SE descubrió que la falta de claridad en el juego no es un estado de ánimo ni la ausencia de tal o cual jugador sino un triste signo del zodíaco. Esa es la sensación con la que San Mamés salió ayer de San Mamés, alicaída por ver al Athletic encadenar su tercer partido consecutivo sin marcar y, “lo que es más triste, dígalo usted, sin pinta de poder hacerlo”. Este Athletic, como el de ayer, ya no es Leo. Más se diría que su destino es un triste Cáncer para el que no se alinean las estrellas. Insisto, había que oírle a la calle: ¡No le marcamos un gol ni al arco iris!, decían.
Y siendo ésa una sensación certera, las preocupaciones del nuevo San Mamés son otras de mayor calado. “No hay quien lleve las riendas”, se repetía en gradas y tribunas mientras Unai López y Erik Morán se atragantaban con un partido en el que, se suponía, debían tocar las aldabas de las puertas del cielo de la titularidad. Ninguno de ellos fuero capaces de dar el necesario puñetazo en la mesa salvo cuando Iturraspe se jugó a cara y cruz el futuro del partido con una frivolité a modo de ruleta que acabó siendo fatal, una ruleta rusa con la que descerrajó el partido de un balazo en el pie. San Mamés murmuró pero no señaló al descuidado centrocampista con el dedo. Todavía se pensaba en remontar con una larga mitad por delante y a Itu, Itu aún le quedaba el comodín del público... ¡Cómo no iba a voltear el simultáneo el Athletic, rey del remonte en San Mamés!
No lo logro. Se diría que una manga se le quedó enganchada en el engranaje del partido y no fue capaz de entregar a tiempo el encargo. ¿Se ha gafado San Mamés para el Athletic?, se preguntaba un aficionado al salir del encuentro. Una voz había cantado que el Athletic había rematado ¡13 veces! (toque madera...) en la segunda parte, otra voz recordaba solo dos, un balón peinado por Mikel Rico y un voleón a la vieja usanza de Aduriz tras matarla con el pecho, y una tercera dijo que todo viene por el mal de ojo de haber nombrado a San Mamés como sede de la Eurocopa. Fue el gag de la tarde (dicho sea con permiso de Iturraspe, les recuerdo...) y una sensación extraña: los supersticiosos empiezan a pensar en los peligrosos gatos negros.
Esa, la historia de la Eurocopa, era la más presente en las conversaciones de los preámbulos: ese era el miedo que metía el Granada. Y toda esa sensación flotó entre las gradas y tribunas en la primera mitad. Bien es cierto que el Athletic no era el que solía, pero el Granada no parecía, qué sé yo, un Shakhtar Donetsk duro de pelar. “Ya verá usted como Caparrós se raja en la segunda parte”, comentó un vecino de localidad. No lo hizo, por mucho que el Athletic si pareciese meterse en el empeño. Se lanzó el equipo en tromba y sonaron los ecos de San Mamés, llevándole en volandas, Ni aún así. El gol se ha convertido en la bestia negra de la noche a la mañana.