bilbao- Siempre interesado en el aspecto humano de las empresas y sistemas en general, y en la trascendencia personal del individuo, Euprepio Padula se centra en la emocionalidad como hilo conductor de sus proyectos de coaching ejecutivo y grupal, impartiendo cursos formativos a altos directivos, políticos y comités de dirección de multinacionales de gran renombre. Desde hace diez años compagina su actividad de empresario con su prolífica faceta de pintor, que lo ha llevado a cerrar el círculo de sus pasiones, uniendo los recursos humanos a su inquietud por el arte.
Disculpe, pero ¿qué es un ‘coach’?
-El coach es un entrador y el coaching un entrenamiento, en mi caso, de directivos, empresarios, políticos y, también, gente de la calle.
¿Qué hacen?
-Acompañamos a los profesionales a potenciar sus puntos fuertes para que tengan más éxito en la profesión y en la vida. Lo mismo que hace un entrenador con un deportista, el coach lo lleva a cabo con los profesionales de diferentes ámbitos laborales.
¿Lo suyo fue vocacional?
-Sí, aunque en mis inicios fue casual. Trabajaba como abogado en IBM; me aburría soberanamente, pero un cazatalentos me entrevistó y vio mi potencial y me propuso trabajar en Recursos Humanos. Desde niño me han apasionado las personas, todo lo que tiene que ver con su conocimiento, con explotar los puntos fuertes de cada uno de nosotros. Soy tremendamente optimista y cuando me encuentro con la gente veo cómo pueden sacar más partido de sus puntos fuertes e incluso de los débiles.
¿Cada persona es un reto?
-Sí. El objetivo es intentar explotar la máximo el potencial que tenemos dentro. No creo en la teoría de que todo es posible en la vida; hay cosas que son imposibles.
¿Todos tenemos algún potencial? -Sí. En determinadas áreas profesionales. Que haya alguien que te entrene, que te acompañe en este descubrimiento personal para sacarte el máximo partido, me parece un lujo. Por ello me he dedicado a esto; me produce una enorme satisfacción cada vez que me encuentro con alguien que necesita mi ayuda para ser feliz. Al final se trata de eso; el éxito y la felicidad son lo mismo.
¿Hay casos perdidos?
-Como relato en mi libro, El coaching del peluche rosa, a veces te encuentras con personas que tienen todo en la vida: éxito social, poder, dinero y, sin embargo, no son felices. Cuando vienen al despacho y me dicen: tengo dinero, he alcanzado lo que pensaba que me iba a hacer feliz, pero no lo soy. Quieren saber qué hacer para lograr la felicidad.
¿Y que les dice?
-Que no han hecho lo que realmente les pide su cuerpo para ser felices; que fallan en algo. Suelen ser gente que ha ganado mucha pasta y aparente tienen familia perfecta. Sin embargo, rascas un poco y te das cuenta de que se sienten desgraciados porque no han cumplido ninguno de los sueños que tenían cuando eran niños.
¿En esa tesitura entra usted?
-Sí. Para ver en qué fallan, para ayudarles en esa búsqueda de la felicidad. Te encuentras con directivas que quieren ser mujeres perfectas, superwoman, pero se han dejado muchas cosas por el camino; las mujeres tienen un nivel de exigencia personal brutal; quieren ser mujer, madre, profesional, hija perfecta. Y en la vida no podemos ser perfectos, especialmente si no es lo que buscadas cuando eras niño. En este tipo de entrenamiento entro yo para que una persona pueda alcanzar los que son los objetivos que te puedan permitir ser feliz de verdad y sentirte a gusto contigo mismo.
¿El ‘coach’ sirve para periodistas?
-Sí. Creo que un coach lo puede necesitar cualquiera de nosotros y en diferentes etapas de la vida. No lo recomiendo a gente muy joven, Un coach está más indicado para una persona que tiene experiencia laboral y tablas en distintas áreas profesionales.
¿Qué es lo más difícil en un mánager: modificar los físicos o los aspectos psicológicos?
-Cambiar la percepción que tenemos de nosotros mismos; una imagen llena de prejuicios. Cuando alguien entra en mi despacho siempre les digo que lo que piensan de ellos lo dejen fuera. Que vengan sin saber nada para ir trabajando sobre su ignorancia; no sobre lo que conocen. Por supuesto que cada uno de nosotros tenemos unas características determinadas, pero si deseas cambiarlas puedes hacerlo, incluso el tono de voz que creen que no es cambiable.
¿Y se puede?
-Claro que sí; se trata de ponerse en manos de profesionales que te ayuden. He trabajado con gente, que al hablar en público era bastante mala por su timidez. En este caso hay que lograr estrategias para conseguir su seguridad y una vez logrado hablará bien. Para ello debe superar sus inseguridades y no tener prejuicios.
¿Es difícil enseñar a dominar las emociones en público?
-En público y privado. La gestión de las emociones es una de las asignaturas pendientes. A veces nos pasa factura también en privado. Debemos de aprender a gestionar las emociones, que no es ocultarlas, ni esconderlas. Uno de los principales problemas que tienen los políticos es que tratan de ocultarlas; parecen marionetas, gente fría, sin sensibilidad. Hay que saber gestionar bien las emociones para sacarles partido, especialmente a las negativas. Un caso típico de una persona que sabe gestionar mal sus emociones negativas es Pablo Iglesias; es un comunicador espectacular, pero en cuanto lo criticas se siente atacado y responde impulsivo, reacciona mal.
¿Y Pedro Sánchez?
-Tiene todo de su parte para comunicar bien, pero a veces sus emociones las encasilla y resulta frío. Si dejara fluir un poco más sus emociones y pensara menos cómo tiene que decir las cosas, resultaría mucho más atractivo, más natural. A lo mejor metería la pata en comunicación; pero no pasa nada. Lo importante es resultar natural; no hay nada peor que parecer construido, porque te quita cercanía con el público.
A veces se nos vende lo espontáneo como lo mejor. ¿Siempre es así?
-No. Eso de tener un canal libre entre el cerebro y la boca está fantástico siempre que te controles bien. Es para la gente que se conoce y sabe que realmente lo que piensa a veces no es lo más oportuno para comunicarlo. En este caso un poco de filtro no viene nada más.
El ‘coaching’ ha entrado de lleno en las empresas. ¿Por qué?
-Las grandes empresas utilizan ese servicio a favor de sus directivos y también en política es cada vez más demandado. Los políticos han pasado de usar asesores bastantes generalistas, especializados en campañas electorales, a demandar entrenadores como yo que somos más específicos y que dominamos campos del liderazgo, de la comunicación.
¿Sirve para que el empresario tenga empatía con sus trabajadores?
-Hay gente con visión de empresario, pero incapaz de gestionar a su equipo porque le falta experiencia, empatía y liderazgo.
¿Y eso se aprende?
-Se puede aprender casi todo y a cualquier edad. Uno llega a los 50 ó 60 años de su vida y cree que a esas alturas no puede aprender mucho; incierto, a cualquier edad se puede.
¿Qué valora en la imagen de un personaje público?
-La sinceridad, la honestidad; el ser fiel contigo mismo. No me gustan nada los personajes públicos a los que se les nota que están “fabricados” en un despacho.
¿Qué cambiaría del lehendakari?
-A mi me gusta mucho la imagen de Urkullu porque es fiel a sí mismo. Es una persona sobria, serena, consciente con sus valores. Transmite una imagen supercorrecta. Creo que es como lo vemos. Nunca se le ve artificial; no se hace el gracioso porque resultaría ridículo.
¿De Rajoy?
-Es una persona tímida que gana en las distancias cortas. Pero sus asesores le han hecho ser un personaje poco agradable y simpático.
¿Se puede triunfar sin seguridad interior?
-Las personas que no estén conformes consigo mismas difícilmente pueden gestionar bien empresas, personas. El que no es feliz no podrá hacer feliz a nadie. Podrán triunfar, pero será a corto plazo.
¿Qué les falta a algunos personajes para ser líderes?
-Ilusionar, motivar. Tienen que saber arrastrar masas y enseñarles su visión. Necesitan crear inspiración, emoción. Eso es el liderazgo.
¿La clave de su profesión es hacer que la gente sea realmente feliz?
-Muchas veces buscamos la felicidad en modelos que nos han impuesto en la sociedad. Es un grave error pensar que lo que te hace feliz a ti me hace feliz a mí. Cada uno tiene sus sueños y debe buscar su camino. No hay que copiar los modelos porque nos lleva al fracaso, más en la sociedad capitalista en la que vivimos.