"El paraíso está bien para una semana"
Bilbao. Gasta una media sonrisa que le delata: no es un vinagres. Más al contrario, Miguel Atutxa saca pecho y anda alegre por la vida, por muchas vicisitudes que haya tenido que sortear. Más feliz, si cabe, cuando gana el Athletic, que late al ritmo del corazón. Así lo demostrará a lo largo de toda la charla. No concibe la vida como un valle de lágrimas sino como un árbol que ha de abastecerle de jugosos frutos.
Un desafío: dígame una virtud del hotel Ercilla, su archienemigo, que el hotel Carlton no tenga.
De archienemigo nada, le doy mucho mérito. Por ejemplo, fue el primero que dinamizó el Bilbao del Ensanche y he de reconocer que yo me apunté más tarde. Y creo que no se le ha reconocido la gran labor que ha hecho, ni desde el punto de vista político ni desde el social.
¿En dónde les saca un cuerpo de cabeza?
En la historia que atesora y en su ubicación en un edificio emblemático e irrepetible. Es un hotel de 1926, lo que conlleva toda una carga histórica y sentimental.
¡Ay, si aquellas paredes hablasen!
¡Yo salgo corriendo!, ja, ja, ja. Más allá de la Guerra Civil, donde jugó un papel bien conocido, por el hotel han pasado miles, desde Alfonso XIII hasta el que quieras. Y aunque tiene una imagen exclusivista, no lo es en absoluto.
¿Existen hoteles así, elitistas, en el siglo XXI en Bilbao?
Yo no me meto; soy un defensor acérrimo de los hoteles de aquí.
El suyo será una caja de sorpresas, cargado de anécdotas...
Muchas, pero he de guardar secreto de confesor.
Anímese: Yo confieso que...
Cuando se inauguró el hotel, el salón que hoy llamamos Imperial era exclusivo para hombres. Y el sexto piso era el del servicio. Por eso las habitaciones de esa planta son un poco más pequeñas.
Vayamos al grano: el hotel Carlton fue sede del Gobierno vasco... ¡Cuénteme!
Es verdad que la Guerra Civil ha marcado el edificio, pero hoy solo quedan dos sillones de la época de José Antonio Aguirre. No sé quién se lo llevó y quién no, pero es así.
¿Nada más?
Sabíamos que el búnker estaba ahí, pero no dónde. Hasta que en 1994, en unas obras del garaje, una fenwick derribó una pared falsa y apareció el búnker.
¿Qué recuerda de aquella visión?
Había recortes de periódicos del 36 y todo estaba forrado de hormigón. Hoy es un bar donde la gente se siente a gusto, pero ese espacio estuvo sellado desde 1937 a 1994. Recuerde que Bilbao cayó aquel año, en el 37.
¿Piden visitar el sitio exacto?
Sí, claro. Pero lo mas llamativo ligado a esa historia del Gobierno vasco, recuerdo que Bildu se sacó una foto en el balcón que recordaba a aquella otra, histórica, del Gobierno vasco... ¡La que se armó!
¿Otro rincón con historia que recuerde?
El salón Luis García Campos tiene la única cristalera salvada de los desastres de la Guerra Civil, en la que se puede apreciar los escudos del Gobierno vasco.
¿Hotel, dulce hotel?
Como en casa, en ninguna parte. El hotel sirve para estar cómodo lejos de casa.
Hay gente que elige vivir en uno...
En el Carlton solo he conocido uno. Una persona muy emblemática de Bilbao. Y ya murió.
¡Nombre y apellidos!
Una persona emblemática.
Oído, cocina. ¿Y las bodas? Una leyenda urbana dice que estaban prohibidas en el Carlton.
¿Dónde ha oído eso? Es verdad que en el Ritz de Madrid no cogían equipos de fútbol porque pensaban que les desprestigiaban y que las bodas molestan a los clientes, pero eso fue agua pasada.
¿Qué pensó cuando vio aterrizar al Sheraton en Bilbao?
A arremangarse toca. Yo iba a pelear como el que más, porque Bilbao era mi casa. El Sheraton se marchó y yo sigo aquí.
¿Tal vez porque está sobredimensionado el número de hoteles?
Depende del momento. Si hay eventos en la ciudad, no. Si no llegan, claro que sí. Yo soy un defensor de la política que hizo Marcos Muro, en ese sentido. Aquel espectáculo de los coches de Fórmula Tres...
Había vecinos que...
Molestar, molesta todo. Yo les digo a los clientes del hotel Abando que en Aste Nagusia van a escuchar música a altas horas. Son daños colaterales de otros beneficios.
Menudo panorama... ¿hay luz al final del túnel?
Sí, aunque la gestión en Euskadi está muy politizada.
No le sigo.
Está todo muy seccionado. Hemos pasado una época social y política muy jodida pero cuando se tranquilice más la cosa soy optimista.
La huella de ETA.
Los hoteles vivimos de gente de fuera y qué duda cabe que la imagen estaba estigmatizada. En algunos sitios nos ven como a Siria, Israel, o Irlanda. Mire...
¡Veo!
Este año van a venir a Bilbao cuatro parejas que no se atrevían a hacerlo. Hacen falta años para que todo se normalice.
¿Qué valor concede a la amistad?
Mucho. Y a la palabra también. Si un amigo me falla a la palabra es que no era amigo. Dices esto y hay gente que se descojona, pero es así.
¿Por encima del amor?
Hay momentos en que el amor está por encima de todo, pero la amistad no cesa. Los amigos no se dejan.
¿Qué es el lujo, señor Don Carlton?
Es conseguir cosas agradables inalcanzables para muchos. Pero un lujo también es tener una calle, amigos, tomar una copa, jugar un mus... Tener tiempo para hacer eso y con quién. Yo soy partidario de ese antes que de grandes coches y yates.
Un hombre tan viajado como usted habrá encontrado el paraíso en la tierra...
Yo estoy tres días fuera y ya echo de menos esto. El paraíso está muy bien para una semana, pero para vivir... ¡Bilbao!
¿Dónde jugaba en la infancia y a qué?
Al fútbol en la calle, a policías y ladrones... Incluso al hinque, en un solar del nº 7 de Sabino Arana.
Hoy los niños no llegan a tanto.
Falta imaginación para divertirse y no sé que futuro les espera. Están media hora juntos sin aparatitos y ya se quejan.
Algo mal habremos hecho...
No lo sé, pero esta es una generación que termina con las relaciones personales. Estoy horrorizado con el mundo que les espera.
¿Pérdida de valores, intuyo?
No valoran nada. También es verdad que venimos de otra educación, donde a un bofetón en la escuela sucedía otro del padre. No digo que tenga que ser así, pero dices que no te gusta el otro extremo y te llaman retrógrado.
¡Siempre nos quedarán las raíces!
Ni eso. Los chavales de hoy hablan de Bilbao como el sitio donde les ha tocado vivir. Pero les daría lo mismo Sebastopol. No hay arraigo.
¿Qué día descubrió que usted no estaba hecho para el Athletic?
Desde el primero que toqué un balón. Era muy torpe. Pero el Athletic es parte esencial de mi vida. He disfrutado el año pasado en Europa a mis 54 años como un niño de 7.
Y con esa filosofía...
La defiendo, sí. Pero hay que aclararla, porque no hay nada escrito. El año pasado parecía el comienzo de algo grande y mire ahora...
¿Qué insinúa?
Yo no juzgo a nadie, pero está claro que hay jugadores que no sienten lo que yo siento al Athletic.
¿No tienen derecho a marcharse?
Claro que sí. Solo faltaba. El mismo que yo a criticarles. ¿O para unos sí y para otros no?
Descontado el Athletic ¿qué sueño le queda por cumplir?
Desde pequeño siempre quise ser Miguel de la Cuadra Salcedo pero no tuve agallas para hacerlo. Me ha maravillado ese mundo aventurero que vivía.