Jon Núñez mira hoy con otros ojos el pequeño aparato que reposa en el armario del botiquín. Socorrista en las piscinas del polideportivo de Artxanda, él y su compañero Aitor Uriarte salvaron la vida, el pasado mes de marzo, a un hombre que sufrió varios infartos mientras nadaba. "En momentos así te das cuenta de que de verdad sirve para salvar vidas", reconoce. Gracias a su rápida intervención, y a la utilización de la máquina, el hombre pudo llegar con vida al hospital y hoy en día se recupera sin secuelas. Su hijo ya ha subido a agradecerles su ayuda y confía en que, muy pronto, también su aita pueda saludarles personalmente.

La de aquel miércoles, 26 de marzo, era una tarde tranquila. Jon daba clases de natación a un grupo de adultos mientras Aitor se hacía cargo de la supervisión de la piscina. Estaban a punto de dar las ocho de la tarde. "Cuando hay cursillos de natación siempre estamos dos personas: una para las clases y otro para labores de socorrista. Nos vamos turnando para que la tarde se haga más amena", recuerda Jon. El hombre que nadaba por la última calle de la piscina empezó a llamar su atención. "Había hecho un par de largos pero, en el último, nadaba yéndose un poco hacia los lados". No era uno de los habituales de la piscina; al parecer, solía acudir a nadar al polideportivo de Deusto, pero ese día decidió subir hasta Artxanda. Logró llegar hasta la esquina, donde se agarró al bordillo; justo después, se desmayó. Otro nadador que estaba cerca le agarró y avisó a los socorristas. Tanto Aitor como Jon no perdieron ni un segundo; le sacaron del agua y le tendieron sobre una de las colchonetas que utilizan para que jueguen con los más pequeños. Todavía respiraba y tenía pulso, por lo que le colocaron de lado, la denominada posición lateral de seguridad, que se utiliza para evitar que la lengua de la persona inconsciente caiga hacia atrás, cerrándole las vías respiratorias. Mientras el resto de encargados sacaban a los usuarios de la piscina y avisaban a los servicios sanitarios, el hombre entró en parada.

"Tranquilos" Tanto Jon como Aitor vieron claro desde el principio lo que tenían que hacer, pese a ser la primera vez que se enfrentaban a una situación así. "No nos había pasado nunca, pero en los cursos de reciclaje lo habíamos hecho miles de veces con un muñeco. Me sentí bastante tranquilo; ha pasado, pensé, pero sabemos cómo enfrentarnos a ello", recuerda Aitor. Siguiendo los protocolos, le pusieron boca arriba y, mientras Aitor comenzaba a hacer el masaje cardiaco, Jon preparaba el desfibrilador.

Una primera descarga fue suficiente para que el hombre recuperara el pulso, aunque lo volvió a perder; así les sucedió tres veces hasta que llegó la ambulancia, con la que mantuvieron contacto vía teléfono a través de otra compañera del polideportivo. "Ahí me di cuenta de la importancia del desfibrilador, porque era con cada descarga cuando recuperaba al pulso", reconoce Jon. Tras la llegada de los servicios sanitarios, lograron estabilizar al hombre y trasladarle al hospital. Ahora saben que sufrió varios infartos pero también que se recupera de forma favorable y, lo más importante, que no sufre secuelas. "Garantizar que el oxígeno llegue al cerebro durante esos primeros minutos es vital; cuanto más se tarde en reanimar a una persona, más daños va a tener", apunta Aitor. Saben que han salvado la vida a este hombre y que, gracias a su intervención, podrá seguir una vida normal. "Entre comillas, fue una suerte que le ocurriera aquí, con socorristas y un desfibrilador cerca. Hasta en el hospital se quedaron sorprendidos de lo bien que llegó".