La cara visible del batallón Bakunin de la CNT
bilbao - El próximo 20 de enero iba a cumplir cien años. Sin embargo, el pasado miércoles, aquel Euzko Gudarostea -según grafía de entonces- de 1936 perdió a uno de sus tenientes, al anarquista Sebastián Mendívil, el miliciano del batallón Bakunin de la CNT. Una despedida civil familiar con una bandera republicana a sus pies fue su deseo y así se llevó a cabo el jueves. Conocedor de la abdicación del rey Juan Carlos I en su tercer hijo, Felipe, soñó en sus últimas horas con un "proclamaremos la tercera república", trasmitido a sus parientes por quien escribió el libro titulado Miliciano, militar y fugitivo (Memorias de un baracaldés).
Sebastián Mendívil Urquijo luchó contra el fascismo de los golpistas de julio de 1936 en uno de los batallones que figuraban en la orden del 26 de abril de 1937 con mando militar unificado en el Euzko Gudarostea. La CNT aportó a este Ejército vasco un total de siete batallones: Isaac Puente, Malatesta, Bakunin, Durruti, Sacco Wanzetti, Celta y CNT-7. Mendívil se alistó en el Bakunin. El teniente libertario conoció personalmente al lehendakari José Antonio Aguirre, del que siempre habló bien.
El vizcaino nació el 20 de enero de 1915 en el barrio de San Vicente de Barakaldo, en el seno de una familia socialista, obrera. Estudió en la escuela pública del momento, pero su padre y su madre pagaban, además, por que su hijo estuviera matriculado en la escuela laica de la localidad fabril.
Con 16 años, en 1931, comenzó a trabajar en la cooperativa de Altos Hornos de Barakaldo. Al estallar la Guerra Civil, marchó como miliciano voluntario a combatir en el frente de Gipuzkoa. Ya como militar, con el grado de teniente del decimocuarto Cuerpo del Ejército de Euzkadi, participó en la batalla de Villareal y en la defensa de Bilbao. Fue la cara visible del batallón Bakunin, de la CNT.
reanudar la lucha En su intento de escapar tras el acordado Pacto de Santoña, le apresaron en el barco en el que pretendían exiliarse en Francia "para reanudar la lucha", matizaba a esta diario Mendívil. Fue juzgado y condenado en octubre de 1938. Al poco, huyó de la cárcel de Escolapios de Bilbao, y tras múltiples peripecias, atravesó la frontera pirenaica, siendo internado en el campo de concentración de Gurs.
Durante la Segunda Guerra Mundial fue enrolado en las Compañías de Trabajadores Extranjeros al mando de los ocupantes nazis, trabajando en la construcción de fortificaciones en Normandía, lo que aprovechó para colaborar activamente con la resistencia francesa.
En diciembre de 1943 logró escapar de la vigilancia fascista alemana y permaneció en la clandestinidad hasta la liberación de Francia.
En junio de 1949 regresó a Euskadi, acogiéndose a los decretos de indulto, aunque hubo de esperar hasta 1961 para ver definitivamente cancelado su expediente.
Sebastián Mendívil fue uno de los hombres más activos en la Unión de Excombatientes de la Guerra Civil. Trabajó por el reconocimiento de los derechos de los militares republicanos y en la asociación de exprisioneros del campo de concentración de Gurs. Simpatizó con la CNT. Del anarcosindicalismo le atrajo su apuesta dogmática por la cultura. Fue, incluso, uno de los que apostaba ya entonces por el idioma esperanto como universal. Lo aprendió. También le gustaba la postura primigenia ácrata contraria al consumo de drogas. Su lema: salud y libertad; de ser libre y solidario. Décadas más tarde, Mendívil abrazó los axiomas políticos de su hogar y se afilió al PSOE. Ha sido republicano hasta el último día, socialista contrario a la monarquía, más la actual herencia del franquismo, monstruo contra el que siempre luchó.
familia jeltzale Sebastián ha estado casado con Teodora Urquiaga, emakume del batzoki de Barakaldo, mujer que siempre le siguió en su periplo antifascista. Así, en la Guerra Civil sabedora de que el bando republicano se replegaba hacia Cantabria, ella estuvo allí. "Yo quería estar cerca de él", apunta la emakume de 97 años a este periódico.
Tras las fugas de su marido y pasarlas canutas, ya ella en Francia, llegarían a reunirse. Así, por ejemplo, antes estuvo exiliada en un campo de concentración en una isla en la que llegó a perder a la hija de meses del matrimonio, una niña llamada Isabel, que su padre no llegó a conocer por el franquismo y por el nazismo. A pesar de este dolor, él escribió, siendo ejemplo para otras personas que pueden leer esta despedida: "En una vida en la que cada día te acecha la muerte, no debe haber lugar para el odio".
En 1949 regresaron vivos a su hogar junto a sus hijos Miguel e Hipólito, nombres del padre de ella y del de él. Sebastián fue contable y ella peluquera, regente del Salón de belleza El Capricho.
El pasado 5 de febrero, quien firma arriba pude conocer al matrimonio compuesto por Sebas y Teo. Tanto Mendívil como Urquiaga me dedicaron el libro de memorias del primero. Tras la despedida, al salir de su portal escribí junto a sus firmas una pequeña frase, como suelo tener la costumbre de hacer: "... y el viejo Bilbao estaba reluciente, con sus sonrisas".