BENANTZI observa desde su amplio ventanal como uno de los autobuses de Alsa entra en la terminal de Bilbao Intermodal y va camino de su dársena. Pocos segundos antes un número ha saltado en su megaultramonitor apaisado, el 57. Es la cantidad de viajeros que llegan en ese transporte, que el chófer del vehículo previamente ha introducido en el sistema al acceder a la nueva estación. "Hay que vigilar todo muy bien", explica Benantzi con una sonrisa como si de un controlador aéreo se tratara.

Y esa es casi, casi la función que desarrolla junto a sus compañeros que, en turnos de ocho horas, vigilan toda la actividad de la terminal soterrada. Ellos gestionan el tráfico de autobuses generado en las instalaciones y controlan que los movimientos de viajeros sean fluidos, tanto en la planta de acceso como en la sala de embarque.

Mientras habla, el operador echa un ojo a dos grandes plasmas ubicados cerca de su puesto. En uno de ellos se observa la señal de 25 cámaras que miran a la zona de las dársenas. Vehículos que parten, otros que estacionan, plazas vacías, viajeros que montan... van cambiando en bucle. El otro panel se divide en seis imágenes más grandes que vigilan las escaleras de acceso, varias zonas de paso y la isla, nombre popular del espacio donde esperan los usuarios antes de tomar el autobús.

Existen 178 cámaras de circuito cerrado en todas las instalaciones que aportan imágenes en directo las 24 horas del día. Son las herramientas tecnológicas que conforman el complejo sistema de vigilancia y control denominado Sistema de Ayuda a la Explotación.

Es el "corazón de la Intermodal" explica uno de los responsables de la Sociedad Concesionaria Intermodal Bilbao (SCIB), la entidad que gestiona la nueva instalación que el pasado día 29 cumplió tres meses de actividad. Un trimestre donde la operativa "ya está rodada y con muchos automatismos que hacen más sencillo el día a día", explica.

Una vez que el autobús llega al estacionamiento previamente designado "el control prosigue con otros sistemas que confirman el número de viajeros, con las cámaras cuenta-personas instaladas en cada puerta de acceso a las dársenas, y los tornos de la planta superior, que detallan los tránsitos", destaca el portavoz de la sociedad conformada por la empresa constructora Amenabar.

El cuenteo constante no es baladí. La isla o zona de embarque no puede superar las 631 personas de aforo por cuestión de seguridad. Su evacuación se vería comprometida en caso de una emergencia que obligara a sacar a toda la gente a la superficie. "En estos meses no hemos llegado nunca a esa cifra", confirma el responsable de SCIB, quien explica que "la actividad es muy dinámica. La gente baja, espera y monta en su autobús, todo en unos minutos. Igual ocurre en sentido inverso". Quizás quienes más pueblan la sala de embarque son los clientes de Bizkaibus al poder entrar con la Barik sin necesidad de tener que esperar fuera media hora antes de salir el bus. "De todas formas tenemos vigilantes que controlan que la gente no se pase la tarde en la isla", apostilla.

Son los ojos humanos que se suman a las cámaras de la Intermodal. Son el componente de vigilancia y seguridad pura y dura que tiene su propia sala de monitores. "Si pasa cualquier incidencia, hay que llamar a una ambulancia o a la Ertzaintza, estamos ambas salas conectadas", explícita el controlador.

El walkie-talkie situado a la izquierda de Benantzi es la herramienta de comunicación más rápida, pero su mesa exhibe también dos teléfonos fijos, otro inalámbrico y un móvil. Las dos salas están activas las 24 horas del día porque también atienden el movimiento de autobuses de madrugada cuando Bilbao Intermodal está cerrada.

18 expediciones de madrugada El portavoz de SCBI destaca que "de media, servimos a unas 18 expediciones en horario nocturno". La estación permanece abierta de 5.30 a 23.30 horas cada jornada, pero de madrugada operan también los últimos autobuses de Bizkaibus al aeropuerto, los nocturnos de Alsa a Madrid y varias rutas internacionales. Para esta atención restringida permanece habilitada la zona nocturna, un espacio que conecta con la superficie de forma directa y permite mantener cerradas el resto de las instalaciones.

Benantzi tiene una visual perfecta de esta área especial al igual que de varias dársenas, las rampas de salida y de entrada de los autobuses y los accesos de la planta -1 por donde transitan los viajeros, totalmente visibles por los grandes cristaleras de su perímetro. "La ubicación está perfectamente diseñada para observar la mayor parte de la instalación", revela el responsable.

El balance de incidentes en este primer trimestre de actividad de la Intermodal es muy escaso, con algunas caídas y poco más. Ni tan siquiera ha habido una denuncia por robo, algo muy habitual en este tipo de instalaciones donde se cruzan miles de personas cada día. Un detalle. El cartel que indicaba a los viajeros que tuvieran cuidado con el equipaje ante posibles robos que la anterior Termibus exhibía de forma prolija, en la nueva no existe.

El portavoz de la concesionaria especifica que "desde un primer momento estamos muy coordinados con Policía Municipal y Ertzaintza. Ellos valoran lo diáfana que es toda la estación. Así, se puede ver cualquier cosa, casi desde cualquier sitio".

La tarde sigue apacible para Benantzi a pesar de que no paran de llegar autobuses mientras otros esperan a partir. El gran hermano tecnológico nunca descansa.

De media, cada madrugada la terminal atiende en la zona nocturna a 18 autobuses que llegan o parten entre las 23.30 y las 5.30 horas

El centro de control vigila que los transportes acudan a las dársenas que les asignan y cuántos viajeros mueven en sus expediciones