Azucena Rodríguez lleva aproximadamente tres años en Euskadi como solicitante de asilo y está a la espera de resolución. Explica que fue usuaria de CEAR y ahora trabaja como voluntaria en la organización que le ayudó. Colabora en el programa Arnasten, dirigido al ocio y tiempo libre de las personas migrantes.

¿Cómo llegó a colaborar con CEAR Euskadi?

—Yo misma fui usuaria de CEAR. Soy de El Salvador y cuando empecé a formar parte de esto pensé que la mejor manera de saber y entender las circunstancias por las que están pasando estas personas es haberlo vivido de la misma manera que ellos. Sé que siempre son historias distintas, porque cada persona, cada usuario, es un mundo, pero tengo una idea de lo que es sentirse en esa posición de llegar a un sitio y necesitar ayuda. También el hecho de conocer el grupo de tiempo libre y ver cómo funcionaba me animó a querer ayudar a esas personas que están en una situación similar a la que yo estuve.

¿Qué hace como voluntaria?

—El grupo de Arnasten está conformado por siete voluntarios activos y nuestra misión es fomentar la inclusión de las personas solicitantes de asilo y ayudarles a desarrollarse personalmente y ser un poco más independientes. A través de las actividades que desarrollamos tratamos de enseñarles herramientas que podrían serles útiles. También abordamos actividades culturales y políticas, y tratamos de hacerles partícipes de su propia lucha.

¿Qué tipo de actividades?

—Son actividades que normalmente se hacen los fines de semana y entre ellas se incluyen las que las propias personas usuarias nos comentan que les gustaría hacer. Si hay alguna manifestación a favor de los derechos humanos, por ejemplo, también tratamos de que participen. Puede haber talleres, charlas... Actividades que les pueden ayudar a integrarse en la sociedad.

¿Le afecta escuchar las historias de las personas a las que acompaña en Arnasten?

—Sí, conmueve escuchar las historias realmente duras de estas personas. Mis compañeros y yo siempre estamos en la disposición de escucharlas porque las personas se quieren desahogar, vemos que simplemente el hecho de ser escuchadas las reconforta. Aunque nosotros estamos más centrados en acompañarles en actividades de ocio también tratamos de escucharles y si son cosas demasiado duras o que necesitan algún otro tipo de atención contactamos con los integradores o con los trabajadores sociales.

Mientras realiza voluntariado está esperando a que se resuelva su situación, ¿no?

—Sigo en el proceso de obtener el asilo y cada seis meses tengo un seguimiento para ver si me aceptan o me deniegan la solicitud. Espero poder regular los papeles para poder estudiar en la Universidad o hacer una FP. Y, al mismo tiempo, colaboro con CEAR Euskadi porque realmente siento que el voluntariado realiza mi vocación de querer ayudar a las demás personas.

“Conmueve escuchar las historias realmente duras de las personas que llegan; el simple hecho de ser escuchadas las reconforta”