teníamos”. Según sentencia Mikel, “Iralabarri ha estado encajonado entre vías y autopistas, y de repente va a tener una capilaridad que nunca ha existido”.

El recorrido por el barrio continúa cuesta arriba, como no podía ser de otra manera, con una obligada parada frente a las Escuelas de Camacho. “Este colegio fue un hito; fue el primer equipamiento importante”, señala Mikel. A pocos metros del centro escolar comienza Torre-Urizar, un conjunto de 265 viviendas proyectadas por el arquitecto municipal Ricardo Bastida en 1919 e inauguradas en 1921. “Estas casas”, dice Mikel, “fueron construidas para los trabajadores municipales de cierto nivel; vinieron a vivir los jefes, la gente que podía pagarse la vivienda”. Posteriormente se convirtieron en “viviendas populares de alquiler hasta que en los años setenta hubo una reversión”. Pero lo más reseñable de Torre-Urizar es el carácter de sus vecinos. “Los de Torre-Urizar tienen identidad de barrio propio”, aclara Mikel. Tanto es así que en su día decidieron desligarse de la asociación de vecinos de Iralabarri para crear una propia.

Tras pasar por Arane, otro grupo residencial ahora muy poblado y donde antaño hubo un caserío que dio nombre a la zona, llegamos a Eskurtze. “Esta zona comenzó a desarrollarse a mediados de los años cincuenta con la llegada de los talleres industriales”, apunta Mikel. Se fue construyendo “a salto de mata”. “El problema es que está encajonado”, dice Nuria. Sin embargo, posee un parque que es “el pulmón del barrio”. Aunque está bien conservado, los vecinos creen que ha llegado el momento de modernizarlo, por eso han pedido que se rehabilite. Así es como los vecinos de Iralabarri se reinventan día a día.