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El agur a Enrique Urquijo, un ‘niño’ exiliado a Bélgica en el mítico ‘Habana’

El agur a Enrique Urquijo, un ‘niño’ exiliado a Bélgica en el mítico ‘Habana’Deia

bilbao - Fue uno de los niños que mecieron las aguas solidarias cantábricas en uno de aquellos viajes del histórico barco antifascista Habana que buscaba poner paz en plena Guerra Civil. En su caso, él y sus hermanos a Bélgica. Falleció el pasado 24 de abril a los 87 años en Bilbao. Urquijo era expresidente de la Asociación de niños evacuados el 37, colectivo que funcionó con cariño entre 1998 y 2012. El colectivo cerró “por jubilación”, como argumentaron en un acto.

Enrique Urquijo con 10 años tras haber vivido un año de guerra en Bilbao. Junto con su hermana pequeña y su hermano mayor viajó a Bélgica, donde cada uno de ellos fue acogido por una familia diferente en un mismo pueblo. Permanecieron allí hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939. Aunque solo transcurrieron dos años, el país le marcó para siempre y siempre se manifestó agradecido a Bélgica y a su familia de acogida.

De padre vasco y madre castellana, Urquijo nació el 30 de junio de 1928. Se crió en un seno familiar de cuatro hermanos en Bolueta. Vivió en la que él llamaba “casa de la fábrica”, con su padre, madre, abuelos maternos y un tío.

Enrique recordaba con cariño la escuela de Bolueta, a la que asistió antes de ser evacuado. Allí les preparan bien y pronto aprendieron “muchas matemáticas, dibujo lineal y geografía. Los profesores de la Segunda República eran buenos, mucho mejores que los de después, aquellos vestidos con camisa azul y látigo. Aquellos del cara al sol, por Dios y la patria y el rey y de Viva España. Antes de poder ser exiliado, sufrió un año de Guerra civil. Sin embargo, aunque llegó a conocer los bombardeos de los aviones fascistas sobre la ciudad, no recordaba haber sentido miedo. “No era totalmente consciente del riesgo que sufría”, solía contar. Viendo que la situación no mejoraba, los padres de Enrique decidieron que lo mejor para él y sus hermanos sería salir del país. Su destino fue Bélgica. Viajaron en tren a Santurtzi y “a eso de la una o dos de la mañana el barco zarpó. Mi madre me gritaba: Enrique cuida de tu hermano y hermana, llorando por supuesto”, narraba.

Con sus hermanos Al llegar a Bruselas, residió en una colonia. Allí, recibían visitas de familias belgas que iban a elegir el niño o niña que acogerían. Él se negó a marcharse con los que le seleccionaron. Y consiguió el sueño de su madre: los tres hermanos debían estar en el mismo pueblo. “Allí conocí los cochecitos de goma y montar mecanos. Teníamos de todo. Comíamos de maravilla, chocolate, sopas de todo tipo...”, agradecía Urquijo.

En septiembre de 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial y la familia que le acogió consideró que lo mejor era que volviera a Bilbao, aunque él quería quedarse allí. “Volví por obligación. Sabía lo que estaba ocurriendo en España, llegar y el Cara al sol o que me dijeran rojo e hijo de rojo. Mi padre ya estaba tachado por ello”.

Por aquellos días, a su padre le trasladaron al campo de concentración de San Pedro de Cardeña, en Burgos, a Bilbao donde trabajó como prisionero en La Naval de Sestao construyendo tanques hasta que al poco tiempo fue liberado. Mientras tanto, su madre tuvo que empezar a trabajar para sacar adelante a la familia.