Bilbao

El sueño de Joaquín Sabina se complica en este Bilbao de los inviernos, donde el ocio se retira a los cuarteles de las lonjas, los pisos propios o los parques públicos. Se diría incluso que el Bilbao nocturno duerme entre sábanas, que la vida alegre languidece. ¿Cuál era el sueño de Joaquín Sabina...? Envejecer sin dignidad. "Seré uno de esos viejos ridículos que se tiñen el pelo y van a las discotecas a corretear jovencitas...". No podrá hacerlo en la sala de fiestas Garden, uno de los legendarios locales del Bilbao de ayer que hoy yace entre tinieblas: el Bilbao tan dispar del Citroën, el Yoko Lennon's, Distrito 9, el Variedades -allá en las Cortes-, el Gaueko, el Oboe y un sinfín de garitos que cayeron en desgracia; el Bilbao de La Otxoa, sí. Pero antes, también el de Los Mitos, Los Velas, Los Cuervos, Mocedades o Radio Juventud, entre otros cientos que escribieron la historia de tres décadas, los setenta, ochenta y noventa. Tantos y tantos Bilbaos que se quedan tras las cortinas cerradas de la sala de fiestas Garden.

Al echar la vista atrás, Tomás Sánchez, la mano derecha de Vicente Bilbao, el hombre milagro del histórico local, evoca los comienzos, cuando en 1963 se abre el café restaurante Garden. "Con el tiempo se hizo una ampliación y ahí nació Casa Vasca, en 1970. Garden se convirtió entonces en una sala, estrenada con la boda de Julián Millán, hermano del guitarrista de Los Mitos, Ignacio Millán". Queda tan atrás la historia, que el grupo que estrenó, en aquel mismo año, el escenario, Las Superindonesias, apenas cuenta con una reseña en internet: la venta de un recorte de periódico con la imagen de las cuatro chicas que lo componían por treinta céntimos.

Pasó el tiempo y la segunda reforma, la que le dio el mismo aspecto a la sala con el que se cierra el próximo miércoles, 31 de octubre, se produjo en 1975. Aquel año sí, aquel año estalló la sala con la revolucionaria visita del Tigre de Gales, Tom Jones, y, poco después, de Rita Pavone. Una lámpara de cristales descomunal era el santo y seña ornamental de aquel nuevo decorado que pronto comenzó a coger vuelo en la villa.

Ring, ring, ring... "¿Quieres que Cicciolina actúe en vuestra sala?". Tomás aún abre los ojos cuando recuerda aquella llamada desde Madrid. "Vicente estaba en París y me tocaba decidir: dije que no. Pero nada más colgar pensé en la publicidad que acarreaba su presencia y acepté el contrato a cambio de que diese una rueda de prensa de vísperas. Un día antes de la fecha llamaron para avisar que la rueda de prensa se cancelaba; que no llegaba a tiempo. Me negué y tras varios tira y aflojas aceptó venir. Cuando llegó, su primera pregunta fue ¿qué tal ustedes aquí con la censura? Y nos contó que era capaz de cepillarse a un tío en el escenario. Tuvimos que censurar algunas partes de su espectáculo a última hora porque esa mujer tenía mucha capacidad de introducción... Aun así, fue otro pelotazo. Vino hasta la TV3 catalana...".

Van y vienen los recuerdos. Como el de 1979, cuando se cubren todas las paredes con espejuelos para potenciar el efecto del rayo láser, el primero que se vio en Bizkaia en una discoteca. "El efecto era espectacular y la luz cegadora. Tuvimos que tomar precauciones, porque aquello podía dañar la vista", recuerda Tomás, a quien los recuerdos le asaltan como los fantasmas del ayer del Cuento de Navidad de Charles Dickens. "En una ocasión", rebobina, "Manolo Cassen actuaba en la sala. Lo hacía siempre muy bien, pero se enrollaba en el escenario; no bajaba hasta que no le ovacionasen. En estas, ese día, un grupo de una boda estaba cerca del escenario. ¡Déjanos bailar ya, pesado!, le gritó una voz a Manolo. Y este saltó: ¡Tú eres un hijo de p...! Se montó un patín que no vea".

Son anécdotas de una sala multiusos que pronto cogió fama. Por ella han pasado voces como las de Nino Bravo, Rocío Jurado, José Luis Perales, Mike Kennedy, Juan Pardo, Victor Manuel, Tino Casal -"el más extravagante, el más difícil de tratar"-, Teddy Bautista con Los Canarios, Rafaella Carrá en todo su esplendor "o un grupo norteamericano que organizada el musical Hair en EE.UU. Su representante les había dejado tirados en Donostia y nos pidieron el favor de contratarles, aunque fuese por la pensión y un poco de dinero. El espectáculo era magnífico y se quedó varias semanas. Casi un mes estuvo también el ballet de Natxo Arrieta, que traía a Norma Duval como vedette". Los últimos nombres propios que acuden a su memoria son los de Enrique Iglesias y Ricky Martin. "Los últimos grandes nombres", musita con nostalgia Tomás.

¿Situaciones apuradas? Miles. Desde las celebraciones de bodas -Casa Vasca fue un templo del buen casar (llegaron a servir en la calle, desbordados por la demanda) y el Garden, su pista de desfogues en las celebraciones- hasta las fiestas privadas. Emergen dos del álbum de los nombres propios. "En cierta ocasión, Enrique Guitart estaba con un largo monólogo, Las manos de Eurídice, que lo bordaba. En la barra de enfrente, estaba sentado un cliente con una botella de champán francés. Transcurridos 40 minutos de monólogo, el cliente le espetó al camarero: ¿Quiere usted llamar a la policía? ¡No hay quien le aguante! El camarero bromeo con él, pero la atmósfera subió aún más. ¡El hombre hablaba en serio! Y acabó a gritos con un ¡que se lo lleven, no lo soporto más!".

En otra ocasión, "Maite Toledo, con una pareja que ya no recuerdo, interpretaban una pequeña obra. Al parecer, Maite se equivocó en el guión y, al poco tiempo, Teddy Bautista nos llamó porque ambos se estaban pegando en el vestuario. Cuando estábamos a punto de llamar a la policía... Lo solucionaron acaramelándose!".

La suelta de una vaquilla en mitad de la sala -"¡la que se armó!-, la colocación de cuatro videntes escalonados, tratando de adivinar el futuro; peleas en barro, la instalación de una piscina portátil en la que había que sumergirse para sacar monedas con la boca, las fiestas del cencerro o aquella otra organizada por la productora de Cabaret, el musical de Bob Fosse; los cotillones de fin de año, congresos de viudas, desfiles de novias, exhibiciones de los más afamados disc jockeys, y más tarde, ya en los últimos, las fiestas para los profesionales de la hostelería, las tardenoches latinas o los bailes para personas adultas. Todo ello desaparece con este adiós, que se abrochará con una fiesta de la nostalgia, un último baile en el salón, el día 31, y la llegada de una cadena de supermercados Simply. Otros tiempos.