El Hospital Universitario Donostia afronta "tensionado", aunque sin llegar al "desbordamiento", la segunda ola de la pandemia como centro de referencia de Gipuzkoa, un territorio en el que esta nueva avenida del virus ha adoptado dimensiones de tsunami al alcanzar unas de las tasas de incidencia más altas de España a mediados de noviembre.

Gipuzkoa se ha convertido en otoño en el epicentro de la propagación en Euskadi del covid-19, cuyo primer impacto en marzo se registró en el Hospital de Txagorritxu de Vitoria e hizo de Álava una de las áreas más afectadas.

En los peores días de principios de abril Gipuzkoa registraba una incidencia acumulada de 161 casos por cien mil habitantes mientras la de Álava era de 520 y la de Bizkaia de 314; en la semana previa al inicio de la fase 3 de la desescalada, entre el 1 y el 7 de junio, llegó incluso a registrar durante siete días consecutivos una tasa de cero contagios.

Sin embargo, tras los primeros brotes detectados en julio, la tasa inició un ascenso que alcanzó un primer máximo de 364 en septiembre y, tras un descenso, a mediados de octubre los números crecieron progresivamente en el País Vasco en general y en Gipuzkoa en particular hasta alcanzar una tasa de 1.113 casos el 12 de noviembre, el pico de la segunda ola.

Esta avalancha de contagios con su correspondiente derivada en hospitalizaciones, que se van ralentizando en la medida en que se doblega la curva, es la situación a la que se enfrenta el Hospital Donostia, uno de los mayores centros sanitarios del País Vasco junto con Cruces (Bizkaia) y Txagorritxu (Álava), con alrededor de 1.000 camas y más de 30 quirófanos.

En circunstancias previas a la covid-19 registraba 300.000 estancias anuales, 50.000 intervenciones quirúrgicas, 350 urgencias diarias y 57.139 ingresos, según datos de Osakidetza, que no ha facilitado cifras detalladas sobre contrataciones y ocupaciones de las UCI en este hospital, más allá de los informes que publica a diario.

El Hospital Universitario Donostia (HUD) es fruto de un proceso de unificación en un único complejo hospitalario, que culminó en 2001, del antiguo Hospital de Enfermedades del Tórax (actual edificio Amara), la Residencia Sanitaria del Seguro Obligatorio de Enfermedad Nuestra Señora Aranzazu (actual edificio Aranzazu) y el antiguo Hospital Provincial (actual edificio Gipuzkoa).

El centro cuenta con una plantilla de alrededor de 7.000 personas entre fijos y eventuales, según fuentes sindicales. Está integrado en la Organización de Servicios Integrados (OSI) Donostialdea, que atiende a una población de cerca de 400.000 personas, incluye 32 centros de salud y ambulatorios, y unos gastos de explotación de más de 515 millones de euros, según consta en la Memoria de 2018.

La pandemia ha obligado al hospital a mantener una separación de pacientes y circuitos diferenciados para casos de sospecha de covid-19, casos confirmados y pacientes libres de la enfermedad, según se recoge en el Plan de Contingencia elaborado por Osakidetza que contempla cinco escenarios en función del grado de gravedad de la situación.

A principios de noviembre el hospital pasó al escenario 2, ya que las 47 camas UCI habituales con las que cuenta el Centro de Medicina Intensiva y las 10 de Reanimación (REA) estaban llenas, por lo que se amplió una "zona anexa" con otras 18 camas, lo que arroja un total de 75 camas para cuidado de críticos. Según el Plan de Contingencia, en un escenario 5 el hospital podría alcanzar las 157 camas UCI.

En cuanto a las hospitalizaciones en planta, tras llenarse la planta de infecciosos en la que, en principio, ingresaban los pacientes covid se sumaron las plantas segunda y cuarta del edificio Amara para atender a estos enfermos.

En este sentido, Pilar Mendia, del sindicato de enfermería SATSE, cuestiona la capacidad "real" a la hora de atender todas las camas para críticos que establece el plan de contingencia ya que los equipos están pero "falta personal", aunque reconoce que la situación es "mucho mejor" que durante la primera ola, cuando la urgencia hizo que se habilitaran quirófanos para críticos.

Mendia insiste en que lo peor es el "cansancio físico y emocional" del personal y no descarta que se produzcan episodios de estrés postraumático cuando todo acabe. "Estamos reventados", afirma.

Por su parte, desde el Sindicato de Médicos de Gipuzkoa, el médico de Urgencias Jesús Avilés considera que el sistema está "tensionado pero no sobresaturado", y aunque los sanitarios trabajan "incluso más" que en la primera ola "el trabajo es mejor", con más preparación y "más tranquilidad, entre comillas", asegura.

"Probablemente atendemos a más pacientes pero de forma diferente ya que tenemos más recursos, más conocimiento y también menos miedo a contagiarnos porque sabemos cómo hacer mejor las cosas", afirma.

No obstante, remarca la necesidad de contratar "más personal sanitario" ,de reforzar la ventilación de las áreas covid y de suministrar mascarillas FFP2 también al personal que trabaja en el circuito no covid.

En el País Vasco, en su conjunto, las camas de las unidades UCI ocupadas por pacientes con coronavirus están algo por debajo del 30 por ciento del total, según los datos del Ministerio de Sanidad.

Fuentes del sindicato ELA señalan que en la OSI Donostialdea se han contratado 67 enfermeras que deben atender a la campaña de vacunación de la gripe y los cribados masivos, una cifra que consideran insuficiente. El personal está "muy cansado", señalan desde la representación sindical en el Hospital Donostia, que consideran que la situación del centro "supera" la fase 2 del plan de contingencia y se corresponde más con un escenario "2,85".

Esta coyuntura inédita provocada por la pandemia se vive dos años después de que Oskidetza llevara a cabo en San Sebastián un premonitorio simulacro de enfermedad infecciosa, dirigida en esa ocasión al ébola. Los participantes no pudieron imaginar que dos años después la pesadilla se haría realidad bajo otro nombre y dejaría solo en Gipuzkoa 566 muertes, según los registros del Departamento de Salud, y más de 2.500 en el País Vasco.