Bilbao - Como en Alemania, la formación dual surgió en Euskadi por pura necesidad. Durante la crisis de la década de 1990 el sector metalúrgico guipuzcoano asentado en el Bajo Deba precisaba incorporar nuevos perfiles para acometer los retos de la reconversión industrial. Se dio la paradoja de que no encontraban profesionales cualificados en la bolsa de personas desempleadas y acabaron robándose unas a otras esa mano de obra especializada. Así nació en 1991 el Instituto de Maquina y Herramienta (IMH) en Elgoibar a instancias de cien empresas de la comarca. La fórmula de combinar formación académica con trabajo logró ajustar la formación a las necesidades reales del mercado, asegurar contrataciones con el perfil requerido y reducir el tiempo de su integración en las plantillas.
Un cuarto de siglo después, otra vez en el epílogo de una gran crisis, el IMH imparte la única ingeniería del Estado netamente dual. Esta escuela, adscrita a la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), abrió en 2011 la vía de la universidad dual. No siguió el modelo alemán sino que replicó la fórmula en alternancia del Centro de Estudios Superiores Industriales de Francia (CESI). Ni entonces, ni ahora hay un marco legal que regule la universidad dual en el Estado, donde no existe la tradición de países como Alemania, Austria o Suiza. No obstante, el ejemplo del IMH está siendo estudiado porque cada vez son más las voces que piden acabar con la gran distancia que separa la docencia clásica de la realidad profesional.
Uno de los indicadores que sugieren la eficacia de este modelo es que la tasa de empleo de la última promoción de Ingeniería en Innovación de Procesos y Productos fue del cien por cien. El director de la Escuela Universitaria Dual del IMH, Ixaka Egurbide, explica que la parte práctica comienza en segundo después de realizar una criba concienzuda de las empresas. Además de ser parte activa en la formación del ingeniero-aprendiz durante tres años, las empresas deben formalizar un contrato de trabajo. Esta exigencia es “autoimpuesta”, dice Egurbide, ya que la ley española establece que el contrato de aprendizaje solo se aplica hasta los ciclos de Formación Profesional. “No fijamos un sueldo predeterminado, pero pedimos que al menos cubran el coste de la matrícula o apliquen lo que establece el convenio del sector por un contrato parcial de ocho horas de lunes a miércoles”. De este modo, todo el alumnado percibe al menos los 6.060 euros que cuesta la matrícula. No obstante, la patronal vasca Confebask ha solicitado formalmente al Ministerio de Empleo que dé naturaleza jurídica al contrato dual para universitarios en prácticas, a través de la figura del contrato de formación y aprendizaje para la obtención de un título universitario.
Pedagogías activas La principal virtud de combinar los dos espacios de aprendizaje -universidad-empresa- es que el alumnado “puede dar sentido a los conocimientos que adquiere en clase dentro de un entorno real e identificar desde segundo de carrera su profesión de futuro”, comenta Egurbide. Por otro lado, las empresas “pueden planificar sus procesos de contratación para cubrir jubilaciones o fichar perfiles concretos que no están encontrando en el mercado”, añade. El director del IMH afirma que están trabajando para seguir creciendo de la mano de la UPV/EHU, que el curso que viene ofertará ocho titulaciones en dual. El primer paso de esa expansión será la puesta en marcha en septiembre de un máster relacionado con la Industria 4.0 que se encuentra a la espera de obtener la acreditación de la Agencia de Calidad del Sistema Universitario Vasco (Unibasq).
Alcorta Forging Group vio las ventajas de la formación dual desde el principio. Esta forja por estampación que realiza piezas para el sector automovilístico facturó 70 millones de euros el año pasado y cuenta con varias plantas repartidas por el mundo, EE.UU., China, Sudáfrica, Chequia o Alemania. El directivo Josu Sánchez asegura que la universidad dual “es el mejor proceso de selección que puede llegar a haber” ya que este tipo de colaboraciones “permiten ver a largo plazo cómo los chavales van poniendo en práctica lo que aprenden en clase, vemos sus capacidades y cómo se integran dentro de la cultura y valores de nuestra empresa, lo cual es fundamental para nosotros”. En este contexto, Sánchez concibe la empresa como una extensión de la universidad ya que aporta a los estudiantes algo a lo que las aulas no llegan. “Las estancias en empresa permiten poner en practica lo que están estudiando y avanzar en su desarrollo profesional y personal, cómo se relacionan con el resto de compañeros, cómo trabajan en equipo, qué hacen para resolver un problema, etc.”.
De hecho, este directivo considera que las competencias técnicas no suelen ser las que determinan el éxito en el momento de contratar a un ingeniero o ingeniera “sino las habilidades sociales y la forma en que esa persona encaja en los equipos y toma la iniciativa. Esas sí son las competencias necesarias para que alguien pueda integrarse en un equipo de trabajo”. Y según su experiencia, estas cualidades son esquivas incluso para el proceso de selección a ciegas más exigente y tampoco se adquieren en las aulas de una universidad. En este caso, Alcorta Forging Group ha logrado el objetivo de “escoger a alguien con una cualificación a medida, lo cual es tremendamente difícil de conseguir en un contexto como en el que nos movemos en el que el talento es menor por cuestión de natalidad”. Por tanto, asegura Sánchez, “entendemos que este tipo de herramientas son clave para poder ir fichando ese talento. Y cuando antes lo podamos llegar a tener en casa mucho mejor”.
Cultura y valores de empresa Algo similar opina Saioa Iriondo, jefa de producción en Fagor. Hasta su colaboración con el IMH, el fabricante de electrodomésticos de Arrasate había tenido dificultades para formar a una persona responsable de montaje en menos de siete años. Ahora, con la estudiante Nekane Sabas, ese tiempo se ha acortado. En esta línea, Iriondo señala que con anterioridad Fagor “había utilizado fórmulas parecidas con otras entidades y en otros formatos y por necesidades internas de aumentar capacidades en títulos de ingeniería vimos que podía ser una buena manera de impulsar tanto nuestras necesidades, como las del IMH y las del alumnado”. Gracias a la relación de Fagor con el IMH, la empresa ha sido capaz “de ir mejorando, orientando el aprendizaje, enseñando nuestro trabajo y nuestra forma de hacer las cosas”. Para Iriondo, su papel como mentores de la cantera de la ingeniería vasca “es una manera de ir desarrollando a nuestras personas, desde que están estudiando, orientando al tipo de trabajo que podemos ofrecer, además de concretar qué necesitamos y avanzar en ese camino”.
Nekane Sabas (23 años, Elgoibar) decidió estudiar en dual porque considera que es difícil dar correctamente el salto desde los libros a la gerencia de un área sin tener una experiencia laboral previa. Por contra, dice, “si pasas por el taller y te pringas las manos unos años estás preparada para tomar mejores decisiones, porque tienes una visión más global del negocio ya que durante tres años pasas por diferentes departamentos”.
Sabas habla con conocimiento de causa ya que antes interesarse por la metodología dual había estudiando dos años Ingeniería Industrial en San Mamés. Resume así su experiencia: “La verdad es que aprendí un montón de dibujo técnico, un montón de matemáticas y de álgebra pero sin saber para qué servían. De hecho creo que todo ese conocimiento no me ha dado ninguna ventaja cuando entré a trabajar en Fagor, yo no he notado ese plus”. Esta joven de 23 años se incorporó a Fagor hace tres años como auxiliar de montaje, donde trabaja de lunes a miércoles a jornada completa. Tras pasar por calidad y ventas, ahora trabaja como montadora mientras acaba la carrera con el objetivo de ser la responsable de montaje.
Sabas acaba de regresar de una estancia de tres meses en la India, a donde acudió en septiembre con un equipo de Fagor para montar una de sus máquinas en una empresa situada a 200 kilómetros de la ciudad de Pune. “He vuelto muy contenta porque me supe manejar y pasar tres meses en la India me pareció muy enriquecedor a nivel profesional y personal”. Nekane está muy satisfecha con la decisión en embarcarse en ingeniería dual aunque reconoce que estudiar así supone bastante sacrificio en la época de exámenes.
Recuerda que el primer año notó una gran distancia con el resto de compañeros “porque saben mucho de todo, independientemente de si tienen una carrera o no”. Al principio recuerda que “no sabía ni usar un taladro porque no había hecho un agujero en mi vida”. Ni que decir tiene que tampoco tenía nociones sobre la medición tridimensional por Faro, una tecnología fundamental en el sector industrial.
Poco a poco Nekane fue aprendiendo y “tanto el trato con los compañeros, como el conocimiento técnico se fueron igualando. Siempre tienes ayuda, nunca estás sola porque trabajas en equipo y es muy valioso porque aprendes un montón”. Es más que probable que Nekane acabe con un buen puesto en Fagor como responsable de montaje. Pero si no lo logra, esta aprendiz de ingeniera seguirá defendiendo que “es mejor bajar a tierra lo que te enseñan en la carrera porque esto es lo que hay en la mayoría de las empresas y esto es lo que te va a tocar hacer en el futuro”.