Bilbao - Lo principal es que podemos aprender de lo uno y de lo otro. También que hay que saber gestionar tanto lo que nos va mal como lo que nos sale bien. Parece que lo segundo es más fácil, pero no hay que confiarse. Más de un gran fiasco nace de lo que parece ser un notable triunfo.

J. V.: Como decíamos sobre el fracaso, tampoco es fácil definir lo que es tener éxito. Cada cual lo cifra de un modo diferente.

-I. Q.: Sí, y antes de continuar recupero la frase con la que terminaba la sección del sábado pasado, que es que en la vida hay que aprender a ganar y también a perder. En mi humilde opinión, tener éxito es cumplir con unos objetivos, siempre y cuando al final de cada proceso hayamos aprendido algo y nos quede la satisfacción de haber hecho el bien.

J. V.: ¿Querer obtenerlo a toda costa conduce a la frustración?

-I. Q.: No creo que sea así necesariamente. Querer obtener algo a toda costa, si no rompes las reglas del juego, no está mal. Luego eres tú mismo tu mayor competidor, el que tiene que decidir en qué grado obtienes tu objetivo. Cuando consigues un buen resultado, pasas de ser tu mayor competidor a ser el mejor competidor.

J. V.: Confieso que me cuido mucho de las personas obsesionadas con el éxito. Además de dar muchísimo el peñazo, suelo tener la sensación de que me venderían si fuera necesario para conseguir eso que buscan.

-I. Q.: Estoy de acuerdo cuando no hay otras variables en juego que no sean el éxito rotundo. En ese caso, creo que eres muy prudente cuidándote de ellas, pero hay personas en las que el éxito es el trabajo bien hecho, con respeto a todos los actores, respetando el nombre de los mismos en los créditos y con una finalidad buena. Si además de buena es noble? ¡Pues mejor que mejor!

J. V.: Hay quien consigue el éxito en lo profesional a costa de que le vayan mal las cuestiones personales. Yo diría que no es una buena elección.

-I. Q.: Pues estoy de acuerdo. Creo que no es fácil ser un buen profesional sin ser una buena persona porque apenas distingo tareas que no tengan un impacto social en mayor o menor medida, pero desgraciadamente, hay personas que convierten su trabajo en una jaula de cristal de la que no pueden (o no quieren) salir y a la que no permiten acceso a nadie. Todo lo que activa tu deseo te puede enganchar, y el trabajo no es una excepción.

J. V.: De todas formas, si nos lo proponemos, es posible que lo profesional y lo personal nos vayan razonablemente bien, e incluso que se refuercen mutuamente.

-I. Q.: Ya te decía en la pregunta anterior que para mí es imposible que ambas facetas no vayan de la mano, y que, además, se retroalimenten constantemente. Que aquello que hagas sudando te convierta en mejor persona es algo muy gratificante e incluso puede llegar a ser muy divertido. Creo que ese es el mejor acicate, que aquello que realices con profesionalidad tenga un impacto beneficioso en tu entorno, haga mejores a los demás y te ayude a mejorar a ti mismo. Cuesta menos de lo que la gente se cree.

J. V.: Existe la expresión “morir de éxito”. Por algo será...

-I. Q.: Sí, cuando todo el mundo espera de ti lo mejor de lo mejor sin que puedas llegar a ello. Y es que muchas veces solo puedes dar lo mejor posible en cada momento concreto. Hablamos de la generosidad hacia ti mismo en los fracasos y lo mismo procede hacer en el éxito.

J. V.: Buena parte de los éxitos son efímeros. Si no se tiene en cuenta, mala cosa.

-I. Q.: Te voy a contar un secreto: no entiendo el éxito más que de esa manera, transitoria. Así no te dedicas a la autocomplacencia, y cada buen resultado se convierte en la antesala de la búsqueda de mejorar. A lo que valoro como efímero le dedico un cuidado y un amor que me revalorizan como persona (por eso me gustan las flores, duran tan poco que no me dedico a prolongar su vida sino a preservar su belleza y a disfrutar con ella).

J. V.: Algunas personas no cambian mucho después de haber triunfado. A otras, sin embargo, no hay quien las reconozca de lo fatuas que se vuelven.

-I. Q.: Pues sí. Eso del “No sabe usted con quién está hablando” es propio de quien convierte el éxito en la llave maestra a su nueva identidad, que no es otra que la de crack. Que no se queden contemplándose al espejo y preguntándole si hay alguien mejor, más capaz y brillante porque se van a envenenar a sí mismas sin morder ninguna manzana.

J. V.: Tampoco faltan casos de personas que han triunfado y en lugar de felicidad les sobreviene una especie de angustia porque se les hace muy grande la nueva situación.

-I. Q.: Sí, y es que no siempre estamos preparados para el éxito y éste no siempre es consecuencia de un mérito. Ocurre que el azar a veces también juega a favor de las personas. En esos casos, ante la tentación de sacar pecho y cantar nuestras excelencias, es fantástico reconocer que hemos tenido suerte. Si lo hacemos, posiblemente descubramos que alguna virtud propia nos ha encaminado bien en lo que hemos conseguido, y que de esa manera le hemos ayudado un poquito a la suerte en su generosa labor. Al mismo tiempo, haríamos bien en incorporar esa virtud a nuestra caja de herramientas de la vida.

J. V.: Y otro peligro para alguien a quien le van bien las cosas: los envidiosos dispuestos a ponerle zancadillas se multiplican.

-I. Q.: Estoy de acuerdo, pero ante ese peligro, solo se puede hacer una cosa, que es mantener tu ilusión, tu dedicación y tu humildad. Hay que seguir aprovechando el tiempo, que hay muchas más personas que valen la pena, y a quien se muere de envidia pues? que descanse en paz.