Sin entrar ahora en consideraciones geopolíticas sobre el porqué de ese no reconocimiento diplomático (en el caso español tiene que ver con la unilateralidad por la que se proclamó el estado kosovar y su temida aplicación a los casos de Catalunya o Euskadi), resulta sumamente reveladora la bifurcación que se manifiesta, una vez más, entre el derecho internacional público y la realidad y regulación deportiva. Una evidencia palpable en el hecho de que los organismos deportivos internacionales incluyan entre sus miembros a federaciones de territorios que no constituyen estados independientes (o no son reconocidos como tales por toda la comunidad internacional) y sí son autónomos en lo deportivo.

La estricta sujeción a la regulación deportiva privada, y en particular a las especificaciones estatutarias de cada federación deportiva internacional en relación con la admisión en éstas de federaciones no estatales, no ha casado hasta ahora con el comportamiento político-administrativo de los sucesivos gobiernos españoles, que han negado con carácter general el pan y la sal a esa capacidad representativa internacional del deporte vasco, bien acudiendo a continuos recursos jurisdiccionales, bien con una pertinaz acción obstaculizadora de las federaciones vascas que manifiestan querer competir directa y oficialmente en el campo internacional.

Pues bien, parece que esa cerril actitud puede ser cosa del pasado, y que se abre, por fin, el camino de la sensatez en la asunción de la realidad organizativa internacional, y de la naturalidad con la que ha de aceptarse que territorios sin estado puedan alcanzar estatus competitivo internacional, lo que afecta plenamente a las aspiraciones de nuestro deporte.

El pacto de investidura alcanzado por el Grupo Vasco, según el cual existe un compromiso por parte de las fuerzas que integran el Gobierno central de hacer realidad la oficialidad internacional de las selecciones vascas, con base en una reconocida singularidad cultural y deportiva, ya presuponía un cambio en esa línea de actuación. Eso sí, con la necesidad de concretarse formalmente al momento de actualización de la ley estatal del deporte, y de reflejarse desde ya en la acciones y posturas de los responsables políticos y deportivos españoles.

A propósito del citado emparejamiento futbolístico Kosovo-España, y preguntada por sus implicaciones en el ámbito de las relaciones internacionales y diplomáticas, la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González, ha señalado: "Las reglas de la FIFA no son las del derecho internacional en materia de reconocimiento de estados. Por eso en la FIFA hay competidores como Islas Feroe, Gales, Escocia, Irlanda del Norte o Gibraltar, que no son estados". Para añadir a continuación, sobre la situación que se presenta para competir, que: "Hay que negociarlo o discutirlo con la FIFA como siempre lo hacemos, según las reglas del fútbol, fútbol por encima del derecho internacional, dos mundos separados".

No se puede hacer un más certero reconocimiento de una realidad insoslayable, como es que en el mundo del deporte internacional existe la posibilidad de que compitan selecciones que no coinciden en su representación con estados soberanos, que son parte de ellos, y que incluso compiten la parte con el todo (los ejemplos los ha puesto la ministra).

Y esas palabras son la mejor manera de comprender que ha de darse vía también al caso de las federaciones vascas cuando éstas manifiesten democráticamente su voluntad de integrar los organismos internacionales y éstos, en virtud de sus propias normas, abran la alternativa de aceptarlas en su seno. Para ello, como subraya también acertadamente la ministra, hay que negociar entre las partes y con la FIFA, siempre lo hacemos -señala-,refiriéndose significativamente, con ese plural inclusivo, a la Administración española (no lo entiende como injerencia), de lo que se deduce, claro está, que otras Administraciones con competencias deportivas también pueden (y deben) intervenir y negociar.

Sentido común, naturalidad y madurez para atender a las demandas fundamentadas, abiertas a la negociación y al acuerdo, que se produzcan desde el deporte vasco, desde sus federaciones representativas y desde el Gobierno vasco que las apoya. Ese es el camino, el que apunta la ministra. El reconocimiento de la realidad y la pluralidad, la apertura de miras.