Bilbao pone cerco a la legionella
Desde hace unos años el Ayuntamiento sigue un estricto control de todos los lugares potenciales de riesgo En los últimos dos años los técnicos han recorrido 320 puntos de riesgo en la capital bilbaina
Bilbao. Es una bacteria esquiva, una superviviente nata, que en ocasiones se vuelve especialmente virulenta y salta a los titulares informativos por los brotes de neumonía que provoca. La legionella, una gran desconocida hace apenas tres décadas, es hoy en día uno de los caballos de batalla de los responsables de Sanidad Ambiental de cualquier municipio. En el Ayuntamiento de Bilbao están dispuestos a plantarle cara y, desde hace unos años, siguen un estricto control de todos y cada uno de los lugares de riesgo, como las famosas torres de refrigeración, pero también otros puntos calientes como los spas o los trenes de lavado de coches. Este intensa labor de zapa, aseguran sus responsables, no garantiza al 100% que no se produzcan contagios -en Bilbao se diagnostican al año una decena de casos-, pero reduce al máximo esa posibilidad.
"Estamos a la cabeza tanto en número de revisiones como en la parte cualitativa de la prevención que hacemos en torno a la legionella", asegura el concejal de Salud y Consumo, Sabin Anuzita. No es una afirmación gratuita; el Ayuntamiento controla todas y cada una de las 128 torres de refrigeración que funcionan en la capital vizcaina, y todos y cada uno de los gimnasios -tanto públicos como privados-, spas, balnearios, residencias, hoteles, lavaderos de coches y fuentes ornamentales. Cada uno de los propietarios de estos elementos tienen que seguir un estricto plan de autocontrol, cuyo cumplimiento verifica el Consistorio. Y no solo eso; periódicamente, los técnicos del Área de Salud y Consumo revisan in situ las instalaciones y toman muestras para comprobar que no hay ni rastro de la temible legionella. En los últimos dos años, se han recorrido los más de 320 puntos de riesgo que hay en la ciudad. "Nunca podemos decir que este trabajo garantiza que no va a haber casos de legionella, porque el riesgo cero no existe, pero sí tenemos bajo control todas las variables", destaca Anuzita.
El Ayuntamiento de Bilbao comenzó a trabajar en la prevención de la legionella en 1998. Hasta ese momento apenas se conocía la trascendencia de la legionellosis ni la incidencia que tenían en su contagio, por ejemplo, las torres de refrigeración. En aquel momento se empezaron a detectar casos en el entorno -como la clausura del balneario de Zestoa, por un brote que afectó a más de 40 personas en 1999- y desde el Área de Salud y Consumo del Consistorio decidieron ponerse las pilas. Tuvieron que empezar desde lo más básico: hacer un inventario de todas las torres de refrigeración que había en Bilbao. "Subíamos a la última planta de BBVA para ver dónde estaban las torres, porque nadie lo sabía", recuerda Ramón Aldamiz-Echevarría, jefe del subárea de Sanidad Ambiental e Higiene Urbana.
Las torres de refrigeración son, quizá, la cara más conocida en la propagación de la legionella, pero no la única. Hay dos aspectos para determinar cuál es un punto de riesgo: uno, la temperatura del agua, ya que la legionella crece entre los 20 y los 50ºC, y el segundo, teniendo en cuenta que se contagia por la inhalación de pequeñas gotas, aquellos sistemas que pulvericen agua. Por eso, además de las 128 torres que hay en Bilbao -principalmente en la Gran Vía-, también se controlan los establecimientos que tienen un sistema de agua caliente centralizado -sobre todo hoteles, residencias, gimnasios y polideportivos-, los spas y balnearios, los lavaderos de coches y las fuentes ornamentales. Las torres de refrigeración generan, al funcionar, un penacho de vapor de agua que es el que puede propagar la enfermedad; en los hoteles o gimnasios, la pulverización se produce en las cebolletas de las duchas. "De ahí que muchos estén cambiándolas por otras de chorro", explica, a modo de ejemplo, Aldamiz-Echevarría.
Un EXHAUSTIVO AUTOCONTROL Todas y cada una de estas instalaciones deben estar sometidas a un exhaustivo plan de autocontrol. De ahí que la colaboración de los propietarios sea clave. "Hay que reconocer el trabajo que hacen los dueños. Como Ayuntamiento no podemos hacerlo nosotros solos; sin ellos, el control de la legionella sería mucho más complicado", admite Anuzita. Prueba de ello es que, en los últimos años, no se ha tenido que imponer ninguna sanción -de hasta 3.000 euros- por falta de mantenimiento.
En las torres de control, por ejemplo, tienen que realizar cada dos o tres meses un análisis a través de una empresa especializada, más frecuente en las instalaciones con más riesgo, y tomar determinadas medidas como cambiar los filtros o mantener en buen estado el sistema de dosificación de desinfectante con el que cuentan todas. Un mantenimiento complejo y caro, que supone entre 6.000 y 9.000 euros al año por torre. En las instalaciones de agua caliente centralizada, por su parte, el líquido tiene que estar siempre por encima de los 60ºC, la temperatura a la que muere la bacteria; los propietarios tienen que seguir un registro diario de esa temperatura, además de analíticas y otras labores de mantenimiento como limpiezas y purgas. Para controlar las fuentes ornamentales, se ha establecido un protocolo de limpieza y desinfección junto con el área de Obras y Servicios.
Los técnicos de Sanidad Ambiental e Higiene Urbana revisan periódicamente todas las instalaciones. Además de revisar el plan de autocontrol y los registros, revisan todas las instalaciones y toman muestras en los puntos críticos. En las torres, son la balsa de refrigeración o las zonas de purga; en los sistemas de agua, los depósitos acumuladores, las conducciones de retorno y las cebolletas de las duchas. No siempre es necesario tomar estas muestras; en las fuentes ornamentales, solo se hace en verano. ¿Por qué? "La legionella muere por debajo de los 20º y en invierno no se alcanzan esas temperaturas", dice Javier Orduna, director de Salud y Consumo.
Un PEQUEÑO "Alien" Cuando se detecta un positivo por legionella, se realiza un tratamiento desinfectante de choque inmediato. Además, se busca la causa de que esa colonia haya sobrevivido; por lo general, suelen ser fallos en los sistemas de dosificación de desinfectante en las torres de refrigeración o un descenso de la temperatura de las balsas de acumulación de los sistemas de agua caliente. Al de unos días, los técnicos vuelven a tomar muestras para verificar que se ha terminado con la colonia de legionella. Los responsables advierten de que no es como limpiar un vaso, "ni mucho menos". "Tiene la mala costumbre de acantonarse y quedarse en los pequeños recovecos de las torres", afirma Orduna. ¿Como un mejillón? "No", responde el jefe de Sanidad Ambiental.