Bilbao - La Ley Vasca de Educación podría llegar al Parlamento antes de que finalice el año. La consejera de Educación, Cristina Uriarte, adelantó ayer que su intención es llevar el anteproyecto de la norma al Consejo de Gobierno a lo largo del último trimestre de 2019. Y a partir de ahí, empiezan a correr los plazos, ya que el compromiso del Ejecutivo del PNV es aprobar la nueva ley esta misma legislatura. Tal y como recordó ayer Uriarte, el proyecto Heziberri 2020 ya ha quemado las etapas de definición y contraste con el sector educativo y la sociedad en general. El documento Bases para el Acuerdo cuenta con un apoyo crítico del Consejo Escolar de Euskadi y el rechazo frontal de significados agentes de la comunidad educativa, como las familias de la escuela pública o los sindicatos.

A partir de otoño, le tocará el turno a los partidos políticos, de los que Uriarte espera que colaboren en la aprobación de la ley porque “es un gran reto de país al que todos tenemos que contribuir”. Ayer el Departamento de Educación hizo públicos los resultados del Diagnóstico del Sistema Educativo, una foto renovada y actualizada de la escuela vasca, en base a la cual se afinarán aún más los contenidos de la futura ley. La radiografía presentada devuelve una imagen que no difiere en lo sustancial de los diagnósticos previos. Dibuja un sistema con claros puntos fuertes respecto al acceso. Euskadi tiene las mayores tasas de matriculación en Educación Infantil y posobligatoria, y es la segunda comunidad con mayor tasa en Educación Superior.

El nivel de inversión pública es con mucho el más alto del Estado. Este ejercicio ha alcanzado niveles precrisis, hasta situarse en el 5,2% del PIB y supone el 27% de los Presupuestos vascos, quitando la deuda. El gasto por estudiante de la red pública es de 9.045 euros, casi el doble que la media estatal (5.607 euros), y se distancia de otras comunidades ricas como Madrid (4.591 euros), Catalunya (5.386 euros) o Nafarroa (7.128 euros). Sin embargo, el talón de Aquiles del sistema sigue estando en el aprovechamiento de esos recursos.

Aunque Euskadi tiene la menor tasa de abandono educativo (6,8% frente al 10,6% de la UE), la puntuación en PISA está por debajo de la media estatal y tiene un bajo porcentaje de alumnos con alto rendimiento en Ciencias, así como un elevado porcentaje de alumnos de bajo rendimiento y bajo porcentaje de alumnos de entornos menos favorables que alcanzan un rendimiento satisfactorio en Ciencias. Es decir, que el sistema no es todo lo equitativo y eficiente que debiera en función de sus recursos, según las evaluaciones internacionales. No obstante, Euskadi sigue destacando como la comunidad con menos repetidores. Además, la tasa de idoneidad (estudiantes en su curso) ha tenido una evolución positiva en Euskadi, especialmente en la edad de los 15 años, aumentando casi dos puntos entre 2014 y 2015 (del 74,1% al 76%).

El retroceso de la natalidad, la atención a la diversidad y el bilingüismo se plantean como tres de los retos más importantes del sistema de cara a los próximos años. Respecto al aprendizaje de euskera, el diagnóstico constata un retroceso en el uso de esta lengua, aunque la inmensa mayoría del alumnado vasco, unos 242.000 estudiantes, está matriculado en el modelo D y 65.000 en el B, con similar peso del uso de ambas lenguas. Uriarte consideró que esta situación se debe a la “variación de los perfiles lingüísticos del alumnado y la influencia de elementos como la lengua familiar, el entorno sociolingüístico en que se mueve el alumno y el índice socioeconómico y cultural”.

La evolución en la matrícula está directamente vinculada a las tendencias demográficas. En ese sentido, Uriarte recordó que la proyección de Eustat realizada en 2014 al horizonte 2026 prevé que la población preescolar disminuirá, primero lentamente y después de forma más acelerada. En 2026, los niños de 0 a 2 años se situarán ligeramente por encima de los 45.000, una cifra similar a los mínimos alcanzados a mediados de los años 90, lo que condicionará a futuro la matrícula.