NAIZEN hace referencia a quién soy, ni naizena, y lleva dentro la palabra haize, ese viento que simboliza la libertad y volar, que es lo que hacen nuestros niños y niñas cuando pueden ser quienes son". Con este regalo del bertsolari Ekaitz Goikoetxea, nació hace exactamente un año Naizen, la asociación de familias de menores transexuales. Antes habían sido Chrysallis Euskal Herria, "pero no tenía mucho sentido ser una delegación de otra asociación; nunca miramos a Madrid", explica Bea Sever, su portavoz. El domingo, la asociación recibirá el Premio Sabino Arana "por su compromiso con la diversidad sexual inclusiva y por hacer visible la realidad de los menores transexuales y sus familias, así como la reivindicación de sus derechos", explica la fundación.

El trabajo ha sido mucho en estos años. Partían de la invisibilidad más absoluta y han logrado un gran reto: que estos niños y niñas puedan vivir como son y, a su vez, que puedan ser vistos por el resto de la sociedad. Fue en marzo de 2015 cuando ocho familias de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa constituyeron Chrysallis Euskal Herria. Ahora son más de 150. "Cuando yo hago el tránsito de mi hijo en 2015 no se sabía nada de esto. Si no llega a ser por la asociación, no sé qué habría hecho", apunta Sever. La asociación sirve de asesoramiento, guía y apoyo para las familias y los menores. "Nos ha venido muy bien a todos. Hay veces que necesito hablar de algo relativo a la niña y sé que si se lo cuento a mi madre, a mi hermana, a una amiga, no me van a entender. Pero sé que si hablo con otra madre, sí", explica Amaia Martín, madre de Naroa, de 7 años, y de Pablo, de 11. "Es que hemos vivido lo mismo", apunta su marido, Andoni. "Estar en la asociación ayuda muchísimo, sobre todo a los txikis, para que vean que no son los únicos", agregan.

Su hija hizo el tránsito hace dos años, pero Amaia había visto las señales desde mucho antes, desde que Naroa empezó a expresarse. "Siempre llevaba una camiseta en la cabeza simulando que llevaba pelo largo. Si le pedíamos que se dibujase, siempre se dibujaba con faldas, con coleta o pelo largo...", explica. Habló con su profesora, acudió a su ambulatorio, pero ninguno de los profesionales apoyó sus sospechas. "Hasta que llegó una profesora sustituta. Solo le hizo falta un mes y medio con nuestra hija para darse cuenta. Cuando hablé con ella, me eché a llorar; dije: ya está". Fue entonces cuando contactaron con Chrysallis Euskal Herria.

Leyeron a Naroa el libro Ni Nerea naiz, sobre una menor transexual y su familia. La primera vez, Naroa no dijo nada, pero quería leerlo una y otra vez. "Al final dijo: Es que yo soy como Nerea, yo también quiero que todo el mundo vea que soy una chica", relata Amaia. Su hermano, Pablo, eligió el nombre, que ya consta en su DNI. Le dejaron claro a su hija que ella sería quien marcara el ritmo. Tardó una semana en contarlo en su entorno. "Habíamos quedado con unos amigos por su cumpleaños. Se puso delante de todos y dijo: Ya está, a partir de ahora todo el mundo me llama Naroa, porque soy una chica. ¿Habéis entendido?", explica su madre. "Había una niña que iba a clase con ella, se dio la vuelta y dijo: Ya era hora. A mí el ese ya era hora todavía me duele. ¿Cómo yo no lo he visto tan claro y esta niña sí?", lamenta Amaia.

Bea Sever se encarga de la relación con las familias, que viven su propio tránsito de forma muy diversa. Raquel es madre de Ian, un adolescente de 17 años que hizo el tránsito hace dos. "Yo todavía estoy enterrando a mi hija. Yo lo veo así, la persona de antes no existe, ha desaparecido", reconoce. Su padre, en cambio, tiene otra visión: "Yo creo que la persona de antes está ahí, pero he tenido que ajustar mi mirada hacia esa persona, porque no es como yo pensaba. Cuesta hacerte a la idea. Mi primera reacción fue pensar que no era verdad, porque no había dado ninguna señal hasta entonces, pero hemos contado con profesionales que nos han ayudado. También nos ha ayudado mucho el apoyo de otras familias. No sabes lo que se te viene encima y parece que se te cae el mundo encima. Pero cuando pasa el tiempo, ves y hablas con otras personas, todo se va colocando en su sitio. Nosotros también tenemos que hacer un tránsito, verle como la persona que es y no la que creíamos que era", subraya. Su hermana Laura aporta otro punto de vista más: "Yo, más que un funeral, lo vi como una liberación", apunta. Ahora, la familia está en trámites para cambiar la mención de sexo en el DNI e Ian está tomando testosterona. "El tránsito para mí ha sido fácil, no han tardado mucho en darme las hormonas y no he estado en un entorno de no aceptación", reconoce.

"Cada caso es particular y la clave es seguir el ritmo de cada menor. Cada cual tiene unas necesidades diferentes y puede que no coincidan con las de su familia", apunta Sever. "Al principio, a la asociación llegaba un perfil muy concreto de niños y niñas, con apoyo familiar, que lo expresan muy claramente y desde edades muy tempranas, pero según vamos creciendo, va apareciendo una casuística mucho más diversa y empiezan a aparecer adolescentes que nunca habían dado señales, gente que no tiene tanto apoyo familiar. Ahora hay mucho desde servicios sociales, en pisos tutelados, en acogida", explica. "Parece que los niños y niñas transexuales tienen que estar muy estereotipados, porque en un momento dado lo que hacen es utilizar los estereotipos para hacerse visibles, pero cada vez se va dando menos esto. Y otra cosa que está apareciendo son niños y niñas que tienen otra casuística, por ejemplo, trastorno del espectro autista", agrega la portavoz de Naizen.

A pesar de los logros, la asociación tiene todavía metas que cumplir. "Estamos en la negociación de la ley de 2012, que fue pionera, pero que ya está obsoleta. Hay que mejorar los servicios sanitarios para que la primera atención a estos menores no se haga desde Psiquiatría y queremos conseguir una formación continua que se incluya en los currículos escolares", subraya. Y reconoce que uno de los principales retos son los adolescentes. "Es muy importante que tengan un concepto de grupo, un nosotros. A raíz de la muerte de Ekai, vimos que a partir de cierta edad no es suficiente el apoyo familiar y del centro educativo, sino que ahí intervienen los iguales, el amor, el cuerpo. Hay que hacer un trabajo de refuerzo de la autoestima y en ese momento hace falta que venga de los iguales", acaba.