EL mismo modo que hace años se pusieron de moda las tres Erres (reciclar, reducir y reutilizar) para buscar la complicidad ciudadana en la lucha contra el calentamiento global, esta pandemia de dimensión planetaria como la crisis climática, ha servido para revisitar ese mantra colectivo y darle un aire sofisticado y mundano a la vez. En esta ocasión, la letra C ha sido consagrada para despertar las dosis necesarias de madurez individual y grupal con que afrontar los próximos envites del SARS-CoV-2, que los habrá.

Y como la vacuna salvadora o el tratamiento tranquilizador tardará todavía meses, muchos, en llegar, desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) han decidido repetir un esquema de éxito y proponen un trío de cés que deben ser evitadas a toda costa para mantener a raya al patógeno. A saber: esquivar los espacios cerrados; alejarse de los lugares concurridos y tercero, mucha precaución con la cercanía de los contactos. Medidas básicas que ya imperan en el nuevo orden mundial, nueve meses y más de un millón de muertos después de que la civilización humana haya conocido al virus nacido en la ciudad china de Wuhan.

En realidad, la ristra de palabras que empiezan con la letra C que están vinculadas ya de por vida a la pandemia son más. Casi tantas como las veces que alguien habla del virus: covid, coronavirus, crisis, colapso, curva, confinamiento, contagio, confusión, comunicación, cuarentena, condolencias,… Y por si fueran pocas, las instituciones, los agentes socioeconómicos y los profesionales que a diario se baten el cobre en la lucha contra la desinformación, la desigualdad y la pobreza, y la muerte también han escrito su particular catecismo con solo 3 mandamientos que también empiezan con la letra C: Ciencia, Cogobernanza y Concienciación.

Hace pocos días medio centenar de sociedades científicas que representan a más de 170.000 profesionales sanitarios, publicaban un documento dirigido a los políticos bajo el título En salud, ustedes mandan, pero no saben, en el que les instan a dejar el enfrentamiento y hacer frente a la pandemia del covid-19 con criterios comunes de base exclusivamente científica. Y fue allá por los tiempos duros del confinamiento y de la desescalada cuando el lehendakari Urkullu -y después otros dirigentes- abrió el camino y apostó decididamente y en repetidas ocasiones por la cogobernanza, esa nueva forma de gobernar más cercana que no pierde de vista el escenario global y que, además, conjuga los intereses públicos, privados y civiles.

Hace pocos días precisamente, fue la presidenta de la Rioja, Concha Andreu (PSOE) quien proponía a sus homólogos “trabajar en la cogobernanza y tomar decisiones en función de los datos”. Solo uno: La media de muertes diarias por covid-19 a lo largo y ancho del mundo se ha situado entre las 4.000 y 5.000 en las últimas semanas. Y las evidencias científicas corroboran que la propagación del virus, de nuevo en modo despegue, se puede contener “eficazmente” con la aplicación y el cumplimiento de ese kit básico de medidas de salud pública “probadas y comprobadas”: mascarilla, higiene y distancia.

Otra cosa es que los mensajes no lleguen con la claridad deseada, ni a la clase política ni a la población. Quienes han estado -y están- en la primera línea lo saben bien. Ricardo Cubedo, Adjunto del Servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario Puerta de Hierro de Madrid lo sintetizaba a la perfección: “Hemos aprendido mucho en estos meses de qué hacer con los pacientes enfermos y en los hospitales, pero algo no hemos aprendido bien para evitar los contagios; y me temo que la comunicación hacia la población ha dejado bastante que desear”.

De ahí que los profesionales de la sanidad pública, sean del color que sean, lleven tiempo apelando a la responsabilidad colectiva de cada persona en el cumplimiento de las normas, y a los medios de comunicación en transmitir con claridad y evidencia científica los mensajes vinculados a la pandemia que a diario sacuden las redacciones. De momento, se dice que el SARS-CoV-2 “muta poco”. Han calculado que lo hace cada dos semanas, aproximadamente; mucho menos que el virus de la gripe estacional.

Un largo camino

Una noticia esperanzadora para el desarrollo de las futuras vacunas, aunque también hay otras voces que temen que esa dinámica cambiante de la pandemia se convierta en un reto más para evaluar la eficacia de las vacunas. En lo que sí coinciden las comunidades científicas, los organismos internacionales y la mayoría de los gobiernos -incluido el vasco- es que queda un largo camino por recorrer hasta que haya un tratamiento seguro y eficaz. En París, por ejemplo, su alcaldesa, Anne Hidalgo, ya ha sugerido a sus conciudadanos que esta situación puede prolongarse “entre doce y 18 meses”. Y en Euskadi, más recientemente, desde el Ejecutivo vasco se ponía sobre aviso a la población: “Este escenario en el que la vida normal se ve condicionada puede durar más de lo que nos gustaría”.

De momento y como mínimo, primavera de 2021. El ministro español de Sanidad, Salvador Illa habló este pasado viernes de 5 o 6 meses “complicados”; y la Agencia Europea de los Medicamentos, ese mismo día, vaticinaba que “si todo va bien, las primeras dosis importantes” podrían llegar durante el primer semestre del año que viene. Además, como ya han advertido desde la OMS, cuando efectivamente exista esa vacuna segura y eficaz, la oferta inicial será limitada y se dará prioridad a trabajadores esenciales y personas más expuestas. Dicho de otro modo: “Habrá que vacunar a algunas personas en todos los países, en lugar de a todas las personas en algunos países”.

De ahí la importancia de atender y respetar ese particular abecedario compuesto por letras cés que están marcando la evolución del SARS-CoV-2 en Euskadi y en todo el planeta. La OMS, otra vez, a través de su Dirección para Europa, ya ha avisado que la relajación de medidas para contener la transmisión del coronavirus puede provocar que en enero se produzcan entre cuatro y cinco más muertes por covid-19 que las registradas este pasado mes de abril.

Y en medio de esta lucha sin fin contra el patógeno y de esta contrarreloj para obtener una vacuna, no podía faltar la intermediación del Papa Francisco quien además de alabar “la grandeza de la ciencia” quiso poner el acento en otro elemento tanto o más decisivo para mantener a raya al virus: “La generosidad” y “el valor” de las personas en la adopción y el cumplimiento responsable de esa tripleta de cés ‘patrocinada’ por la OMS: evitar los espacios cerrados, el contacto cercano y los lugares concurridos.

Los profesionales de la salud llevan tiempo apelando a la responsabilidad colectiva de cada persona en el cumplimiento de las normas

Todos coinciden en que todavía queda un largo camino por recorrer hasta que haya un tratamiento seguro y eficaz