Rafael Puntonet, una vida entregada al diálogo y a la concordia
BILBAO - La muerte de Rafael Puntonet, economista y consultor que participó en la arranque de la autonomía y del diálogo social en Euskadi, empaña el verano. Regreso de improviso a las páginas de este diario y rompo con tristeza mis vacaciones para recordar a Puntonet, a quien conocí en aquel primer Gobierno vasco de 1980, cuando su sede, el edificio de Lakua, aún mantenía las señas de identidad de haber sido construido como hospital geriátrico por la Diputación Foral de Araba. En aquellos despachos se instalaron los miembros del ejecutivo y Rafael lo hizo en calidad de viceconsejero de Trabajo bajo las órdenes de Mario Fernández.
Pretendo, en estas líneas, poner en valor su perfil personal, aderezado con una conducta intachable, amabilidad, tolerancia y diálogo, porque han sido las cualidades que han marcado una trayectoria profesional, larga, intensa, productiva y ejemplar. Jamás careció de tiempo para dialogar y buscar puntos de encuentro, bien fuera como primer presidente y fundador del Consejo de Relaciones Laborales de Euskadi (CRL) o del Consejo Económico y Social vasco (CES), organismos que, como se desprende de su propia índole, venían a ser el punto de encuentro (o desencuentro) de numerosos conflictos socio-laborales.
Pero Rafael Puntonet, he aquí una muestra de su talante, nunca dejó de dar la cara para solucionar los problemas. Siempre con una sonrisa y un gesto amable. Siempre buscando el diálogo, el consenso, el acuerdo. Su actitud conciliadora fue esencial en muchas ocasiones y en otras no acabaron con el éxito que su esfuerzo merecía. Esos resultados adversos no oscurecen una trayectoria irreprochable.
Dialogante y conciliador, lo conocí desde mi visión de informador económico y, gracias a la relación profesional, goce de su amistad e, incluso, cuando surgieron las nuevas tecnologías digitales, pudimos bromear sobre su apellido premonitorio (Puntonet).
Después, ambos ya jubilados, hemos mantenido una relación de amistad en la que no han faltado sus consejos, como aquella tarde de Nochebuena, hace cinco años, cuando coincidimos en el Metro y pudimos mantener una larga conversación sobre el proyecto que yo tenía en marcha (el libro Hagamos posible lo improbable).
la bandera del diálogo Su talante y predisposición al diálogo le llevaron a ser designado por el Gobierno vasco, la Cámara de Comercio de Bilbao, la Diputación vizcaina y la Autoridad Portuaria para resolver el complejo sudoku de la competitividad del Puerto de Bilbao, donde el reparto de la estiba siempre está bajo la sospecha de la concertación. Fue uno de los pocos nudos que no pudo deshacer, pero, a sabiendas de la complejidad de la empresa, no renunció a intentarlo.
Ayer, conocido su fallecimiento, admito que no tuve valor de saludarle hace un mes, cuando nos cruzamos por la Gran Vía de Bilbao. Me faltó valor porque no podía preguntarle ese protocolario; Hola Rafael, ¿Qué tal estas? Quiero pensar que él, un tanto distraído, delgado y demacrado por la enfermedad, no se fijó en mi presencia. Es mi consuelo.
Termino estas líneas, agarrotado por la emoción y triste por su marcha. En estos tiempos convulsos y preñados de postureos políticos, se echa en falta personas con el talante de Rafael Puntonet. Su figura no sólo merece el recuerdo y homenaje de estas líneas, sino la esperanza de que haya creado escuela y que otras personas puedan seguir su camino, porque si algo necesita esta sociedad es diálogo hasta el amanecer y voluntad de concordia.
Ese era Rafael Puntonet.
Goian bego.
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