RONTO se habrá cubierto el primer cuarto del campeonato liguero, el marco que por su sistema competitivo y su duración calibra el auténtico nivel de los equipos; el torneo que da y quita, en lo deportivo y en lo económico. Sería prematuro extraer conclusiones en la octava jornada porque pese a que la clasificación deje entrever determinadas tendencias, la igualdad persiste. Salvo los equipos descolgados en las tres últimas posiciones, la mayoría se mueve en márgenes estrechos, con diferencias salvables. Si se toma como referencia el Athletic, séptimo, resulta que la misma distancia, cuatro puntos, es la que le separa de la cabeza y del decimocuarto.

Como ya ocurriera en la temporada anterior, los teóricos candidatos al título (Atlético, Real Madrid y Barcelona) no están arrasando. Los dos primeros han extraviado siete puntos y nueve los catalanes, con un partido menos disputado. Los tiempos en que eran intratables han pasado, pinchan más que de vez en cuando y eso contribuye a reforzar la sensación de que todo está más abierto en el torneo doméstico. De ello se benefician en primer lugar los aspirantes a agitar la planta noble, Sevilla y Real Sociedad, ambos fieles a la inercia ascendente del pasado curso. En el extremo opuesto de la tabla no han tardado en aparecer los nervios, reflejados en dos destituciones (Levante y Getafe) y alguna crisis más, ya sea declarada (Granada) o contenida (Alavés).

Imanol Alguacil asegura que él no dedica un minuto a mirar la clasificación, que es muy pronto para eso; el asediado Koeman solicita calma mientras promociona chavalitos; Florentino extiende la enésima cortina de humo con el señuelo de Mbappé; y Marcelino pide que se espere un mes para emitir un diagnóstico o una proyección de futuro. La verdad es que a estas alturas con una mirada panorámica de la categoría no se saca gran cosa en limpio. Es de prever que la foto que ofrece la liga en octubre y la correspondiente a febrero o marzo apenas guarden parecido. Suele ser así. Para entonces se habrán despejado algunas de las incógnitas actuales y sin embargo todavía estará pendiente el tramo decisivo del calendario.

colocado

Del Athletic puede afirmarse que se halla bien situado. Es ahí, rondando a los mejores, donde pretende instalarse para el resto de la temporada. Desde la prudencia habría que considerar que su objetivo de entrar en Europa pasa por adelantar a Osasuna y Rayo, pero es asimismo previsible que Valencia, Barcelona, Betis y Villarreal, hoy más retrasados, se conviertan en rivales directos. Los trece puntos que posee constituyen un reflejo bastante fidedigno de los méritos que ha acumulado. Dentro de una tónica presidida por marcadores muy ajustados, contó con posibilidades reales de derrotar al Barcelona o al Atlético de Madrid, pero no es menos cierto que rascó un punto de aquella manera contra el Elche y que, independientemente del resultado, sufrió en exceso ante Celta, Valencia o Alavés. Su manifiesta incapacidad para resolver con holgura condiciona cualquier expectativa a largo plazo.

Sostener hasta mayo su cadencia de puntuación (lleva ganados 13 de 24 puntos) prácticamente le garantizaría una plaza continental. La duda estriba en si tal logro es viable con una propuesta que reincide en los aspectos positivos y negativos de campañas precedentes, todas culminadas en posiciones que no conceden premio y en varios casos discretos. Quiere decirse que las cifras de goles a favor y en contra del Athletic que dirige Marcelino van en una línea conocida y, por desgracia, insuficiente para llegar a la meta marcada.

A fecha de hoy, el hecho de que el equipo haya blindado la portería en cinco de los ocho encuentros explica su desahogada situación. No existen más secretos. Marcelino ha diseñado un bloque que presenta un índice de fiabilidad defensiva muy estimable. El Athletic es un hueso en este sentido, concede muy poco. Su zaga recibe casi la totalidad de los halagos y es lógico, pues a los envidiables registros que firma en su tarea prioritaria, defender, agrega una considerable aportación goleadora, imprescindible aunque no determinante para subsanar el déficit colectivo de puntería.

faltan goles

La cuestión es si un equipo de este perfil, férreo abajo y flojo arriba, oposita de verdad a codearse con los mejores. La experiencia más reciente dice que no. Por mucho que haya una serie de rivales directos que cierran el ejercicio habiendo encajado más goles, no es causalidad que el Athletic se vea siempre superado en el apartado de goles a favor por todos los que le anteceden al cabo de 38 jornadas. Es una constante comprobable hace un año, hace dos y hace tres. En la liga 19-20, por ofrecer un ejemplo paradigmático, los rojiblancos solo encajaron 38, uno por partido, un registro excepcional, pero terminaron undécimos al meter solo 41.

Se demuestra pues que la pegada es fundamental para escapar de ese espacio intermedio llamado tierra de nadie. A la larga, la solidez en área propia es un argumento que en absoluto garantiza la obtención de la recompensa que se persigue si no va acompañada de cierto grado de eficacia en el área rival. Esta constatación genera por tanto una duda más que razonable sobre las probabilidades del actual Athletic, tan duro de pelar como falto de creatividad y filo. Jugando como juega, está condenado a realizar esfuerzos supremos y ello no le libra de pasar apuros para resolver cualquier cita. Es la tónica desde agosto y no tiene visos de que vaya a cambiar.

La evidente incapacidad del equipo para resolver con holgura sus partidos condiciona cualquier expectativa a largo plazo

El hecho de que haya blindado la portería en cinco encuentros explica su desahogada situación, no existen más secretos