Sin cartas físicas, con la distancia reglamentaria entre mesas y sin poder utilizar las barras; los locales hosteleros del territorio entraron ayer en la nueva fase de esta desescalada permitiendo el acceso de los clientes a su interior. Entre ellos, los restaurantes, la gran mayoría de ellos cerrados desde aquel lejano 13 de marzo. Las limitaciones de aforo siguen pesando como un lastre para alcanzar la delicada rentabilidad del negocio y, según los cálculos de la Asociación de Hostelería de Bizkaia, ni siquiera la mitad de los que podían hacerlo levantaron ayer la persiana. Un simple recorrido por Bilbao daba cuenta de la situación; la imagen de clientes sentados a la mesa contrastaba con las persianas cerradas de un gran número de ellos. "Había que abrir; entre todos tenemos que ir intentando tirar hacia adelante y recuperar la normalidad, es lo principal. Pero no lo haces porque sea rentable; lo único a lo que puedes aspirar es a perder menos de lo que pierdes estando cerrado", reconocía Adolfo de Andrés, del Gure Kabi.

Lentejas, vainas, ensalada y arroz a la cubana de primero; salmón a la plancha, pollo asado, pimientos rellenos de pescado y revuelto de gulas de segundo. Es el menú del día que habían preparado en este conocido restaurante de Indautxu. A la carta, completa, se podía pedir besugo, aunque las kokotxas y las almejas todavía escasean. "Nos traen el producto según les llega", explicaba su propietario, que abrió ayer por primera vez sus puertas "con preocupación pero con muchas ganas", al no poder abrir su terraza por las obras que se están ejecutando en la calle. Lo hacía con medio centenar de comensales que ya habían reservado su mesa -casi completo el comedor de carta, con grupos de hasta ocho personas-, la mayoría clientes habituales, a los que se sumarán algunos más de cara al fin de semana. "Hemos abierto por eso; nuestros clientes son fijos y nos han llamado mucho para preguntarnos. Había que abrir. El mismo día que avisamos que abríamos hoy ya estaban reservando. Un cliente que viene hoy cumplió el viernes 90 años y me decía que lo que más le había fastidiado era no poder venir a celebrarlo a mi casa", explicaba.

Casi lleno Disponiendo de únicamente la mitad de sus mesas habituales, catorce entre sus dos comedores, tendrán el local prácticamente lleno. "Hay que mantener las distancias; aunque cuando vienes a comer tienes que quitar el miedo, todavía es el primer día y la gente está preocupada", comprendía. Las medidas de higiene son extremas; gel hidroalcohólico, mascarillas y guantes en cada rincón de las salas, limpieza de mesas y sillas tras servicio, mascarilla para todo el personal, no hay pintxos expuestos en la barra y hay hasta un termómetro láser en la entrada. Un certificado da fe de que el local ha sido desinfectado antes de la apertura y han cambiado hasta los mandos de los lavabos, por unos por sensores, para que los clientes no tengan que tocar los grifos. De momento solo darán comidas a diario, y cenas únicamente viernes y sábado. "Todavía no hay muchas oficinas abiertas, los hoteles están cerrados... Veremos cómo va".

En el restaurante Lasa, en la calle Diputación, se han eliminado hasta las cartas físicas; un código QR, pegado en una esquina de las mesas, permite al comensal conocer el menú. Hay que esperar para ser atendido si uno se quiere sentar en una mesa, una alfombra antimicrobiana da la bienvenido al local y hay letreros que recuerdan la necesidad de llevar mascarilla y mantener las distancias. "Estamos todos nerviosos, como de primer día de colegio. Hay tanta norma y es todo tan nuevo...", reconocía Susana Martínez García. "Pero estamos contentos; la gente está siendo muy colaboradora y no han parado de entrar clientes; no habíamos abierto y ya había algunos que querían entrar".

Abierta la terraza desde el 13 de mayo, la cervecería Casco Viejo de la plaza Unamuno pudo ayer acoger a clientes en el interior del local. "Teníamos nueve mesas, ahora cinco, y siempre está llena, muchos días con cola", contaba Koke Quintana. Recibían a sus primeros clientes en el restaurante con ilusión, "muchas ganas de que vaya volviendo la normalidad", un aforo limitado a 50 comensales, estrictas medidas de higiene -"hay que limpiar el baño prácticamente después de cada uso"- y una carta reducida a bocadillos, hamburguesas y raciones. "Estamos contentos, ha sido una mañana muy buena y para cenar tenemos ya un par de grupos. Iremos ampliando la carta si la gente responde bien", avanzaba Quintana, con un aforo que ha quedado en 50 comensales.

Todavía sin datos objetivos, desde la Asociación de Hostelería de Bizkaia, su gerente Héctor Sánchez calculaba que menos de la mitad de los establecimientos que hoy podían haber abierto sus puertas lo han hecho. "El hostelero es el primer interesado en abrir porque ha dejado de facturar pero no se trata de abrir por abrir; abres para que sea rentable. Y para la mayoría todavía es complicado en estas condiciones. Por ejemplo, los que atendían a trabajadores de oficinas han perdido sus clientes potenciales, por jornadas intensivas, ERTE o teletrabajo", decía. Confía en que el periodo de 15 días entre fases se reduzcan. "No descartaría que la próxima semana Euskadi pueda pasar a la fase 3 y se recorte la desescalada".