bilbao - A lo largo de la vida te encuentras con personas que te marcan, ya que son un lucero que iluminan el camino en la oscuridad. Adrián era así, irradiaba luz y energía a los que estaban a su lado. ¿De dónde sacaba tanta energía? Esa energía le hizo superar obstáculos desde niño, la pérdida de su aita, la guerra, las crisis? todo ello fue forjando su carácter.

Adrián ganaba en las distancias cortas, con su sencillez, su pasión, sus ideales, sus sueños, su jovialidad y su cercanía. Le gustaba conversar, compartir sus proyectos y escuchaba con atención a cualquiera que se le acercaba.

Adrián ha representado el máximo exponente del espíritu de la empresa familiar, ha sido capaz de crear y mantener un grupo de empresas que se ha mantenido durante 90 años, gracias a su trabajo, esfuerzo, voluntad y tesón. Su capacidad para sacar de cada uno de sus empleados lo mejor de ellos mismos, su visión de futuro, su capacidad para hacer realidad sus sueños y proyectos era su gran secreto. Gracias a que él era incansable y aportaba los ingredientes fundamentales a la empresa, su optimismo, tranquilidad y seguridad, su equipo le ha respetado y se ha sentido siempre orgulloso de pertenecer al mismo.

Adrián ha sido un buen capitán, ya que nunca ha abandonado ni descuidado el barco anclado en su Mañaria natal.

Su pérdida nos ha entristecido, pero no vamos a derramar lágrimas, vamos a mitigar la pena trabajando por seguir construyendo sus sueños inacabados y si algún día desfallecemos en cualquier rincón de su cantera de Mañaria, le recordaremos y recobraremos el aliento.