EL ictus o accidente cerebrovascular es la segunda causa de muerte en el Estado y la primera en mujeres. Se produce cuando un vaso sanguíneo que transporta sangre al cerebro se rompe o es taponado por un coágulo u otra partícula, lo que motiva que parte del cerebro no consiga el flujo de sangre que necesita para su correcto funcionamiento. Como consecuencia, las células nerviosas del cerebro afectadas no reciben ni glucosa ni oxígeno, no pueden funcionar y mueren pasados unos minutos. Lo más duro es saber que en muchos casos esta grave enfermedad se puede prevenir con unos hábitos de vida saludables.

“Esta patología es más mortal entre el sexo femenino, ya que uno de sus principales factores de riesgo, la hipertensión, también es más frecuente en mujeres que en varones. Sucede lo mismo con la fibrilación auricular, un tipo de arritmia que multiplica por cinco las probabilidades de sufrir un ictus y que asimismo es más común en las mujeres. Si a esto le unimos el que esta dolencia es más prevalente a edades más avanzadas y ellas viven más, vemos el porqué de la mayor incidencia en las mujeres”, explica Alain Luna, responsable de la Unidad del Ictus del Servicio de Neurología del hospital de Cruces.

En el País Vasco unas 5.000 personas se encuentran cada año en riesgo de padecer ictus, una dolencia cerebrovascular que es también una de las principales causa de discapacidad grave y dependencia en la vida adulta en el Estado, donde se estima que afecta anualmente a cerca de 120.000 personas. Porque de las personas que sufren esta patología, un tercio logrará recuperarse, otro terminará falleciendo como consecuencia del ictus y el tercio restante sufrirá algún tipo de invalidez.

El estrés, la falta de tiempo, el alcohol, el tabaquismo y las dietas poco saludables son las causantes de que las enfermedades cardiovasculares crezcan progresivamente. “Además, la población está más envejecida y el ictus se asocia a la edad. Es el peaje que hay que pagar por vivir más años. Hay casos en jóvenes, pero son más raros. El número de ictus entre los 20 y 50 años es menos de la mitad de los que se dan a partir de esa edad”, subraya el doctor Luna, quien distingue entre el ictus isquémico, que se produce al cerrarse una arteria y provoca el 85% de los casos, y el hemorrágico, cuando se rompe una arteria, sea donde sea, y supone el 15% de los ictus.

Avance espectacular El especialista de la Unidad del Ictus de Cruces reconoce que hasta hace una década al ictus no se le daba importancia ni se contaba con los medios necesarios para su abordaje: “Se le dejaba en la urgencia, tampoco había medicación. Sin embargo, poco a poco no solo hemos conseguido que la población esté más concienciada y se pueda detectar de forma precoz, evitando lesiones permanentes, sino que también se ha producido un avance espectacular en los tratamientos haciendo posible, en muchos casos, que el paciente pueda volver a hacer su vida normal”, sostiene. “Aunque la mejor prevención es llevar una vida saludable, con una dieta sana, y realizar ejercicio tres o cuatro días a la semana. Este es el mejor tratamiento contra las patologías cardiacas”, dice el neurólogo de Cruces, uno los centros de referencia de Euskadi que atiende al año unos 1.500 casos.

“En los últimos cinco años las sociedades científicas y los gobiernos están haciendo un importante esfuerzo en divulgar la sintomatología para que la ciudadanía y los profesionales sepan reconocer un ictus. Se ha avanzado mucho, pero no debemos relajarnos porque la gente suele olvidar las cosas importantes”, apunta.

Si súbitamente siente adormecimiento en un brazo, pierna o la mitad de la cara, boca torcida, dificultad para hablar o entender, el paciente debe de llamar de inmediato al 112 o acudir directamente a Urgencias, donde de manera inmediata le tratará el médico intervencionista urgenciólogo; luego, el neurólogo, y, si es necesario, el cardiólogo, con un procedimiento endovascular para retirar el trombo de alguna vena o arteria. “Porque habrá que determinar la causa del embolismo con un electrocardiograma para detectar arritmias y ubicar el coágulo”, explica el neurólogo.

las primeras cuatro horas En el ictus, el tiempo de respuesta es vida. Si se consigue que el paciente sea atendido en un hospital en las primeras tres a cuatro horas y recibe un tratamiento trombolítico o de fibrinolisis, para la descomposición de los coágulos, se pueden evitar los graves daños cerebrales asociados a esta dolencia. “Por eso, para conseguir actuar de forma rápida es clave que se sepan reconocer los síntomas y acudan cuanto antes al hospital, donde un equipo multidisciplinar le aplicará el tratamiento adecuado”, recalca Alain Luna, satisfecho por la evolución de los tratamientos.

El avance en las técnicas ha propiciado que los procedimientos hayan mejorado notablemente. El tratamiento endovascular -un cateterismo para extraer los trombos de las arterias-, la radiología intervencionista que permite diagnosticar y tratar las dolencias de forma precisa, están posibilitando que hasta un 60 o 70% de los pacientes tengan buen pronóstico. “Pero de esta revolución tecnológica y farmacológica, por desgracia, solo se beneficia un 25% de los enfermos. Al resto no se les puede aplicar esta terapia agresiva y avanzada. ¿Por qué? Porque han llegado tarde al hospital y el infarto está establecido”, se lamenta el neurólogo, quien insiste en que desde las unidades de ictus intentan que “no queden secuelas y de haberlas que sean lo más leves posibles; que el paciente pueda volver a su vida diaria”.