Osakidetza está desplegando en los centros de Atención Primaria el Programa de Salud Infantil, que suma nuevas actuaciones y que nace con la voluntad de seguir creciendo y completándose a futuro. Emilio Aparicio ha coordinado el equipo que ha diseñado el programa y en el que desde su inicio han tomado parte en torno a 40 profesionales, la mayor parte del área de la pediatría. El objetivo del programa es mejorar la “prevención y promoción de la salud en la infancia y la adolescencia”, con citas y actividades programadas desde antes del nacimiento hasta los 14 años.El Programa de Salud Infantil que despliega Osakidetza, ¿qué cambia y qué refuerza?

—El grupo de trabajo se creó en mayo de 2020, en plena pandemia. Partimos de la humildad y responsabilidad que conlleva trabajar sobre algo en que en Atención Primaria se lleva trabajando más de tres décadas. El Programa de Salud Infantil se lleva haciendo más de 30 años, pero se apreciaba cierta variabilidad que se pretende homogeneizar en el calendario de visitas, las tareas asignadas a los distintos profesionales y la información que se daba a las familias. Hemos aprovechado para revisar y reformar todos los sistemas de registro en la historia clínica del paciente. Pero a corto, medio y, en algunas ocasiones a largo plazo, hay actividades como la digitalización de la información, sobre todo dirigida a los pacientes, que seguirán evolucionando. También contemplamos la creación de secciones de educación para la salud comunitaria.

Se plantea la atención desde antes del nacimiento hasta los 14 años.

—Queremos implantar a medio plazo, a ver si lo conseguimos para este mismo año, la vista pediátrica prenatal. Eso necesita cierto desarrollo, porque requiere colaborar con otros profesionales, como las matronas, y luego pilotarlo en algunos centros para generalizarlo en unos meses. El Programa de Salud Infantil necesita desarrollo porque es ambicioso e incluye cosas que no se hacían, como esta.

Cambios todo ellos importantes.

—Contemplamos también un cambio en otra transición, de la pediatría a la medicina familiar a los 14 años. Queremos hacer un grupo focal con profesionales de la medicina de familia, enfermería, etc. para plantear esa transición.

Se prevé la inclusión de cuatro nuevos cribados: el de la enfermedad celíaca, el de la hipercolesterolemia, el de la hipertensión arterial y el de detección de depresión mayor en adolescentes. ¿Se plantean por su prevalencia?

—Por ejemplo, el caso de la hipercolesterolemia se plantea tras una revisión profunda de la bibliografía y de lo que se está haciendo en otros países con sistemas de prevención y promoción de la salud en pediatría similares al nuestro. Se trata de prevenir desde la infancia este tipo de problemas ligados a factores genéticos y cuestiones ambientales (como la alimentación adecuada, hábitos de vida correctos etc.) que han aumentado mucho en la población en general. Problemas vinculados a la obesidad son importantes en la infancia. Se trata de registrar y ver qué niños pueden tener tendencia a que aparezcan estos problemas en edades precoces, en la infancia o de adultos jóvenes, por factores genéticos o personales, actuando para prevenirlos desde la raíz.

La depresión mayor en adolescentes es un problema que preocupa mucho y que parece que tiene mayor incidencia tras la pandemia. ¿Cómo se plantea el cribado?

—Esto lo planteamos ya en mayo de 2020, a inicios de la pandemia y cuando todavía no se sabía qué repercusión iba a tener a otros niveles. Las revisiones, trabajos y guías de práctica clínica previas a la pandemia ya constataban que la prevalencia de la depresión mayor en la adolescencia es apreciable. No es escandalosa, pero sí apreciable. Según todos los indicadores, ha aumentado a causa de la pandemia, pero nosotros ya nos los habíamos planteado antes.

¿Y en qué consiste este cribado?

—Es algo sutil. Aprovechamos las competencias que por formación tenemos los equipos de pediatría para realizar el seguimiento longitudinal de los factores de riesgo de los niños y también de las familias, desde que nacen hasta la adolescencia. Cuando llegan a esta edad, en la historia tenemos registradas muchas cosas, si han sufrido bulliying, si han tenido problemas psicosociales... Les conocemos y conocemos a sus familias, que también emiten señales, y a las que preguntamos.

Son muchos factores a tomar en cuenta.

—Con todo este conjunto de datos elaboramos una tabla de factores de riesgo estructurada, tratamos de estandarizar la información para saber de forma más objetiva a quién tenemos que derivar al servicio de salud mental infanto-juvenil. Si tenemos dudas disponemos de una herramienta sencilla, que es un cuestionario breve que tenemos integrado a la historia clínica. Pero no preguntamos a todos, solo a los que tenemos dudas. Porque no se trata de crear problemas donde no los hay, sino de detectar a tiempo y poder variar. Hay que tener en cuenta que la prevalencia de la depresión mayor entre adolescentes, de 12 a 18 años, no es baja. Hay estudios a nivel internacional que la cifran entre el 5% y el 8%, más en chicas que en chicos. Es algo en lo que merece la pena incidir.

¿Es un programa que propicia que distintos especialistas se coordinen en la atención?

—Sí. Una de las cosas nuevas que estamos haciendo con el programa es crear grupos focales. Generamos grupos de trabajo con profesionales que no están en Atención Primaria pero que inciden directamente en las actividades del programa, como endocrinos, especialistas en nefrología, psicólogos y psiquiatras, profesionales de la salud buco-dental, pediatría social... Hemos creado varios grupos, aunque quedan algunos pendientes. En mayo vamos a crear otros dos. Todo esto se genera para seguir trabajando, avanzando, durante años. En aquellas necesidades que vayamos viendo dentro de cada área contaremos con profesionales de pediatría, especialistas e incluso personas que no son sanitarios, como profesionales del trabajo social.

Hace referencia de forma repetida a la obesidad infantil. ¿La educación en alimentación desde la infancia es algo a lo que se va a prestar especial atención?

—Esto se viene haciendo desde siempre. La alimentación es una parte fundamental del Programa de Salud Infantil desde que se nace, promoviendo la lactancia materna. No se baja la guardia cuando empiezan a los seis meses a comer otro tipo de alimentos y así toda la infancia. Lo que hemos tratado es de mejorar, actualizando la información que se da a las familias y digitalizándola para que puedan acceder a ella a través de Osasun Eskola.

¿Qué es Osasun Eskola?

—Es una plataforma que pone Osakidetza a disposición de la ciudadanía para dar contenidos de promoción y prevención en todas las áreas de la salud. Nosotros queremos aprovechar esta herramienta porque hoy en día la digitalización es un objetivo que, en este caso, puede facilitar mucho la comunicación y el empoderamiento de las familias. En el tema de la obesidad tenemos otra herramienta, que no es propiamente del programa, que se está poniendo en marcha ahora y que se llama El Viaje de Mangols.

¿Y qué propone?

—Lo ha creado fundamentalmente una pediatra de Atención Primaria de Araba. A grandes rasgos, es un videojuego para que niños y niñas y adolescentes que tengan obesidad puedan ir adquiriendo conocimientos para aprender a comer mejor, motivarse y controlar el peso.

Se ha establecido un calendario de visitas, ¿difiere de lo que se conocía como revisiones?

—Con el calendario de visitas en Salud Infantil aquí, en EE.UU., en Inglaterra, Australia o cualquier país donde existen programas de larga trayectoria, se trata de ver en consulta a los menores en algunas edades concretas para intentar que no den problemas en determinadas patologías que son más frecuentes en cada etapa. Pongamos un ejemplo, la displasia de cadera en un lactante pequeño. Esto no da la cara hasta que empieza a andar, lo que puede ser al año y pico. Si no lo detectas de nacimiento puede dar secuelas permanentes, pero si lo detectas al nacimiento la solución es sencilla y a la larga no dará problemas. Y así también en otras patologías que tratamos de detectar en casos precoces cuando tienen buena solución, lo que denominamos prevención secundaria. Cuando se realiza una acción para que no se contraiga una enfermedad, como es la vacuna, hablaríamos de prevención primaria.

¿De qué forma se estructura este calendario?

—Estructuramos el calendario según edades, en concreto se proponen 15 visitas. Las revisiones comienzan al nacer y siguen al mes, dos meses, cuatro meses y así hasta los 13 años, cuando se realizaría la última.

¿Cómo se ha articulado el trabajo de elaboración del programa?

—Partiendo de la humildad y la responsabilidad al incidir en algo en lo que se venía trabajando 30 años. No inventamos nada, sino que revisamos. Se creó un grupo de trabajo que en mayo cumple dos años. Tiene vocación de seguir para desarrollar todo lo previsto y hacer una revisión de calidad. Se creó con 30 personas, al principio con 24 profesionales de la pediatría y personal de enfermería de Atención Primaria de Euskadi, además de personas de apoyo a nivel informático, de calidad, de investigación y de formación que nos han ayudado mucho. Ha sido un grupo de trabajo coordinado y con unas directrices que se han ido reformulando. Contando las bajas por jubilación y las nuevas incorporaciones, hablaríamos de 40 personas. El trabajo en equipo ha funcionado de forma maravillosa. Se ha conseguido que todos aportemos y aprendamos y mejorar sobre la marcha, implementando cosas que no pensábamos que podríamos llegar a implementar.