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Delfina Entrecanales: “Nunca me han tratado tan bien como en Bilbao”

Es una importante mecenas muy conocida en el mundo del arte británico y neoyorquino

Delfina Entrecanales: “Nunca me han tratado tan bien como en Bilbao”Jose Mari Martínez

SON unos hachas. He viajado por todos los rincones del mundo, pero les aseguro que nunca me han tratado tan bien como ustedes en Bilbao”. Fue el escueto, pero tajante discurso de la mecenas de artistas, Delfina Entrecanales Azcárate, que recientemente ha sido distinguida con el Alfiler de Oro de la Asociación de Mujeres Empresarias y Profesionales Liberales, Mujer Siglo XXI, presidida por Magdalena Suárez, por su apoyo a los artistas necesitados. En palabras de Delfina, lo que le alimenta es la satisfacción de saber que “he ayudado, empujado y hecho a un artista. Es lo único que me mueve”.

Más de 500 artistas de todo el mundo han pasado por sus residencias para artistas, incluidos nombres ilustres del arte contemporáneo como Mark Wallinger, Tacita Deam, Maurizio Cattelan, Martin Creed o los vascos Txomin Badiola o Darío Urzay, “con los que acabo de estar”

Su relación con el mecenazgo cultural comienza a principios de los años 70, cuando recién divorciada de su primer marido y con 45 años da cobijo en su casa de campo de Inglaterra a miembros de los grupos Soft Machine y Pink Floyd. “En aquella época tenías que gastarte muchísimo dinero en todo el equipment de los músicos. Ahora, con la tecnología, la música se ha vuelto más asequible, pero entonces era inasumible. En cambio, con la pintura les podías dejar un cuarto para pintar y ya está. Y es lo que hice”, relata sonriente.

Aunque en nuestro entorno no tenga repercusión mediática, Delfina es una importante mecenas muy conocida en el mundo del arte británico y neoyorquino, pero que nunca ha hecho mucho por salir en los medios de comunicación. No quiere ser nada importante, eso la aterra, y “nunca he querido conceder entrevistas. Sin embargo, ahora tengo que aguantar porque me dicen que debo de explicar y dar a conocer todo el trabajo que realizamos”, subraya, visiblemente satisfecha, por el premio que Mujer Siglo XXI, el primer galardón que le han concedido a Delfina en el Estado, en reconocimiento por su mecenazgo.

Delfina foundation En 2007 creó en Londres la Delfina Foundation, que provee de residencia y medios de trabajo a numerosos artistas. La fundación, la más grande de estas características en Reino Unido, se dedica a patrocinar artistas necesitados, proporcionándoles un espacio para vivir y trabajar, además de contactos en el sector profesional. “Pueden estar de uno a tres meses y durante este tiempo les proporcionamos contactos para que puedan volar solos; les damos el empujón para que se empujen ellos solos. De la residencia han salido nombres que ahora son importantísimos”, sostiene la octogenaria sin protocolo alguno y con una sencillez nada fingida. Para muchos de los creadores que se han beneficiado de su generosidad es, simplemente, “la abuela del arte”.

Aunque en el Estado esta mecenas no sea muy conocida, en Oriente Medio es una diva. Su austeridad contrasta con la forma de actuar de la jequesa catarí que se gastó más de 100 millones de dólares en un cuadro de Bacon. Para Delfina, la ostentación, el figurar, no forman parte de su vocabulario. La horroriza.

Viajera impenitente, “aunque ahora he bajado el ritmo” tan pronto coge una maleta para irse a Nueva Delhi como vuela a Nueva York, pero el centro de su vida sigue estando en Londres, entre sus hijos y nietos y la Delfina Foundation. Ella se define a sí misma como una mujer muy normal, que hace cosas normales como atender su casa y ayudar a los artistas que lo precisen. “Me siguen diciendo, y eso me llena de orgullo, que no hay una residencia como la mía. Yo soy como de la familia para ellos. Me ven fregar y les llama la atención; se quedan pasmados. A mi no me gusta que se piensen que no van a pegar ni sello. Yo les doy un hogar, una oportunidadpero a cambio les pido educación y trabajo”.

a la sombra “Al principio en Londres no comprendían lo que hacía. Pensaban lo típico: la señora española que venía con posibles y que iba a hacerse famosa gastándose dinero en comprar obras de arte”. “Pero a mí”, insiste, “lo que siempre me ha gustado es ayudar a los artistas, preocuparme por ellos, reñirles si hacía falta. Y, por supuesto, nunca aceptaba obras de ellos. Lo sabían. No iba a hacerme mi colección a su costa. Mi recompensa es ver que les he dado un empujón”.

Delfina se siente orgullosa porque invierte en la parte invisible de la creación, que es la investigación. Es una mecenas desinteresada que huye de los eventos sociales. “No me han gustado nunca y he tenido la oportunidad de asistir a los más importantes. Ahora es cuando más voy a cosas oficiales y sin ganas”, se sincera.

De su padre, un hombre con genio pero brillante y carismático, al tiempo que muy humano por muy importante que fuera, dice haber heredado su humor. De su madre, María, una mujer puritana, pero sin tonterías, “que era la única que iba a misa”, ha adquirido esta costumbre.

Una práctica que Delfina ha abrazado de forma sobrevenida. “Hace unos años, me di cuenta de pronto que necesitaba algo más. Desde entonces soy de misa diaria. Tengo un sacerdote amigo inglés con el que voy a cenar a menudo y conversamos de todo, además la misa diaria en la iglesia del Brompton Oratory del centro de Londres no me la pierdo”, apunta esta millonaria de familia de izquierdas.

Con un aspecto envidiable, Delfina reconoce que anda todos los días una hora, come poco y no bebe ni fuma. “Luego me ayuda mi padre espiritual que tengo desde hace quince años con el que medito y voy a comer. Hablamos de lo humano y lo divino. A la gente le sorprende mucho, pero a mí no me importa lo que la gente piense, porque siempre he hecho lo que me ha dado la gana”, apunta.