durango- Ha fallecido la monja María Jesús Zulaica Lizaso, Sor Verónica, en el monasterio de San Francisco, de Durango. Natural de Zarautz era la decana de la comunidad clarisa que con su pérdida humana registra en la actualidad 19 religiosas. Sumaba 94 años. Su compañera Olatz, originaria de la misma localidad, recuerda unas palabras que le dijo una persona que no le había visto en tiempo sobre Sor Verónica: “Esta no morirá sin más, irá volando al cielo como una paloma. Y más o menos así ha sido. Sin sacar demasiado ruido se fue a las 10.00 de la noche”, traslada desde el convento durangarra. El funeral por su alma se ofició en la iglesia de San Francisco. “Mucha gente en Durango no conocía a nuestra afamada provisora porque no impartió docencia en nuestro colegio”, en referencia a San Francisco y en la actualidad San Antonio-Santa Rita, centro que celebra en este ejercicio 150 años.

A juicio de sus compañeras, María Jesús Zulaica Lizaso era una artista en la Provisoría, “esta última palabra creo que data de la Edad Media”, agrega Sor Olatz, quien va más allá. “Ella nos ponía el pan para todo el día, la fruta, que si estaba algo tocada cogía el trabajo de quitar lo podrido y nos quedábamos con el resto, a ella le gustaba ahorrar porque para eso hemos hecho el voto de pobreza”.

Sor Verónica era la única mujer de siete hermanos y “en casa de la familia tenían árboles frutales. Entonces ella sabía de todo porque, con la mentalidad de aquella época, ella tenía que ayudar a su ama con tantos chicos, le tocaba planchar, lavar, limpiar los zapatos de los hermanos...”. Fue a los 24 años cuando partió de Zarautz al monasterio de Durango. En la villa vizcaina se dedicó a las labores del convento. También estuvo siete años en el pueblo cántabro de Escalante.

“Cuando entré yo -apostilla Sor Olatz- era la gran provisora y además era encargada de guardar las telas de hábito y le teníamos que pedir a ella lo que necesitábamos. En días grandes hacía ensaladillaa rusa y le salía muy bien, todo tipo de mermeladas, txakoli, ¡no como el de Getaria!... La cuestión es que nos sorprendía con los postres que nos ponía en el plato. Como sabíamos corte y confección le pedíamos a ella la tela y nos daba superjusto. Teníamos que hacer poco menos que milagros para que nos saliera bien la ropa”. En una ocasión, una monja le dijo que necesitaba tela negra para un velo para la cabeza. “Ella le dijo: Creo que no tengo, y la religiosa que le había pedido, Puri, le contestó que no se preocupara que lo compraba ella enseguida en la tienda de Marga o Zubizarreta. Pero no quedaba ahí la cosa: para cuando iba a su habitación, Puri ya tenía la tela encima de la mesa. Nos lo contaba con mucha gracia”.

Sor Olatz asegura que comprende que eran otros tiempos y la mística de entonces hacía que estas monjas hoy mayores portaran su cabeza “torcida hacia un lado y a la vez agachada así acababan antes de tiempo con chepa en la espalda. Una pena. Pero eran otros tiempos”, detalla y concluye con aprecio hacia quien despide: “Digo con simpatía hacia ella que teníamos algún parentesco. Yo tengo dos apellidos Arruti y uno Lizaso y ella también los tenía y nuestras abuelas se llevaban muy bien. Aunque fuimos muy distintas, pienso que sería por los tiempos y otras cosas”, concluye.