"La pulsera telemática es el medio de protección más eficaz que existe, más que el escolta incluso”. Lo dice con sobrado conocimiento de causa Óscar Fernández Cucó, jefe de Unidad de la Ertzainetxea de Getxo e implicado en la lucha contra la violencia de género como el que más. “No se ha dado ni un solo caso, desde que se instauró la pulsera telemática, en el cual, llevando correctamente los dispositivos, el agresor haya conseguido atacar a la víctima”, destaca.

Esta medida de protección, “exclusivamente judicial”, tiene, según explica este mando, “un poder disuasorio enorme porque esas alertas y alarmas que manda tanto al agresor como a la víctima, cuando se transgrede la medida de alejamiento, hacen que la persona agresora se lo piense mucho a la hora de atacar”. Por contra, reconoce que “la pulsera telemática puede generar cierta ansiedad en la víctima por esos saltos, esos avisos”, y recuerda que esta puede renunciar a dicha medida.

El uso de estos dispositivos conlleva, además, mayor carga de trabajo. “Cuando llega un aviso, la Policía se tiene que dividir y acudir a donde está el agresor o a donde está la víctima para neutralizar el posible incidente. Estos avisos también llegan al juzgado y muchas veces no saben si hay un quebrantamiento con dolo o ha sido una casualidad, como que él iba en autobús y se ha cruzado cerca de donde estaba la víctima con su coche. Entonces, genera trabajo y esa incertidumbre también a la hora de valorar la información que aporta, pero no cabe duda de que es altamente eficaz”, reitera.

La escolta afecta a la intimidad

En lo que respecta a la escolta, Fernández Cucó admite que “es una medida que afecta a la intimidad de la víctima porque tiene que llamar con cierto tiempo para decir: Voy a salir a comprar pan. Vale, en media hora estoy. Cuando el servicio de vigilancia da una vuelta por los alrededores, ve el portal y las escaleras hasta la puerta de ella y ya tiene asegurada la zona, le dice que ya puede salir. Eso genera cierta invasión en la intimidad”, manifiesta. Al mismo tiempo, añade, “en algunas personas genera la sensación de seguridad perfecta y con el tiempo incluso llegan a tener un poco de dependencia. Hemos tenido mujeres con escolta quince años que se han habituado y cuesta decirles que ya no les corresponde porque sienten que están abandonadas, ya me dejáis de proteger, cuando no es cierto”.