Freno a las especies invasoras
De las 86 definidas para Euskadi, el 57% tuvo como vía de llegada su uso ornamental, apuntan desde Ihobe tras publicar un Manual de Jardinería urbana sostenible
Bilbao - Las administraciones locales han sido claves para la elaboración de una guía sobre jardinería urbana sostenible que permitirá que las personas responsables de este cometido en los municipios vascos puedan tomar las mejores decisiones sin tener necesariamente conocimientos de botánica o jardinería, por ejemplo. De hecho, tal y como ilustra Ainhize Butrón, coordinadora de la Unidad de Patrimonio Natural de Ihobe, el manual también puede ser utilizado por empresas dedicadas a la producción de plantas y “por supuesto, también resulta muy útil en el ámbito privado para aquellas personas que tengan interés en mejorar sus jardines y terrazas desde una perspectiva de la sostenibilidad ambiental”. El documento, disponible en ihobe.eus, ya ha despertado el interés en varias entidades públicas que han mostrado su disposición a poner en práctica las sugerencias contenidas en el papel. Este hecho, agregaba Butrón, ha posibilitado “empezar a trabajar con ellas en la compra y contratación pública verde de servicios públicos de jardinería”.
En opinión de esta experta, la gestión adecuada de las zonas verdes urbanas puede ayudar a mejorar “la calidad ecológica de estas infraestructuras” y prevenir y reducir la amenaza de especies invasoras. Y es que este manual publicado por la red municipal UdalSarea21 pretende contribuir a que se diseñe un paisajismo que ponga en valor la biodiversidad autóctona.
No en vano, tal y como describía la coordinadora de la Unidad de Patrimonio Natural de Ihobe, sociedad pública de gestión ambiental, en el conjunto de la Comunidad Autónoma Vasca han sido identificadas 478 especies exóticas de las que 86 han sido catalogadas como invasoras. Los ecosistemas fluviales son los más invadidos -la falopia o bambú japonés fue usado durante años como especie ornamental para formar setos- y los costeros y litorales tampoco se salvan: ahí están la uña de gato y la oenotera, que desplazan a las especies locales de las dunas. Y los ecosistemas urbanos y periurbanos también poseen una gran cantidad de especies exóticas debido a usos ornamentales “o por la introducción derivada del tráfico de mercancías”, apostillaba Butrón.
“De las 86 especies de flora invasora definidas para Euskadi, el 57% -49 especies- tuvo como vía de introducción su uso ornamental” resumía al tiempo que apuntaba que el 32% de las exóticas también han tenido como vía de entrada el cultivo ornamental. Lo chocante es que muchas personas, de tanto verlas, creen que son especies autóctonas. Por eso, uno de los propósitos de esa guía es ofrecer criterios para poder seguir empleando esas especies exóticas sin riesgo para la biodiversidad local.
Completo catálogo El Manual para el diseño de jardines y zonas verdes sostenibles ofrece “un exhaustivo listado de plantas alternativas con sus funcionalidades y características, así como los criterios para su elección teniendo en cuenta su sostenibilidad y su capacidad para fomentar la biodiversidad”, decía la coordinadora de la Unidad de Patrimonio Natural de Ihobe. “Nuestro trabajo es facilitar herramientas a todos los agentes de la CAV, públicos y privados, para que puedan realizar una gestión más sostenible de las zonas verdes que recaen bajo su mantenimiento”, enfatizaba Butrón.
Por ejemplo, el documento condensa una serie de reglas encaminadas a esa meta de la sostenibilidad. En este sentido, llama la atención sobre el principio de precaución ante las consecuencias ambientales de las actuaciones que se llevan a cabo; y sobre el principio de respeto ante la capacidad de regeneración que tiene el medio natural. Alude también a otros componentes esenciales en el diseño de este tipo de políticas públicas y acciones: el sentido común, la creatividad y la innovación.
Y advierte por ejemplo ante un hecho frecuente en pueblos, ciudades y jardines privados: el diseño y uso de formas geométricas en jardinería (setos, principalmente) genera una alta dependencia de las podas regulares, lo que significa mayor gasto de medios y recursos. Otro caso a tener en cuenta: las podas del arbolado. La jardinería tradicional ha considerado durante mucho tiempo que resulta beneficiosa para la renovación y recuperación de ejemplares intervenidos.
“Sin embargo -puntualiza- numerosos estudios y datos recientes contradicen estas creencias y demuestran que la realización de este tipo de podas, lejos de provocar un rejuvenecimiento de los árboles, generan situaciones añadidas de mayor riesgo futuro en rotura de ramas o tronco principal, por lo que este tipo de intervención se debe eliminar o minimizar a los casos imprescindibles de riesgo o afecciones no deseadas”, se subraya en el manual.
Césped o plantas tapizantes Las vistosas superficies ocupadas por céspedes o praderas tampoco se salvan debido a la necesidad de riego. Por eso, se propone sustituirlos por las llamadas “plantas tapizantes” [que además pueden ser aromáticas] que tienen un mayor coste de implantación pero que, a largo plazo, se compensa por la baja necesidad de mantenimiento. Además, facilitan una mayor actividad biológica bajo su cobertura.
“Resultan muy indicadas para su empleo en superficies de pequeñas dimensiones dentro del sistema urbano como isletas y medianas de separación, bordes residuales de urbanización, etc.” detallaban los expertos. Las plantas empleadas para pantallas verdes y setos merecen otro capítulo dentro de la guía debido a la flexibilidad de diseños, la variedad de especies a cultivar y sus funcionalidades. Y los jardines acuáticos, las terrazas, los bosquetes, las trepadoras,? también tienen su hueco en ese documento. Algunos agentes públicos llevan años trabajando en esa senda; y también existen empresas privadas que proveen de estos servicios a quienes deseen contratar una jardinería más sostenible. “Lo que buscamos con este material -insistía- es extenderlo a la mayor parte de agentes posible y ayudarles en la transición a otros modos de gestionar las zonas verdes que permitan el fomento de la biodiversidad”.
No en balde, la Estrategia de Biodiversidad del País Vasco 2030 tiene como una de sus metas proteger y mejorar el estado de conservación de los ecosistemas, “apostando por infraestructuras verdes; esto es, zonas protegidas, zonas agrícolas y zonas urbanas y periurbanas, como elementos que favorecen, la conectividad del territorio y los servicios de los ecosistemas”, valoraba la coordinadora de la Unidad de Patrimonio Natural de Ihobe.
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