La Unión Europea “mira con perplejidad” al Estado español porque “es el país que peor ha evolucionado en la gestión de residuos en los últimos veinte años”, aunque la valorización energética puede ayudar a compensar esta situación, asegura en entrevista con Efe Rafael Guinea, presidente de la Asociación de Empresas de Valorización Energética de Residuos Urbanos.

Este proceso, “probablemente el tratamiento de residuos más complejo y el menos explicado a la ciudadanía” se ocupa de aquellos desperdicios que no se pueden reciclar, bien porque estén contaminados, bien porque estén tan deteriorados que sus materiales no pueden volver a usarse. En estos casos, “solo hay dos opciones: o los metemos en un agujero, un vertedero, y dejamos ese pasivo a las generaciones futuras o les damos una última vida transformándolos en energía eléctrica mediante un proceso de combustión”, dice, que es en lo que consiste la valorización energética.

Guinea reconoce que este sistema ha contado con la oposición de “movimientos vecinales, ecologistas, locales...” con el razonamiento de que lo mejor es no generar residuos, “pero eso es engañarse a uno mismo, porque el residuo existe” y con la opción del vertedero “todo el mundo está de acuerdo en que es peor: por los gases de efecto invernadero, la contaminación, el daño al medioambiente, etc”.

Además, al tratarse de un asunto de gestión pública “se ha metido siempre dentro del debate político, que muchas veces hace que la verdad, los datos científicos y técnicos, no luzcan lo que tienen que lucir y se usen en su lugar datos sociales o el miedo, que siempre es muy poderoso”. Por ello, “hay toda una leyenda negra sobre las plantas de valorización energética o incineradoras –como las llaman sus detractores– sobre sus emisiones o su contaminación”, pero las instalaciones de esta clase “se meten en el centro de las ciudades europeas precisamente porque su contaminación es prácticamente nula”.

Así, “París o Londres, por ejemplo, tienen cinco o seis instalaciones de este tipo dentro de la urbe” y “prácticamente en cualquier ciudad europea existe una planta de este tipo, tan común como un polideportivo, una depuradora de aguas residuales o un hospital”, porque el viejo continente es “pionero en valorización energética y también la región del mundo que más la practica”, comenta.

En contraste, España es “en cierto sentido, la hermanita pobre de la gestión de residuos”, ya que apenas existen “doce instalaciones repartidas en zonas muy concretas como Cataluña, Madrid, País Vasco, Galicia o Melilla, pero hay muchos sitios donde no hay” y esto ha contribuido a que al final sea el país europeo que más residuos lleva al vertedero, según sus palabras.

Además, se da la circunstancia de que “son más contaminantes los camiones que tienen que llevarse la basura fuera de la ciudad que tratar esta dentro de estas plantas y de paso aprovechar su calor y electricidad para la propia ciudad”. Así, a nivel europeo el país está muy por detrás de donde debería, puesto que “los objetivos de la directiva de economía circular especifican un 65% de reciclaje de residuos, un 10% de vertido y un 25% de valorización energética.

“A día de hoy estamos en solo un 35% de reciclaje y en más de un 50% de vertido”, prosigue, lo que significa que se necesita, “como mínimo, doblar el reciclaje y también la valorización energética” que se hace en el Estado.