Futbolista Alvaré
Manuel Vega-Arango, presidente del Sporting de Gijón, repasa su biografía horas antes de que el Athletic visite El Molinón El de Luanco jugó en Primera División con el equipo asturiano
El Athletic… Ah sí, nos ganaron 9-0 en San Mamés. Aquello era un lujo de equipo con Carmelo, Orue, Canito, Garay, Mauri, Maguregui… Aquel día conocí a Gorostiza, un gran extremo izquierdo, internacional, era un fenómeno. Para entonces ya era un hombre mayor, de pelo blanco. Me lo presentó nuestro entrenador Mundo, que tenía mucha amistad con él", desembala de la memoria Manuel Vega-Arango (Luanco, Asturias, 17-VIII-1938), presidente del Sporting de Gijón, mientras su mirada limpia y transparente se alimenta, gozosa, del verde resplandor que anida en la escuela de fútbol de Mareo, donde el máximo mandatario sportinguista respira su insobornable pasión por el fútbol, irrenunciable en un hombre con alma y tuétano de futbolista. "Uno puede cambiar de casa, de ciudad, de coche, incluso de mujer, pero uno no cambia de equipo y mi equipo es el Sporting, es mi pasión", subraya desde la atalaya acristalada de su despacho, en el que se izan, orgullosos, los trofeos del club.
El amor de Vega-Arango siempre fue el fútbol, desde que acudía a hinchar "aquellos balones con válvula" a El Molinón, el estadio que apoyaba su cabeza sobre el hombro de su casa familiar. Cordón umbilical. "El chalé donde vivía de pequeño estaba al lado del campo y yo iba a ver a entrenar a los jugadores siempre que podía. Soñaba con ser futbolista como todo los chavales de mi época", desenrosca del árbol de los recuerdos Vega-Arango, serigrafiado el rostro con una sonrisa barnizada en la melancolía porque "futbolista se nace; lo otro, ser dirigente, se aprende. Es más difícil ser un buen futbolista que un buen dirigente".
Un sueño cumplido Fue feliz y diestro el joven Vega-Arango correteando detrás de un balón por el Gijón de la posguerra "una época complicada" y tanto corrió, tanto chutó, tanto saltó que brincó hasta los juveniles del Sporting de Gijón, donde ingresó a los 15 años de edad. En la caseta, la capilla del torero, la taquilla del minero, Vega-Arango, un hombre de espíritu renacentista, era, simplemente, Alvaré. "Es mi segundo apellido y siempre se me conoció así futbolísticamente. Supongo que me llamaban así porque mi primer apellido es compuesto y Alvaré es más sencillo. Así me llamaban compañeros y entrenadores en el campo". Alvaré, el futbolista, jugó como delantero centro del Sporting "tanto en Primera como en Segunda", alumbra Alvaré, que jamás cobró una peseta del club porque renunció a la ficha que le correspondía. "Mi familia tenía una posición desahogada económicamente y yo disfrutaba muchísimo jugando a fútbol. Para mí ser jugador del Sporting era lo máximo así que siempre mantuve mi condición de amateur. Nunca me arrepentí de aquello porque así lo sentía".
Dice Vega-Arango, que tampoco sintió una profunda aflicción cuando se desarropó su zamarra rojiblanca y sus borceguíes, aunque cuesta creerle observando cómo se le desprenden las palabras, nostálgicas, empuñadas con cierto pesar, desde su camisa blanca con listas rojas "una casualidad". "El fútbol lo dejé a los 25 años. Sinceramente, creo que estaba en mi mejor momento desde que empecé a jugar, pero tenía otros cosas que atender, otros quehaceres". Entre ellos casarse y gestionar los negocios familiares. "Cuando me casé me dediqué a los negocios. Aunque no me arrepiento de la decisión tomada, es cierto que se me quedó una espina clavada por no haber seguido siendo futbolista. Ser futbolista es lo que más me ha gustado y con lo que más disfrutaba", relata Vega-Arango.
La época dorada Mareo, la factoría sportinguista creció a comienzos de los setenta, un paisaje donde se balancean dichosos los ojos de Vega-Arango y desde donde partieron jugadores como Quini, Cundi, Maceda, Luis Enrique, Villa…. "Éstas (desde su despacho se observa el campo de entrenamiento del primer equipo) son las mejores vistas. Y ya se sabe, como dice un refrán muy asturiano: el ojo del amo engorda al caballo", enlaza el máximo mandatario del club asturiano, que inició su presidencia en 1977 y la dio por finalizada en 1986 durante su primer mandato, el más lustroso de un equipo "ascensor", que cabalgaba entre la Primera y la Segunda. "Fue la época dorada del club. Sus años de gloria. Logramos dos subcampeonatos de copa en 1981 y 1982 y un subcampeonato de liga en 1979 y entramos siete veces en la UEFA". Siempre emprendedor, en constante ebullición, Vega-Arango fue el primer presidente de la recién creada Liga de Fútbol Profesional en 1982, cargo que ostentó hasta 1985. "Los clubes tuvimos una lucha abierta entonces con la AFE (la Asociación de Futbolistas Españoles) y con la Administración, que sólo nos daba un 1% del porcentaje de las quinielas y nosotros presionamos con el calendario, que sólo lo sacábamos a la luz cada ocho días. Fue una época dura, también paramos la competición durante tres domingos en los que no hubo fútbol", destaca Vega-Arango.
Manuel, el salvador A un palmo de quedarse sin fútbol estuvo el Sporting a comienzos del nuevo milenio, cuando las deudas asfixiaban al club, que necesitó respiración asistida para sobrevivir entre jadeos a una pésima gestión económica. "El club acumulaba 60 millones de euros de deuda, una barbaridad para un club del tamaño del Sporting. No seré yo quien culpe a nadie pero se hicieron mal las cosas y el club a punto estuvo de desaparecer", desgrana Manuel Vega-Arango, que acudió al rescate de la entidad en 2002, enfangado el club, a milímetros de la extremaunción después de descender a Segunda en 1998. "Nos vimos obligados a aplicar un Expediente de Regulación de Empleo para salvar al club, para que no dejara de existir. Eso es lo más duro que he tenido que hacer como presidente porque hablamos del trabajo y del sustento de las familias, de personas. Se tomaron decisiones drásticas, hubo que despedir a empleados". Y la voz, firme, se le marchita un par de octavas.
Rehabilitado, saneado de la carcoma el club, de nuevo en la máxima categoría tras el ascenso en la campaña 2008-2009, el deseo de Vega-Arango es enraizarlo y que Manolo Preciado, su entrenador, se perpetúe. "Estuvimos 21 años seguidos jugando en Primera y la idea es que sigamos ahí, a ser posible otros tantos años. Esa es mi máxima aspiración. Al final los presidentes por mucho que nos creamos, que nos miremos al ombligo, pasamos y lo que queda es el Sporting". También alguna anécdota, pasajes de fútbol, el veneno que circula, vigoroso, por sus venas. "Recuerdo un partido contra el Pontevedra. Había un defensa izquierdo de ellos, Cholo, que me estaba matando a patadas. Era el partido de ida y le dije que aprovechara porque le iba a esperar en El Molinón. Y él me dijo. No te va a dar tiempo", desempolva sonriente, Alvaré, futbolista.