Bilbao - La carrera de obstáculos, que no solo son administrativos, comienza cuando la sociedad deja de ver a los menores extranjeros no acompañados como lo que son -niños que llegan sin el amparo de sus padres a un país en el que están totalmente desprotegidos- para verlos como simples inmigrantes. A pesar de ello, con mucha dificultad y sufrimiento, “la gran mayoría de los menores extranjeros que llegan se integran y consiguen proyectos laborales y de vida dignos”. Así lo aseguró Eva Silván, directora de Save the Children Euskadi, entidad organizadora del primer congreso internacional sobre Infancia en Movimiento. “Si somos capaces de darles oportunidades, los casos de éxito se multiplican”, defendió durante la jornada de clausura.

En palabras de Silván, se realiza “mucho esfuerzo por parte de las administraciones y de las entidades sociales para favorecer esos proyectos personales, que no consisten en delinquir, sino en construir una vida mejor”. Por ello, defendió la necesidad de que el proceso “no suponga una revictimización y una carga excesiva a cada paso que dan”. De esa forma, explicó que cuando un menor extranjero recala en nuestro territorio tiene que conseguir que la Diputación Foral de Bizkaia le acoja y le tutele. “Después deben lograr el permiso de residencia, que solo dura un año, y para que lo renueven deben garantizar unos ingresos mínimos que es imposible que un menor tenga, por lo que hay entidades sociales que los garantizan”, explicó. Además, para obtener el permiso de trabajo tienen que garantizar que han residido al menos tres años en el país.

“Es mucha carga emocional y administrativa. Si nos agotamos nosotros mismos, qué será para un menor sin conocer el idioma, sin tener referentes o una red de contacto”, expuso la directora de Save the Children, quien consideró que aquellos que logran salir adelante “terminan convirtiéndose en unos héroes”. Sin embargo, opinó que no deberían asumir tanta carga, por lo que es necesario que se les guíe en el proceso de llegada y de integración. “Lo contrario es abocarles a la exclusión”, afirmó en relación a una responsabilidad que excede la pura solidaridad. “Es un derecho que tienen. El Estado español y las administraciones vascas tienen la obligación de acoger y garantizar la protección a cualquier menor que llegue a nuestro país, porque así lo han ratificado en los convenios internacionales”, defendió la politóloga.

Según Silván, “los procesos migratorios han existido siempre, Euskadi también ha sido migrante. Cómo gestionemos esas migraciones nos va a definir como sociedad”. A pesar de ello, criticó que no se acaba de mirar de frente la “excepcional vulneración” de los derechos que sufren los niños y niñas migrantes que salen de sus países “por la pobreza, los conflictos armados o la búsqueda de un futuro mejor”. De esa forma, cuando llegan “se confrontan con una Europa que les pone muchas trabas en el camino” mientras que “el sueño de El Dorado de una Europa civilizada y de derechos humanos desaparece”. A Eva Silván no le tiembla el pulso a la hora de afirmar que “los menores que están llegando a nuestro país no están recibiendo la atención adecuada”. Y los ejemplos para argumentarlo van más allá de la situación de calle que padecen en la frontera sur o la saturación de los centros de acogida.

Entre los muchos retos pendientes para proteger los derechos de los menores citó la necesidad de “mejorar la coordinación entre el Estado y las comunidades autónomas para que haya una corresponsabilidad”. Una reivindicación escuchada en reiteradas ocasiones durante el congreso. Pero también apuntó a la exigencia de replantearse la atención que se les presta a los menores. “¿Los esfuerzos que se realizan para garantizar su protección son los que necesitan o los que nosotros creemos que ellos necesitan?”, preguntó de forma retórica. En ese sentido, incidió en la obligación de mejorar los itinerarios educativos, que suelen ser muy reducidos, ya que la mayoría de los menores llegan con 15 o 16 años y permanecen bajo tutela en los centros hasta la mayoría de edad.

Educación La directora de Save the Children aseguró que la mayoría de los menores que llegan a Bizkaia -a diferencia de los que recalan en Gipuzkoa, a menudo para cruzar la frontera- quieren quedarse. Por ello, es imprescindible favorecer su integración a través de la educación. “Estos chavales llegan con 16 años sin posibilidad de terminar la ESO y, por lo tanto, sin posibilidad de recibir una formación profesional”, expuso antes de añadir que “el modelo educativo no está creado para estos niños que llegan de fuera, sino para los que viven en nuestro país”. Ante esta situación, señaló que la única posibilidad que tienen es a través de entidades de inserción social que ofrecen “unas herramientas para incorporarse al mercado laboral, pero que son muy débiles”.

Punto y aparte merece la situación de “excepcional” vulnerabilidad de las niñas, que apenas trasciende en los medios de comunicación, ya que solo suponen el 10% de los menores que llegan. “Migran menos porque muchas veces el proyecto migratorio no es un proyecto individual, sino familiar. El niño migra para mandar dinero a casa. Ese foco se pone en ellos, no en las niñas, a las que se relega a casa al cuidado de la familia”, reveló Silván. Sin embargo, las niñas que se aventuran a cruzar la frontera de su país durante el tránsito “sufren violaciones, acosos, maltrato, secuestro... Incluso llegan a perder la vida”. Ese es otro de los factores por los que llegan menos, aseguró la politóloga, quien evidenció que a su llegada muchas caen en redes de trata y explotación. Por ello, reivindicó la importancia de prestar especial atención a este colectivo, que a menudo rehúsa la entrada al sistema de protección de menores.