- Con motivo del Día Internacional de la Mujer, la Diócesis de Bilbao reconocerá la trayectoria de ocho mujeres que, con trayectorias diferentes, dejan su huella " a favor de una sociedad mejor". "No son categorías, ni premios individuales, son motivaciones para el reconocimiento desde el ámbito del voluntariado, del terreno social, del compromiso en países del sur y la migración, de comunidades pequeñas, del mundo de la discapacidad, del campo de la comunicación o dedicadas toda su vida al servicio de la Iglesia de Bizkaia", explica al Diócesis. Una de estas mujeres es Sor Piedad, Hija de la Caridad que lleva toda su vida al servicio de la Iglesia y que, cada tarde, acude a la cárcel de Basauri a impartir clases de artes plásticas a los presos.

El lunes le hacen un homenaje.

—Lo he recibido con sorpresa porque, lo primero, que no me lo esperaba. Lo segundo es que tampoco estamos acostumbradas, porque como hijas de la caridad lo nuestro es el servicio al pobre y a los demás.

¿Cuándo empezó a visitar a los presos en la cárcel?

—Empecé en Santander. Estuve yendo cuatro años, iba solo los sábados por la mañana, iba con un grupo de mujeres, porque entre semana daba clases. Una vez que empiezas, engancha, no eres capaz de dejarlo.

¿Qué engancha tanto?

—La necesidad que tiene la gente de que le escuches, eso lo primero. Lo segundo es que si les enseñas a hacer alguna cosa y les resulta útil, mucho más contentos. El primer día que fuimos nos recibieron bastante mal, creo que pensaban que íbamos a observar, pero como les llevábamos una merienda, estuvimos un rato con ellas, se hicieron amigas nuestras. A partir de entonces muy bien, me recibieron con ganas.

Y después la trasladaron a Bilbao.

—Me trasladaron a Bilbao porque quitamos el colegio de Santander. Era, además de colegio, cocina económica, donde comían 120-130 hombres todos los días. Como en estos tiempos piden tanto patio, no había dónde extender el colegio. Así que a las que estábamos en activo nos destinaron, a mí a Begoña, donde llevo 27.

Y aquí siguió acudiendo a la cárcel.

—A los pocos días de estar aquí me llamó el capellán para ir a Basauri. Al principio era el fin de semana, porque daba clases entre semana en el colegio, pero cuando me jubilé empecé a ir todas las tardes. Imparto un taller de artes plásticas. Hacemos marquetería, hacemos pintura al óleo, acuarela, hacemos trabajo con hilo adhesivo a dos caras, que queda como si fueran bordados, trabajamos mucho el papel también. Desarrollan las destrezas, porque nunca antes han hecho nada. Hay muchos con mucho talento, pero que nunca antes lo habían podido desarrollar.

¿Exponen los trabajos?

—Por el día de la Merced hacen una exposición dentro de la cárcel. Todo lo que hacen conmigo es para ellos. El taller es de ocho personas como máximo, más no me caben. Hay veces que me quedan menos, porque a lo mejor voy hoy y me han llevado a uno, porque aquí son todos preventivos. Pero antes, he llegado a tener gente con la que he estado tres y cuatro años, entonces sí que aprenden a pintar. Aprenden pronto, aunque no hayan hecho nunca nada. También les enseño a coser, eso me lo han pedido ellos. Les he enseñado a hacer alpargatas, con eso igual se pueden ganar la vida luego. Cestería también hacen y les queda muy bonita.

¿Cuánto tiempo están con usted en el curso?

—Algunas veces pueden estar el año entero conmigo. Algunos se cansan el primer día, no han hecho nunca nada. Se han jugado la clase toda la vida... pero yo estoy contenta con ellos, me gusta mucho, es sobre todo la labor que haces de que sean más humanos, más persona, que sepan perdonar. Yo empiezo con el Evangelio todos los días y lo leen ellos y hasta los musulmanes me piden alguna vez el libro para volverlo a leer si no lo han entendido. Pienso que la evangelización es la labor más importante que yo puedo hacer allí, porque algunas personas a veces hacen cosas porque les falta conocimiento de todo, o porque han estado muy dejados en casa o no han querido hacer caso a los padres y terminan donde terminan. El otro día me decía uno: si mi padre me enseñó a robar a los siete años, eso se me da de bien... Durante las clases, les doy consejos.

Trata entonces de guiarles a través de la evangelización.

—No es que estemos todo el día rezando. Todo el mundo tenemos más de bueno que de malo, pero parece que lo malo se ve antes. No puedes dejarles en ese bache en el que están, tienes que procurar sacarles de ahí. Yo les digo, para ser bueno no hace falta que estemos rezando todo el día. Si el trabajo lo haces bien, te sirve de oración, porque lo ofreces por tu familia, por ti mismo, por los demás, todo tiene valor. Yo ya les digo, no os voy a hacer un lavado de cerebro, porque no es lo mío, y no se niegan. Hay que educarles y hacerles personas, yo creo que a veces hacen disparates, cuando hacen cosas muy fuertes, es que su cerebro no está bien. Cuando entran a Basauri, a los ocho días no parecen los mismos, porque tienen un tratamiento, están muy bien tratados y tienen a los médicos a su disposición.

¿Sigue manteniendo el contacto con ellos después?

—Con algunos sí, porque me escriben y les contesto, y algunos que están en la calle vienen a verme. Con todos es imposible.

"Hay muchos con mucho talento, pero que nunca antes lo habían podido desarrollar"

"Todo el mundo tenemos más de bueno que de malo, pero parece que lo malo se ve antes"

"Pienso que la evangelización es la labor más importante que yo puedo hacer allí"