Bilbao. Hace unas semanas, un usuario de la Alhóndiga envió un email a Marian para contarle que el edificio y todo lo que rodea al proyecto "le sorprende" cada día más. El mejor regalo para una mujer que ha puesto cuerpo y alma en dar vida a lo que hoy disfrutan miles de personas. "Cuando lo leí, me emocioné", apunta Marian Egaña.

¿Cómo se encuentra?

Bien, tranquila.

¿Un poco triste?

No, triste no. No tengo motivos para estarlo. Soy una mujer afortunada por haber sido parte de este proyecto, parte de Alhóndiga Bilbao, y que hoy se agrupa en un edificio maravilloso.

Comienza su nueva vida. Menos estresada, ¿no?

¡Que no te quepa la menor duda!

¿No le da pena jubilarse?

Una cosa es el trabajo reglamentado y, el otro, el sentimental. El racional lo puedo asumir perfectamente; el otro me costará mucho más. Tengo que poner distancia física para desconectar. La criatura tiene que seguir creciendo sin mí, será bueno para los dos. Ahora, les toca una etapa también maravillosa. Pero creo que es importante el que se inicie esta etapa y que otras visiones de ver el proyecto entren porque, sin lugar a duda, será un revulsivo. Creo que realmente lo mejor que puedo hacer es separarme de la Alhóndiga.

¿Cuánto más tiene que crecer La Alhóndiga? En 2011 pasaron cerca de 4 millones de personas.

Mucho más, todavía es joven, un centro cultural y de ocio de estas características necesita entre 3 y 4 años para consolidarse. Nosotros en 20 meses hemos conseguido lo más importante.

¿Qué es?

Llegar a la gente. Convertirnos en el paso y punto de encuentro de gente muy dispar. Un centro con vida.

No ha sido fácil.

Nada es fácil en esta vida, pero sin duda ha merecido la pena. Me quedo con eso.

La Alhóndiga no es solo un edificio bonito.

Es mucho más que un proyecto que comenzó a germinar hace diez años. Nadie imaginó que llegaríamos a este punto. Hay que felicitar al Ayuntamiento porque supo intuir lo importante que era para una ciudad como Bilbao un equipamiento de estas características, además dirigida a la ciudadanía preferentemente. No es un proyecto que nace de un despacho, es un proyecto que nace de las necesidades de sus ciudadanos, por eso lo han hecho suyo.

Dijo en su momento: "Lo que me importa es que la gente entienda lo que es este proyecto".

Eso es cierto, es lo que más me preocupaba. El éxito de la Alhóndiga radica en que en este espacio hay un poco de todo, para todo tipo de personas. Se han integrado todas aquellas ofertas que todo aquel que tiene tiempo libre le gusta disfrutar, ahí radica uno de sus elementos importantes. Otro es su enorme accesibilidad, no solo porque está en el centro de la ciudad, y porque está abierto de siete de la mañana a once de la noche.

¿Su lugar preferido?

Por la mañana, cuando entro a las siete y cuarto, me encanta ver gente sentada en los bancos de luz, algunos solos, otros esperando a amigos. Se citan escolares a la espera, leyendo prensa y desayunando. Es un momento de calma total, pero ya tiene vida. Otro momento, en invierno, cuando se encienden las luces, me encanta la salida de la Alhóndiga hacia la plaza Arriquibar. No son lugares, son momentos especiales que me encanta sentir.

Quién iba a decir que aquel almacén de vino dejaría paso a un edificio como este.

Yo conocí aquel almacén. Mi tía y mis primas vivían cerca de aquí. De niña, con diez o doce años, veía cómo los camiones aparcaban frente al almacén, con tuberías grandes. Recuerdo el fuerte olor a vino y nunca imaginé que mi vida estaría unida a este edificio.

Siempre ha tenido relación con la cultura.

Siempre, parecía que me iba a dedicar a la economía pero terminé estudiando Filosofía y Letras, aunque también quise estudiar Derecho.

¿Cuándo llegó al Ayuntamiento de Bilbao?

En 1996. Después de haber trabajado de bibliotecaria en los campus de la UPV, en Leioa, Donostia y Gasteiz. Ese año comencé a trabajar en la red de bibliotecas municipales y luego, tras cuatro años, pasé a la dirección del Área de Cultura.

¿Los sueños se hacen realidad?

Por supuesto.

¿Es Marian una mujer soñadora?

Mucho, es que si no tienes sueños difícilmente vas a llegar a cumplir los objetivos. Necesito tener sueños, pero también soy pragmática.

¿Es La Alhóndiga su sueño?

Es mi sueño y el de mucha gente. El alcalde Azkuna, en 1999, presentó La Alhóndiga como un centro cultura, un proyecto importante, dentro de sus objetivos a conseguir. Y en 2000 se dio a conocer el plan de viabilidad de Alhóndiga.

Un proyecto gestado sin despacho y sin edificio.

Así es. En 2007 empezamos a hacer actividades. Alhóndiga tenía claro que este proyecto se ponía en marcha para completar la oferta cultura que ya existía en la villa. La oferta cultura de la ciudad iba a ser multidisciplinar, que su sala de exposiciones se iba a dedicar, no a las bellas artes, para eso ya tenemos museos, sino a temas de carácter general: la literatura, importante el cómic, redes sociales... El propio concepto del centro se gestó antes de que este edificio fuera realidad. Ahí nació Viaje a los polos, Gutun zuria, El caracol visita Bilbao...

¿Alguna espina clavada?

Sí, el marcharme sin tener el tercer edificio construido. Pero no está la situación para inversiones de esa envergadura y hay que dedicar el dinero a otras cosas. Nos ha pillado en un mal momento y, entiendo que el Ayuntamiento tenga otros proyectos en los que invertir más prioritarios.

¿Satisfecha?

Sí, mucho. Feliz. Pero si de algo estoy satisfecha es del equipo humano que se ha gestado, profesionales que han entendido el sentido que tiene AlhóndigaBilbao para lograr dar vida a ese lugar en el que todo el mundo encuentra su rincón.

Oferta cultural para Bilbao, pero con proyección internacional.

Es fundamental. Empieza a ser referencia para los que vivimos y utilizan Bilbao y fuera también.

Nadie puede poner en duda que Marian ha puesto cuerpo y alma en este proyecto.

Le engañaría si dijera que no he estado muy implicada, lo he estado a tope. Probablemente desde 2004 en detrimento de mi propia familia.

¿Ha llorado alguna vez?

Hasta el punto de llorar, no, pero sentir en el estómago mariposas por los nervios, sí. Recuerdo el día antes de la inauguración. Salí tarde de trabajar y me senté en un banco y dije en alto: "¡Por Dios, que mañana salga todo bien!".

¿Lo primero que va hacer a partir del 3 de marzo ?

Quitar la agenda, porque me parece que el reloj biológico va a seguir funcionando durante un tiempo más. Después de tanto tiempo, a las seis y cuarto puntual me despierto.

¿A qué va a dedicar su tiempo?

A viajar, a ir a los conciertos de la ABAO, al Arriaga. Ahora, de lunes a viernes, de siete a siete queda poco tiempo para el ocio.