China anunció ayer que ha comenzado los ensayos clínicos en humanos de una vacuna contra el coronavirus desarrollada “con éxito” por la Academia Militar de Ciencias y preparada para “una producción a gran escala, segura y efectiva”, aunque habrá que esperar todavía varios meses para su uso masivo.

Horas después de que Washington comunicase el inicio por su parte de las pruebas en humanos de una vacuna, Pekín hacía lo propio y aseguraba además que los procedimientos para ponerla a disposición de la población serán más rápidos en el gigante asiático que en Estados Unidos, según el diario Global Times.

Sin embargo, este mismo medio, perteneciente al todopoderoso Diario del Pueblo -el órgano oficial del Partido Comunista Chino-, advirtió de que la vacuna probablemente no estará disponible para un uso masivo hasta un periodo que fija entre un año y 18 meses.

Se trata en cualquier caso de la primera vacuna, de las muchas que se intentan desarrollar en varios laboratorios chinos, que se somete ya a pruebas en humanos, desde el lunes.

Ha sido concebida por un equipo militar de investigación médica encabezado por la epidemióloga y general de división del Ejército Popular Chen Wei, que se desplazó a la ciudad de Wuhan, el foco de la epidemia, para trabajar en una vacuna en colaboración con la compañía de biotecnología CanSino Biologics con sede en la ciudad septentrional de Taijin.

Precedente exitoso con el ébola Chen es conocida en China por haber desarrollado en 2014 la primera vacuna en Asia y la tercera en el mundo para combatir el virus del ébola.

Según los medios chinos, los militares tienen ventajas frente a los laboratorios o compañías privadas en el desarrollo de vacunas ya que afrontan menos restricciones a la hora de trabajar en lugares con condiciones experimentales óptimas, como en este caso el epicentro del coronavirus en Wuhan.

“La epidemia es como una situación militar. El epicentro equivale al campo de batalla”, aseguró la investigadora médica militar en declaraciones que recoge la prensa local.

Chen y su equipo se instalaron en el Instituto de Virología de Wuhan, el único con seguridad biotecnológica de nivel 4, la mayor, existente en Asia.

La vacuna ha sido sometida a pruebas de seguridad, efectividad y control de calidad y está preparada para una producción masiva, según el Ministerio de Defensa.

La compañía de biotecnología de Tianjin ha comenzado a reclutar voluntarios para someterse a los ensayos clínicos y el próximo abril está previsto que la mayoría de los otros ocho equipos de investigación de una vacuna designados por el Gobierno chino comiencen igualmente los ensayos clínicos de sus hallazgos.

China no tardó en reaccionar después de que Estados Unidos anunciara el comienzo de los ensayos clínicos de su propia vacuna experimental, un proyecto que cuenta con la financiación del Instituto Nacional de Salud y desarrollado por la biotecnológica Moderna. El proyecto, a diferencia de China, emplea una tecnología que copia el código genético del virus en lugar de transmitir una versión atenuada del propio virus. Hasta ahora, ninguna vacuna con esta fórmula ha sido aprobada para su uso en seres humanos, y el objetivo es determinar la seguridad de diferentes dosis. La vacuna consiste en dos pinchazos en el brazo con 28 días de separación entre ambos, y se confía en que el ensayo termine en unas seis semanas.

Contrarreloj por la patente China y Estados Unidos pugnan por tanto en una contrarreloj por conseguir la primera vacuna. Quien se adelante y ponga fin a este enorme desafío sanitario, social y económico logrará el reconocimiento mundial, pero también una valiosísima patente. Este hervidero en el mundo científico se ha empezado a notar en la Oficina Europea de Patentes (EPO, en sus siglas en inglés), donde ya han llegado las primeras solicitudes de patentes de medicamentos contra el coronavirus, pero aún son “muy pocas” y “secretas”, señala su portavoz de Comunicación, Luis Berenguer, quien rehúsa precisar el “contenido exacto” ni quiénes son sus depositantes.

Lo que sí puede decir es que han detectado “mayor interés” sobre estas patentes para los virus de la familia corona, que se vienen solicitando desde los años 90 del siglo XX, entonces con una finalidad veterinaria, y que hubo repuntes en 2003 y en 2014 de este tipo de solicitudes por las crisis de la gripe aviar y de la asiática.

Desde finales de los 90 hasta la fecha la EPO ha recibido unas 390 solicitudes, de las que ha registrado 152 patentes, de ellas quince del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España.