I todos han gestionado la pandemia sobre la marcha, los padres y madres no iban a ser menos. Lo mismo han coreado Sobreviviré que se han hundido bajo cada ola. Y todo esto con sus hijos e hijas sin quitarles ojo, metiéndose en su cama porque tienen pesadillas con las PCR o preguntando si ellos también pueden morir. La cosa va para largo, así que la psicóloga Ana Sáenz, tras más de 37 años de experiencia en el Área de Salud del Ayuntamiento de Bilbao, se presta a echarles un cable.

Vuelta al cole desanimados

Hay que decirles que les costará

Tras el confinamiento, el inicio del curso supuso un subidón, pero después de las vacaciones de Navidad los ánimos de algunos van decayendo. "Cuando veía los carteles de Todo va a salir bien, pensaba: Bueno, es un proceso que es necesario trabajar. A los adultos les costó ser conscientes de que estamos en una situación de emergencia y aún no han asimilado que nunca va a ser como antes y que va para largo. No están elaborando bien los pequeños duelos de todo lo que ya no puede ser y sus hijos e hijas son un reflejo de ellos. La sociedad favorece el engaño de No pasa nada, pero los niños y niñas tienen que saberlo. Hay que explicarles que les va a costar estar en la escuela, mantener la mascarilla y estar con los amigos de esta forma. Hablarles de la realidad con tranquilidad. Los niños y las niñas están bien si los adultos ayudamos a elaborar", explica Sáenz.

Lloreras por las mañanas

A veces ni ellos saben qué les pasa

Hay menores, que otros años iban al colegio sin problemas, a los que hay que llevarles a rastras e incluso entre lágrimas. "Puede que un día se despierte diciendo: No quiero ir. Debemos preguntarle: No quiero ir¿Qué te pasa?y no enfadarnos si no contesta porque no siempre lo saben. Podemos decir: ¿Será porque€? Puede ser porque se le dan mal las sumas o porque está viviendo una situación que le genera inseguridad. Lo importante es que les expliquemos concisamente, pero bien, las cosas. Si nos quedamos sin trabajo o estamos en ERTE, les diremos: Estamos viviendo una situación difícil, pero los adultos nos ocupamos de ello. El adulto es el que da la seguridad poniendo nombre a las situaciones y hablándolas", expone la psicóloga.

La escuela, como "una cárcel"

Comentarios oídos a los padres

Mascarillas, una parcela para jugar en el patio, distancias de seguridad... Con tantas restricciones hay críos que comparan la escuela con "una cárcel". "Algunas expresiones se les ocurren a ellos y otras se las han oído a los adultos. Si estos dicen: Pobrecitos, se sienten encerrados, eso no ayuda. Sin embargo, si dicen: No es una cárcel, son medidas para cuidarseOtra cosa es que tengamos dudas y trabajemos entre los adultos para proponer mejores alternativas sin generarles confusión ni inseguridad", apunta esta profesional.

Menores hablando de muerte

La verdad acorde con su edad

Más allá de la curiosidad que les suscita toparse con una esquela en el portal, el tema de la muerte ha estado muy presente en las conversaciones con menores este último año. Pese a ello, sigue siendo un tema "tabú" y algunos progenitores tratan de esquivarlo. "Un niño escuchó la tele y dijo: ¿Que este finde ha muerto tanta gente? Su madre le contestó que no habían dicho muerto, sino vuelto. Es como cuando ven un pajarillo y les decimos: Estará dormido. Un error porque la muerte forma parte de la vida y tienen que ser conscientes: Es verdad, está muerto, algo le habrá pasado. Hay que explicarles en cada edad lo que pueden procesar. Para los menores de 5 años la muerte generalmente no es irreversible, por lo que hay que decirles que estamos en una situación en la que nos tenemos que cuidar y si nos cuidamos, no nos vamos a morir. A veces nos asustamos porque nos hablan de la muerte o hacen un dibujo de uno muriendo por el virus. Dibujarlo o hablarlo les ayuda a elaborar eso que les genera inquietud. Parece que no hay que hablar de lo que nos genera dolor y es al revés, hablándolo se procesa", argumenta.

¿Y yo también me puedo morir?

Si nos cuidamos, tardaremos más

Que padres y madres no se relajen. Puede que ya tengan controlado hablar de la muerte de otros, pero cuando menos se lo esperen les sorprenderán: ¿Y yo también me puedo morir? "Hay que ser sinceros: Todos nos podemos morir, pero si nos cuidamos, tardaremos mucho más Es decir, se mueren antes las personas mayores, los que no se cuidan o conducen a 200 kilómetros por hora. Tú, si te cuidas, vas a durar mucho. Y si te pregunta: ¿Tú te vas a morir?, contestar: Pues antes que tú seguramente Hay que decir la verdad de manera concisa, sin demasiadas explicaciones, porque antes o después vivirán una muerte cercana", aconseja esta psicóloga, que ha trabajado el duelo en aulas donde ha fallecido algún alumno. "También hay que entender que la situación de vulnerabilidad e incertidumbre que existe trae fantasías de muerte, aunque no estemos hablando de muerte literal", señala.

Tener pesadillas con las PCR

Al soñar elaboran esa situación

No es lo mismo divisar la pandemia desde la barrera que ver cómo cierran tu aula por un brote, tener que guardar cuarentena por positivos en la familia o que te hagan varias PCR. Algunos menores sueñan con ellas. "Hay que aclarar que no toda experiencia impactante es traumática. Otra cosa es que se pasen un mes con pesadillas de PCR, pero que una noche sueñen que se la han hecho significa que su psiquismo está elaborando esas situaciones, que es verdad que están siendo duras. Por eso es importante saber que estamos viviendo una situación de emergencia social que implica muchos dolores y una gran perturbación en la vida cotidiana", remarca Sáenz.

¿Cuándo ir a un especialista?

Si hay sufrimiento y es recurrente

En esta pandemia que todo lo justifica, desde la apatía o la tristeza hasta los malos sueños, puede surgir la duda de cuándo conviene consultar con un especialista. "Hay que acudir a un profesional cuando hay mucho sufrimiento y es recurrente. Ahora bien, hay malestares cotidianos que no hay que patologizar pero que sí generan sufrimiento y hay que atender. Los consideramos normales, como que los hijos e hijas duerman en nuestra cama o tengan más dependencia de nosotros que la que tienen que tener, pero no lo son. Es lo que se genera por no haberles ayudado a crecer de manera autónoma y adecuada", advierte.