Bilbao - “Los recursos y servicios que atienden las necesidades de las personas sin hogar están pensados para los hombres. Los recursos específicos que existen para mujeres se diseñan para atenderlas por sus responsabilidades familiares o por vivir situaciones de maltrato y violencia. No hay recursos específicos para atender a las mujeres sin hogar. Los recursos mixtos son, en realidad, dispositivos para hombres en los que se permite el acceso a mujeres, pero no están pensados para atender las necesidades específicas de éstas, sino que las que llegan se tienen que adaptar a lo que existe”. Así de contundente es el Estudio sobre la realidad de las mujeres en situación de exclusión residencial, realizado por Bizitegi y publicado por el Departamento de Empleo y Políticas Sociales del Gobierno vasco, al analizar la respuesta actual al sinhogarismo femenino.

En el último recuento de personas que pernoctan en las calles de las localidades de Euskadi -realizado en octubre del año pasado- los voluntarios localizaron en 26 municipios a 435 personas (en 2016 fueron 274) durmiendo en la calle, de las que 390 son hombres, 26 mujeres y en 19 casos no pudo identificarse el sexo de la persona. Estos son los casos de los sin techo, la cara más extrema del problema del sinhogarismo o la exclusión residencial, que incluye situaciones como sin techo, sin vivienda, con vivienda insegura o con vivienda inadecuada. Así, a las personas que pernoctan en la calle hay que sumar las que hacen uso de recursos asistenciales, como albergues y pisos de acogida, y las que permanecen en infravivienda.

Según advierten organizaciones y expertos, la exclusión residencial grave está en crecimiento y cada vez afecta a más mujeres. Hay coincidencia en que las mujeres sufren mayor vulnerabilidad económica y social y están más expuestas a la pobreza y la exclusión, por lo tanto, los problemas residenciales también deberían afectarles en mayor medida que a los hombres, de ahí que ante el bajo porcentaje femenino detectado se hable de la invisibilidad del sinhogarismo de las mujeres y de un sinhogarismo encubierto en el que mujeres que no tienen acceso a una vivienda desarrollan diferentes estrategias para contar, al menos, con un techo para ellas y, en muchos casos, para sus hijos e hijas.

Recomendaciones Por eso, una de las recomendaciones generales del informe sobre mujeres en exclusión residencial en Euskadi es que “los centros, programas y espacios genéricos, que atienden mayoritariamente a hombres, deberían incorporar también un enfoque de género”. Y más específicamente se recomienda “que, dentro de los albergues, se creen espacios más amigables y agradables para las mujeres. Igualmente es necesario crear espacios de protección y seguridad donde ellas se sientan mejor, sin que se vean obligadas a mezclarse con hombres. Con un acompañamiento individualizado”.

El estudio coordinado por Bizitegi es claro al señalar que “los recientes estudios sobre utilización de servicios para personas sin hogar, indican que en los últimos años, la presencia de mujeres es mayor. Igualmente los perfiles de mujeres usuarias en los últimos años también están cambiando. Han aumentado las mujeres jóvenes, con hijos/as, inmigrantes, sin red de apoyo social, etc... También hay estudios que señalan que la presencia de mujeres en situación de sinhogarismo es muy pequeña, pero las que se encuentran están en unas condiciones muy precarias, y su vulnerabilidad y deterioro es mayor”.

Los testimonios de las personas que trabajan en los recursos para personas sin hogar lo dejan patente: “Ha aumentado mucho el número de mujeres que llegan a Elejabarri. Llegan familias monoparentales con hijos e hijas por desahucios”; “llegan muchas después de vivir situaciones de maltrato y abusos. Cada vez llegan mas mujeres con este perfil”; “cada vez hay más mujeres, ha ido en aumento, y cada vez son más jóvenes. Llegan muchas mujeres muy jóvenes de entre 20-25 años. Las mujeres que veo ahora son mucho más jóvenes que hace unos años” .

En este sentido y según se recoge en la Estrategia vasca para personas sin hogar, la presencia de las mujeres entre las situaciones de sinhogarismo resulta comparativamente menor que la de los hombres, tanto en lo que respecta a la situación de las personas que se alojan en servicios con alojamiento, como sobre todo a la de aquellas que pernoctan en calle, entre las que las mujeres representan aproximadamente un 8%. Mientras que los datos correspondientes a centros con alojamiento ponen de manifiesto que son mujeres casi un 28% de las personas que permanecían en esos recursos. Se señala además que “las mujeres sin hogar presentan generalmente un mayor grado de exclusión social, así como un nivel de deterioro más grave, desde el punto de vista de la salud y de las relaciones personales, que el de la población masculina”.

En cuanto a las diferencias por género, el informe sobre exclusión residencial de las mujeres, afirma que “existe una brecha de género fundamental en lo que respecta a la diferente incidencia en unos y otras entre las situaciones de sinhogarismo (sin techo y sin vivienda), y las de exclusión residencial (vivienda insegura y vivienda inadecuada). Si entre las situaciones de sinhogarismo las mujeres representan únicamente una cuarta parte, entre las de exclusión residencial la relación está mucho más equilibrada, de tal forma que su peso relativo es de aproximadamente el 50%”.

Problemas familiares Este informe también aclara algunas circunstancias diferenciales entre hombres y mujeres en situación de exclusión residencial. Sobre las principales causas que llevan a las personas al sinhogarismo en Euskadi, se indica que “los hombres refieren en mayor medida que las mujeres factores de tipo estructural, relacionados fundamentalmente con problemas laborales, económicos o vinculados a la falta de papeles, mientras que entre las mujeres resulta especialmente elevada la mención de factores relacionales (el 34,2%, frente a un 21,8% de los hombres), vinculados a la existencia de problemas familiares y/o de ruptura de pareja, entre los que se encuentran también las situaciones específicas de violencia machista”. En cuanto al estado residencial previo a la situación de sinhogarismo, una de las diferencias de género más importantes que cabe señalar es la mayor proporción que presentan las mujeres entre las personas que refieren haber vivido en su propio hogar antes de perderlo. Preguntadas por el lugar de residencia antes de verse sin hogar, más de un tercio de las mujeres (el 36,9%) indicaba haber vivido en su propia casa, frente a poco más de una cuarta parte de los hombres consultados (el 26,2%).

El informe sobre las mujeres en exclusión residencial aporta algunas recomendaciones para las administraciones públicas y los organismos que atienden necesidades sociales. Entre éstas hay algunas para el diseño de los lugares de acogida: “aparte de las separaciones físicas que se pueden hacer en un centro mixto para crear espacios más seguros e íntimos, la atención debe estar fundamentalmente centrada en el modelo de atención y en la labor de los y las profesionales, teniendo siempre en cuenta las necesidades de las mujeres”. “Las necesidades y demandas de las mujeres son complejas y van cambiando, y los procesos de inserción suelen ser largos y complicados. Por ello es conveniente realizar una atención integral para abordar las necesidades de las mujeres en situación de exclusión residencial. Es necesaria una planificación de las intervenciones desde un enfoque multidimensional, y actuar en red, donde puedan participar diferentes profesionales de distintos ámbitos”, dicen los expertos. También -añaden- “es muy necesario adaptar los recursos que existen o crear recursos específicos para familias. Sobre todo mujeres solas con menores a cargo”.