“Las denuncias de violencia vicaria a veces se vuelven contra las madres”, advierte Ana Hernando Tojo, abogada de la asociación Clara Campoamor, quien, tras las muertes de siete menores a manos de sus padres este año, profundiza en la expresión más cruel de la violencia de género.

Siete niños y niñas han sido asesinados por sus padres en el Estado en lo que va de año. ¿Le alarma?

—La sensación que tengo es de alarma. Además, me preocupa mucho la deriva que están tomando también en los procedimientos de familia, ya cuando hay un componente de violencia de género o incluso no, que se inicia a partir de la ruptura de pareja y la utilización que se hace de los hijos.

¿Con qué fines los utilizan?

—Hay un tipo de progenitor que ha tomado conciencia de que los menores son un instrumento de poder importantísimo de cara a presionar a las madres o a obtener ventajas en procedimientos judiciales de ruptura de pareja o de divorcio y es preocupante el uso que se está haciendo de ello. La expresión máxima de todo esto es cuando se llega a asesinar a los hijos para hacer daño a las madres o como una forma de coacción, chantaje o represalia por la decisión tomada. Lo estamos viendo mucho, incluso en menor medida. Me parece muy grave asimismo lo que sucede con algunas custodias compartidas.

¿Hay hombres que las solicitan para dañar a sus exparejas?

—La custodia compartida es legítima, pero hay un montón de casos en los que el hombre era poco menos que un padre ausente, que nunca ha ostentado roles de cuidador, y cuando llega el divorcio de pronto el interés es la custodia compartida. Depende de cómo se ejerza esa guarda y custodia es una forma terrible de presionar a las madres, de permanecer y perpetuar conflictos. Me preocupa la deriva que está tomando porque está muy en relación con el ámbito de familia, las ventajas a obtener. Se han dado cuenta y cosifican a los menores, los convierten en un instrumento para hacer daño a las madres.

Los asesinatos de menores son la punta del iceberg. ¿Debajo existen otros casos igual de dolorosos?

—Sí y es muy preocupante. De hecho, en asesoramiento lo vemos todos los días. Encima, incluso cuando un progenitor tiene una sentencia condenatoria de violencia, sigue siendo difícil suspender las visitas o, una vez que tienen ya cumplida la pena, se reanudan las visitas o se articulan a través de un punto de encuentro. Tenemos ya que darnos cuenta de que un progenitor condenado por violencia de género no es un modelo de referencia válido para un menor. Entonces, seguir obligando porque la jurisdicción de familia es absolutamente garantista, no con los derechos del niño, sino con los derechos del padre, unos presuntos derechos a ver a su hijo...

Reclaman esos derechos, pero ¿cumplen con sus obligaciones?

—A veces ocurre que todo este ímpetu en reclamar sus custodias compartidas, sus derechos de visitas, no se corresponde con la misma intensidad con el hecho de pagar las pensiones de alimentos o contribuir al sostenimiento de sus hijos. Eso es más que llamativo y, sin embargo, tiene muy poca repercusión.

¿Qué se podría hacer?

—Igual tendríamos que empezar a hacer que las obligaciones como padre se cumplieran todas. Es decir, si a usted no le preocupa que su hijo coma y no contribuye a su sostenimiento, igual no tiene que tener derecho a verlo porque le deben preocupar todas las necesidades de su hijo en conjunto y no solo las que luego igual estás usando para perjudicar a la madre. Eso cada vez se ve más y me parece grave.

En solo tres meses han matado a siete niños. ¿Hay un efecto llamada?

—Muchas veces me da la sensación de que hay un efecto dominó, también en casos de asesinatos machistas. Estos días no sé si ha sido casualidad que se hayan producido de manera tan consecutiva, pero yo a veces sí tengo esa sensación de que existe como un efecto llamada.

Se asocia la violencia vicaria a matar a los hijos para dañar a la mujer, pero abarca mucho más.

—El gran problema que tenemos es que la violencia vicaria en el juzgado a día de hoy no existe. No sé que porcentaje de denuncias por violencia vicaria prosperará, pero es minimísimo, inexistente. Tiene que ser un caso en el que quede patente que se está ejerciendo daño a la madre a través del hijo, pero es muy complicado, son casos muy difíciles de probar y de visualizar en los juzgados.

¿Detectan las mujeres maltratadas todos los signos de violencia de un padre a sus hijos o los normalizan?

—Muchas veces creen incluso que es normal que dentro de un contexto de familia se produzcan. En los propios juzgados a veces cuando se interpone una denuncia por violencia de género en el contexto de una ruptura familiar tenemos autos que archivan y dicen: No, porque esta denuncia casualidad se produce cuando la pareja se encuentra inmersa en un proceso de divorcio. Claro, pero es que muchas veces es ahí cuando empieza, cuando la mujer decide dar el paso. Eso no te puede llevar a ignorarlo, no es un argumento válido, y ocurre mucho. Las mujeres tampoco lo perciben muchas veces como un acto de violencia en sí, sino como consecuencia de la ruptura familiar, de que quiere fastidiar a través del niño. Son conscientes de que eso ocurre, pero no lo identifican con violencia de género.

¿Las mujeres suelen denunciar las actitudes agresivas o amenazas de los padres contra sus hijos?

—No es muy habitual, salvo que se produzca dentro de la pareja un problema grave de violencia hacia los hijos. En ese caso muchas veces sí que puede conllevar denuncia y muchas otras no. A veces se intenta frenar, contener, pero no se da el paso de la denuncia.

En caso de que lo den, dice que son casos muy difíciles de probar.

—La denuncia en el juzgado es complicada sobre todo cuando depende solo de la declaración de la mujer, porque tenemos niños muy pequeños, por debajo de los cinco años no verbalizan, y ya si la pareja está inmersa en un procedimiento de ruptura al final lo más fácil es atribuir la situación o que se está denunciando porque hay una ruptura de pareja y es muy, muy difícil. Es más, incluso muchas veces da la vuelta y este tipo de denuncias perjudican a las madres. Es curioso, pero ocurre.

¿Cómo es posible?

—En medio de un proceso de ruptura se produce un episodio de violencia o abuso contra el hijo, la madre lo denuncia y se entiende que la madre está instrumentalizando, interfiriendo o utilizando ella al hijo para perjudicar al otro progenitor. Incluso cuando a ti te viene una mujer diciendo: “Es que me encuentro esta situación, hay que pensar mucho si realmente el hecho de interponer la denuncia le va a suponer una garantía y va a proteger al menor y a ella o le va a conllevar incluso una separación del menor.

¿Les cuesta denunciar la violencia vicaria por miedo a que sus exparejas tomen represalias?

—Muchas veces es mucho peor y encima puede hacer efecto bumerán y perjudicar si esa denuncia se archiva y por lo que sea se entiende que no tiene fundamento. Aunque la denuncia esté relatando unos hechos que se han producido, muchas veces no tienes prueba. Cuando hablamos de niños pequeñitos y no hay una lesión absolutamente evidente y muchas veces con lesiones no tienes prueba porque el padre dice que la lesión ha sido accidental, jugando. Es muy complicado y se te puede dar la vuelta.

¿Que la mujer maltratada pida la custodia de sus hijos es un paso que los pone en grave riesgo?

—El maltratador normalmente no asume que su mujer dé el paso de dejarle y se lo va a hacer pagar con los hijos intentando solicitar la custodia. Imagínate a una madre, que sabe que sus hijos en manos del padre igual van a sufrir maltrato, que no siempre tiene que ser físico, a veces es psicológico, un daño emocional porque son muy habituales los menoscabos hacia la figura de la madre. La guarda y custodia es un instrumento para maltratar poderosísimo y muchas veces cuando las madres la solicitan, los padres se revuelven. Además, salvo que el juzgado de familia advierta un riesgo real que se acredite, lo más probable es que no se dé una custodia exclusiva a las madres porque esto ya es residual. Ahora mismo las custodias que más se otorgan son las compartidas y sujetas, cada vez, a menos requisitos. Aunque el padre nunca haya ostentado el rol de cuidador, eso da exactamente igual.

Y si está condenado por maltrato, ¿se le retira la custodia?

—Hay legislación que ampara la suspensión de las visitas en el momento en que haya un procedimiento de violencia de género o una condena, pero hay muchos casos en los que se acogen a una coletilla que hay, que es que se deberá atender al caso concreto y si se considera que es beneficioso para el menor, se mantenga. Al margen de eso, una condena por un delito de violencia de género puede ser 33 días de trabajos en beneficio de la comunidad, porque ha reconocido los hechos, ha habido una conformidad y el delito han sido unas vejaciones o una lesión de escasa entidad. En cuanto él cumpla la pena, va a poder volver a optar a tener visitas con su hijo. Es irrisorio.

¿Los menores son escuchados en este tipo de procesos?

—A pesar de que la Ley de protección integral a la infancia y la adolescencia estableció que serán escuchados en todo caso, en la práctica seguimos igual. Por debajo de 12 años es potestativo del juez decir si les escucha o no y por encima de 12 años siempre se les escucha.

A veces el entorno dice que eran excelentes padres, que querían mucho a sus hijos... ¿Pueden pasar a matarlos de un día para otro?

—Esto de los excelentes padres de puertas para fuera puede ser una impresión. Normalmente siempre habría algo y la que mejor lo sabe es la mujer que convive con él, que habrá observado comportamientos. Lo que pasa es que muchas veces son comportamientos egoístas o de no pensar en los menores. Pueden ir más por ahí y de pronto despuntan con esto. Otras veces es mucho más evidente y otras, aunque la expareja sepa, no lo puede probar. Cuando asesoras a mujeres, te vienen: Mira lo que ha hecho ahora y ahora le ha dicho al niño y ahora ha hecho esto. Puede haber muchos comportamientos así, que realmente no ves que tengan una entidad como para que luego despunten en episodios de este tipo, tales como llegar a matar a sus hijos, pero que finalmente pueden producirse.

¿Es imposible evitar estos casos?

—El gran problema es que al juzgado todavía le siguen faltando medios para detectar estos temas y que al final se minimiza y que muchas veces es un gran problema que no se dé credibilidad cuando existe una denuncia de estas características por el mero hecho de que exista de fondo una ruptura de pareja. Harían falta muchos más medios y mucha más dedicación a los casos concretos. A mí no me parece de recibo que cuando se decide sobre quién va a ostentar la guardia y custodia no se tenga en cuenta qué es lo que ha ocurrido en el pasado. Se pueden dar custodias compartidas con padres que no han llevado al niño al médico en la vida, que no han ido a una entrevista escolar, que no están haciendo aportaciones para el sostenimiento de sus hijos. Si nunca te has preocupado, ¿por qué tienes tanto interés por tener una custodia compartida: para cuidar a tu hijo o para perjudicar a la madre a través de tu hijo? Yo esos detalles atendería mucho más y esa labor la tiene que hacer el juzgado. Y habría que cambiar la ley, porque la ley de relaciones familiares del País Vasco dice que no es un obstáculo que alguno de los progenitores nunca haya ostentado roles de cuidado de cara a luego otorgarle una custodia compartida.