bilbao
AQUÍ se viene a matar o a morir". La frase retumba con acompañamiento de tambores de guerra medievales. Y suena tan solemne que el cronista mira a uno y otro lado en busca de un plan de fuga. El lugar parece inofensivo: el tatami del gimnasio San Jorge de Santur-tzi. De pronto entran en escena caballeros del siglo XXI pertrechados con brigandinas, guanteletes, caretas de protección y espadas de toda condición -la espada larga, "que roza lo que luego fue el mandoble", la espada de una mano con broquel, "un arma de duelo más que de guerra", la espada de punta y corte, "de filo extremo entonces y que hoy utilizamos mellada" o la espada ropera, "con cazoleta y que se usaba con una daga en la mano izquierda" entre otras...- y la amenaza hace que la sangre se agolpe. "Ese el espíritu de la época, pero usted comprenderá que no vamos a degollarle ni a sajarle el brazo..." ¡Gracias a Dios!
Como cualquier buena historia que se precie, todo comienza con una pasión: la espada y sus usos. La Sala de Armas Don Diego López de Haro, campo de enseñanzas de las mil y un destrezas atesoradas durante siglos -más en concreto, lo que se comprenden entre el XIII y el XVII...- es una máquina del tiempo digna de la imaginación de Julio Verne. En ella se reconocen una veintena de caballeros diestros en la esgrima histórica (hay dos juanas de arco, todo sea dicho...) que reciben instrucción de armas de la mano de Eugenio García y Daniel Alba, los dos maestros que luchan a brazo partido por desempolvar la esgrima histórica del baúl de los tiempos pasados.
La Sala de Armas cuida con esmero cada detalle. Los dos maestros aprendieron del Códice Liechtenauer. La vida de Johannes Liechtenauer es todo un misterio. Apenas se sabe que fue un caballero alemán nacido en 1300. Otro códice llamado MS 3227a y posteriores escritos de los estudiantes de su tradición le definen como "un gran maestro" que había viajado a "muchas tierras" para aprender su arte. Las enseñanzas de Liechtenauer se conservan en forma de pareados, se cree que intencionadamente crípticos para evitar el aprendizaje de sus técnicas a los no iniciados, o tal vez para ofrecer un sistema nemotécnico que permitiese recordarlos. "Aquí no entran caballos, aunque todos lo hemos soñado alguna vez", evoca el maestro internacional Eugenio García.
Desde entonces, al sendero de la enseñanza y transmisión del arte se han sumado otros tratados (Fiore dei Liberi 1410, Sigmund Ringeck 1467, Achille Marozzo). Siempre se basan en las cuatro actitudes básicas que se debe observar en el combate: estabilidad, rapidez, prudencia y valor. Tal y como asegura el maestro "la esgrima de espada de mano y media es depurada, ágil, peligrosa, bella y de gran estética".
Cada cual con su oficio, cada quien con sus preocupaciones, los miércoles y sábados un puñado de hombres y mujeres aparcan sus alegrías y sus fatigas y se sumergen en un mundo de aura mágica. "Esto no es un deporte, es un arte marcial", puntualiza Daniel Alba, antes de derribar algunos mitos. "Esas espadas que salen en el cine de diez o doce kilos son ficciones. Pruebe a levantar un arma así y a manejarla. Lo habitual eran espadas entre kilo y medio y dos kilos, más ágiles en su manejo...". Todas las espadas que se emplean en la Sala de Armas Don Diego López de Haro están fabricadas con acero templado y siguen las directrices de su época. Son fieles reproducciones. Otro cantar son las brigandinas. "Eran de acero y hoy en día se fabrican con PVC, más resistentes. Hay, incluso, quien emplea chalecos antibalas. Los guanteletes se han fabricado siguiendo idéntico rigor histórico..." ¿Y el combate? ¿No resulta peligroso? "Lo más importante es la seguridad. Está permitido casi todo: cabezazos, patadas, empujones... Pero somos gente adulta, responsable. Sabemos donde está el límite y disfrutamos con nuestra pasión". Daniel Alba recuerda que los seguidores de este arte marcial son gente "amante de la historia -algunos se aficionan a raíz de los combates...- y de un código de vida. Nada que ver con los juegos de rol o cualquier otro tipo de extraña logia o secta".