El Departamento de Educación ha remitido hoy a los ministerios de Educación y Universidades una carta para fijar la postura del Gobierno vasco sobre la celebración de la selectividad tras la suspensión de las clases debido al coronavirus. La Evaluación de Acceso a la Universidad (EBAU) no se debe suspender; debería realizarse entre el 24 de junio y los últimos días de julio, como muy tarde; se debería reducir el temario y flexibilizar las pruebas, así como los criterios de evaluación. Estas son las reclamaciones básicas que el Gabinete de Cristina Uriarte defenderá en la Conferencia Sectorial de educación que se celebrará el miércoles de forma telemática junto al resto de comunidades y las universidades.

Para fundamentar su propuesta, el Departamento se ha basado en varios factores: las fechas de matriculación del Sistema Universitario Vasco, el hecho de que Euskadi hace años que no hace las repescas en setiembre -sino en junio- y en la posibilidad de que las clases se retomen “pasadas las vacaciones de Semana Santa” o que la cuarentena vaya más allá de esa fecha. Por todo ello, el Gobierno vasco planteará que la convocatoria ordinaria de la EBAU se haga “entre el 24 de junio y 10 de julio” y la extraordinaria “durante los últimos días de julio”, lo que respetaría los límites máximos establecidos el martes en la Conferencia Sectorial marcada por la alerta sanitaria: el 10 de julio y 17 de setiembre.

Respecto a la estructura y los contenidos de la EBAU de este año, Lakua propone “adaptar las pruebas actuales, reduciendo el temario” para dar mayores posibilidades al estudiante en las diversas partes de la prueba, como la de elegir entre varios temas, preguntas, textos o problemas. Asimismo, se pide “flexibilizar” el tipo de pruebas y “revisar” los criterios de evaluación, de modo que los exámenes recojan los contenidos “relevantes tratados en los diversos periodos del curso”.

El equipo de Uriarte también pondrá sobre la mesa que el estado de alarma socave “el pleno respeto a las competencias en materia de educación” de Euskadi que, por ejemplo, regula la enseñanza de Euskera y Literatura Vasca, además de definir parte del currículum de muchas otras asignaturas. Si ir más lejos, en la selectividad del año pasado cayó en Historia el tema de La dictadura franquista en el País Vasco (1939-1975) y un artículo de opinión de Anjel Lertxundi como comentario en Lengua y Literatura Vasca, algo que no se toca fuera de la CAV.

La insistencia en el respeto “imprescindible” al ámbito competencial vasco hace pensar que el Ejecutivo de Iñigo Urkullu se opondría abiertamente a la posibilidad de que se celebrase una prueba común para todas las comunidades y en las fechas que disponga el Gobierno central. Y es que aunque sean unos tiempos excepcionales, el coronavirus no ha cerrado el debate sobre la conveniencia o no de hacer una selectividad única. Esta polémica no es algo que haya surgido con la cuarentena, sino que colea desde los tiempos en los en que el popular, José Ignacio Wert, estaba al frente del Ministerio de Educación y cuya reforma educativa -la Lomce- ha desembocado en la progresiva recentralización de la enseñanza en el Estado español.

Revisión de la selectividad

Además de esta realidad, cabe recordar que antes de que el COVID-19 obligase a cerrar colegios, institutos y universidades, tanto el Ministerio, como las comunidades y universidades estaban inmersas en el proceso de análisis del modelo de selectividad porque desde hace dos años algunas comunidades denuncian que el formato de selectividad descentralizado hace que los exámenes sean más fáciles en unas comunidades que en otras, generando un agravio para el alumnado de aquellas zonas en la que, desde su punto de vista, las pruebas son más complicadas.

Hasta la fecha el Ministerio que dirige la socialista Isabel Celaá, incluso estando en funciones, se ha mostrado contrario a la puesta en marcha de una selectividad única. Anunció que en noviembre una comisión técnica iba certificar si existe homogeneidad en el grado de exigencia y en los mismos criterios de evaluación y penalización de los exámenes, como las faltas de ortografía. En enero, la propia Celaá informó de que la selectividad iba a mantener el mismo diseño que el año pasado, entre otras cuestiones, porque no se había reunido la comisión que debía comprobar la veracidad de la tesis de quienes enarbolan la idea del examen único y centralizado.

En estos momentos la polémica, o mejor dicho, la emergencia es otra. Lo urgente es conocer cuándo y cómo se va a realizar la selectividad definitivamente si el alumnado de 2º de Bachillerato lleva dos semanas sin ir a clase y no se sabe cuándo se podrá poner fin a la suspensión de la actividad lectiva presencial. Y es que los nervios de los 11.000 bachilleres vascos para poder lograr la nota de corte de la carrera que desean estudiar son los mismos de siempre, si no más en un curso tan atípico como este. Un curso único.