CON demasiada frecuencia nos presentan aquí a los musulmanes y allí a los cristianos como aceite y agua social, antípodas en la convivencia. Pero si la pobreza, bien sea material bien cultural o de conocimiento, es transversal, porqué la religión y la propia fe no han de poder serlo también en aras a superar aquella. Se pregunta el sacerdote católico Mark Desser. Él mismo responde a su reflexiva pregunta presentándose como el cura de los musulmanes, proporcionando a sus alumnos la ruta para salir de la pobreza, material sí, pero sobre todo de conocimiento. Saber les puede hacer libres y el Dios propio no puede ser obstáculo en este caminar.
Así lo entiende Mark Desser, uno de los cinco sacerdotes (incluido el obispo) que trabajan en Yibuti, un pequeño país en el Cuerno de África de mayoría musulmana. Nacido en Michigan (Estados Unidos) en 1972. Ingeniero eléctrico de profesión, trabajó para General Motors en su país y en Alemania hasta 2003, año en que dejó su trabajo para ingresar en la comunidad religiosa Los siervos de los pobres. Posteriormente se marchó a Francia a trabajar en la Fundación Misioneros de la Misericordia, creada por el obispo de Toulon Dominique Rey, una entidad creada para promocionar el diálogo entre musulmanes y cristianos. Tras años de formación en Perú, Toledo y Francia, intuyó que su lugar estaba entre los musulmanes, por lo que decidió marcharse a Yibuti dos años a vivir entre los Assajogs (gente de las colinas rojas). Dada la necesidad de sacerdotes en la diócesis, decidió completar sus estudios para el sacerdocio en Tarazona siendo ordenado en 2011 en la catedral de Yibuti.
Actualmente este sacerdote de 43 años es el vicario general de la diócesis de Yibuti y trabaja al norte del país en la Misión Católica de Tadjorurah, a la orilla del golfo, territorio de los Affars. Allí hay una escuela de alfabetización -donde los niños más pobres aprenden a leer para luego reintegrarse al sistema educativo nacional- y una escuela de formación profesional, de la que Desser es director, sacerdote, profesor y hasta técnico de mantenimiento.
con los más pobres La Iglesia Católica tiene repartidas por el país 4 escuelas primarias acreditadas por el Estado y cinco (entre las que se encuentra la de Tadjorurah), dedicadas “a los más pobres y vulnerables, a los que no tienen papeles o no pueden ingresar en la escuela pública por diversas razones”, explica a DEIA Desser, al tiempo que reconoce que sin “la ayuda de la organización Infancia Misionera, estas escuelas no podrían sobrevivir. “No somos autosuficientes. Los subsidios que recibimos de todo el mundo nos sirven para pagar el sueldo de los profesores o comprar material escolar, pero también para jugar, algo esencial en la vida del pequeño”, remarca.
En la presentación de la Jornada de Infancia Misionera, impulsada por el Papa Francisco que organiza Obras Misiones Pontificias (OMP) y que tiene lugar hoy domingo 24 de enero, este misionero estadounidense recalcó que los protagonistas absolutos de la jornada son los niños y niñas. “Ellos son los donantes y los beneficiarios”. En esta línea, Desser abogó por el papel educativo de la Iglesia, que acoge a ricos y pobres, a musulmanes y cristianos. Asimismo, subrayó la importancia de la educación para la pacificación de la zona. “Infancia Misionera sostiene esta tarea, entre otras cosas, ayudando con el material escolar y ofreciendo becas a los niños más pobres”.
educando para la paz Las escuelas impulsadas por la Iglesia están presentes en Yibuti desde que llegaron los primero misioneros capuchinos en 1885. Actualmente, a través de Infancia Misionera atienden a 2.700 alumnos y alumnas de muy diversas procedencias sociales, familiares y étnicas, “en su mayoría musulmanes”, añade.
Consciente de que las atrocidades que comete el Estado Islámico ( EI) están haciendo que desde Occidente se recele de todas las personas que profesan el Islam, Desser es contundente al señalar que “se tiene miedo a lo que se desconoce; los musulmanes con los que convivo tienen muchas virtudes, entre otras, saben perdonar y también valorar la vida”. Desser, que abandonó su vida cómoda como ingeniero de la General Motors para vivir entre los musulmanes, se considera un poco el “padre” de los 71 niños y niñas que en la actualidad atiende su escuela y por la que han pasado algunos de los principales dirigentes del país, entre ellos el actual presidente, Ismail Omar Guelleh. El misionero es absolutamente consciente de que “los jóvenes de hoy son los responsables del futuro”, por eso reconoce que su misión fundamental es “abrir los jóvenes a Dios y a los demás, tal como son”.
Desser se siente también cura de los musulmanes, muchos de los cuales estudian en las escuelas cristianas. “La relación con ellos es excelente; son los propios padres y madres musulmanes los que nos animan para que hablen de Dios a sus hijos”, explica. También trabaja codo a codo con musulmanes en otra escuela de alfabetización, donde los niños más pobres aprenden a leer para luego reintegrarse al sistema educativo nacional.
Sin manipular las conciencias y “dejando actuar al Espíritu Santo”, el misionero tiene clara su intención: contribuir a la paz y al diálogo. Porque “cristianos y musulmanes están llamados al entendimiento. “Todos somos hijos de un mismo Padre, herederos de la creación llamados a ser guardianes de nuestros hermanos; los cristianos debemos demostrarles a su vez el amor de Dios, que es lo más radical que tenemos”, dice
Para el misionero, la originalidad de Infancia Misionera está en que “los niños son los encargados de ayudar a los otros niños y niñas con su oración y donativos. En ella participan todos los niños del mundo para financiar proyectos de ayuda a la infancia en los Territorios de Misión, en las áreas de educación, protección de vida -salud, alimentación, hogar- y evangelización. Se trata de que sean conscientes de que hay otras personas que pueden estar en peor situación que ellos y que deben de ayudarles, ser solidarios”, explica Desser.
con los refugiados Aunque es un país pequeño, Yibuti tiene una gran importancia estratégica; está ubicado en el estrecho de Bad el Mandeb, una entrada al Canal de Suez, una de las rutas de navegación con mayor actividad en el mundo. “Aunque los cristianos somos minoritarios, apenas representamos el 1-2% de la población, la Iglesia goza de libertad de acción”, lo que contrasta con la vecina Somalia. “La labor educativa de la Iglesia es muy fuerte: hay cuatro escuelas de primaria, 5 de alfabetización y una escuela de formación profesional”, recalca el misionero estadounidense. La Iglesia de Yibuti es muy cercana a la de Somalia. El obispo de la diócesis, monseñor Giorgio Bertín, es también vicario apostólico de Mogadiscio (Somalia), y es la única representación de la Iglesia católica en el país, aunque desde fuera.
Pero la labor de los cinco misioneros va más allá de la labor educativa “esencial para la paz”. La Iglesia se ha volcado también en ayudar a cubrir las necesidades de los refugiados que llegan al país procedentes de algunos otros países muy castigados de la zona, como Yemen. Fue el propio obispo de Yibuti, monseñor Giorgio Bertin quien quiso abrir un campamento de refugiados para que los niños y niñas tuvieran un “oasis de normalidad, Porque aunque situados en un lugar estratégico de la zona, Yibuti goza de una paz envidiable comparado con los países que le rodean que están en conflictos permanentes; la última avalancha de refugiados que nos ha llegado y a los que hemos tenido que asistir han procedido de Yemen, pero también nos vienen de Somalia, Eritrea. Atendemos y escolarizamos a todos los niños y jóvenes en nuestras escuelas. “Por otro lado, los misioneros han hecho una experiencia de campamento de verano para jóvenes de los campos de refugiados”, añade Desser.