Portugal vuelve a las urnas. Dos años después de las legislativas que dieron la segunda victoria al socialista António Costa, el país vota el 30 de enero en unas elecciones adelantadas que, según los sondeos, no concederán mayorías absolutas. ¿Nada cambia en el mapa político luso? “Las mayorías absolutas son bastante difíciles porque la tendencia en los últimos tiempos en Portugal ha sido hacia la fragmentación”, estima la politóloga Marina Costa Lobo.

La incertidumbre provocada por la crisis política que estalló en la recta final del año amenaza la recuperación económica, de ahí la trascendencia de unos comicios que el propio Costa considera los “más importantes” de la historia reciente.

Más de 10,8 millones de portugueses están convocados a unas elecciones que deberían arrojar una mayoría estable para conducir la recuperación pospandemia, aunque todas las proyecciones coinciden en que el ganador tendrá que pactar.

El adelanto electoral sorprendió a Portugal cuando se sacudía de la crisis del coronavirus y miraba con cierto optimismo sus cifras macro. Costa ganó en 2019 y se dispuso a gobernar en minoría mediante pactos con la izquierda, dejando atrás el acuerdo con el Bloque de Izquierda y los comunistas que le llevó al poder en 2015, la popular geringonça.

Superada la etapa crítica de la pandemia, el desencuentro entre los socios se acentuó y los socialistas se quedaron solos en la defensa del Presupuesto para 2022, marco de millonarios fondos europeos para la recuperación.

El presidente luso, Marcelo Rebelo de Sousa, no dudó entonces en recurrir al adelanto electoral para atajar una inestabilidad política que amenazaba a la economía. Hasta en ocho ocasiones ha utilizado Portugal esta fórmula en sucesivas crisis, pero, como admitía Rebelo de Sousa en una charla informal con corresponsales extranjeros, esta vez la decisión sorprendió a políticos y ciudadanos.

Las diferencias entre los socialistas y sus socios se tradujeron en divorcio tras las municipales del pasado septiembre. El detonante fue el avance de la derecha y su inesperado triunfo en Lisboa tras 14 años de gestión socialista: Carlos Moedas se impuso a un desgastado Fernando Medina, que perdió en el camino 25.000 votos. Fue una derrota socialista más que una victoria conservadora, pero cambió el mapa político y la percepción de los partidos. Y el efecto Lisboa sacudió a Portugal.

El PSD (Partido Social Demócrata), líder de la oposición, ganó terreno en centros urbanos y recuperó la esperanza de volver al poder. Sumido en una recurrente crisis interna, el PSD aceleró unas primarias que consolidaron a su líder, Rui Rio, pero evidenciaron la profunda división del partido y sus problemas para definir una estrategia electoral. Pero también la izquierda minoritaria debe perfilar su hoja de ruta en estos 30 días. La geringonça ha pasado factura al Bloco y los comunistas en las urnas.

El descontento crece en las filas del PCP, el partido comunista más ortodoxo de occidente -acaba de votar contra la eutanasia-, que mantiene un pie en la calle por sus lazos con los sindicatos y posterga su propia renovación interna, con un candidato, Jerónimo de Sousa, de 74 años.

En el Bloco, la sangría de votos es aún mayor y fue adelantado por la ultraderecha en las municipales. De los resultados en enero depende su futuro.

Pero, al contrario de lo ocurrido en anteriores adelantos electorales, que sorprendieron a Portugal en números rojos, el país presenta ahora cuentas saneadas y espera millonarios fondos europeos para despegar aunque los pilares del estado de bienestar -sanidad, educación y rransporte- son todavía el talón de Aquiles de un modelo con una creciente dependencia del turismo y de la inversión extranjera y que creció un 2,9% en el tercer trimestre (la tasa más alta de la UE en este periodo), con solo un 6% de desempleo y salarios inferiores a la media europea (el mínimo llegará a 705 euros en enero).

El bolsillo pesará en el voto. “Será más importante probablemente la carestía de vida, la inflación; el hecho de que la vida sea más cara coyunturalmente pesa en un electorado poco ideologizado como el portugués”, apunta el politólogo António Costa Pinto.

Así que descartadas las mayorías absolutas, los escenarios se reducen a victorias en minoría de PS o PSD, aunque los socialistas parten como claros favoritos con más de 10 puntos de ventaja en los sondeos, lo que sin embargo les condenaría a pactar una alianza de izquierda, que dependerá de los resultados del Bloco y PCP, o un acuerdo con el PSD para crear un “bloque nacional” que se antoja difícil. “De una forma u otra, el gran problema será la gobernabilidad”, augura António Costa Pinto, convencido de que, si ganan, los socialistas se acercarán primero a la izquierda. “Será inestable”, admite.

En cualquier caso, las urnas tienen la última palabra en unas elecciones que, en palabras del líder socialista António Costa, “son las más importantes y decisivas de la historia democrática portuguesa”.