J. V.: O parece que va a paso de tortuga o tenemos la impresión de que vuela y no nos da para nada. El tiempo casi nunca va al ritmo que necesitamos.

I. Q.: Depende, que diría Jarabe de Palo. En ocasiones, estamos demasiado pendientes de él y eso hace que vaya muy despacio; y por el contrario, en otras ocasiones, lo que hacemos o planeamos es tan intenso que sin darnos cuenta se nos ha agotado. El punto medio es plantearse que cada segundo de nuestras vidas que pasa ya no vuelve, y que hay que exprimirle el jugo en su justo momento. La vida discurre a sesenta minutos la hora y sesenta segundos el minuto y lo que cambia es cómo lo ocupamos. ¡Hagamos del presente nuestro futuro inmediato!

J. V.: Creo que si preguntáramos, y obtuviéramos respuestas sinceras, la gran mayoría diría que no sabe gestionar el tiempo. Que dedica más a cosas que deberían llevarle menos, y luego, todo eso se va a acumulando...

I. Q.: Hay de todo y hay temporadas. Nuestro tiempo está influido en gran medida por el tiempo de los demás (y viceversa), y muchas veces no nos ponemos de acuerdo a la hora de hacer algo. También se suele tener el problema de no saber decir que no, o aun peor, de no querer renunciar a nada, para lo cual asumimos más cargas de trabajo que las que luego podemos mantener. Otro problema, sobre todo en los trabajos, es el tiempo que dedicamos a repetir tareas.

J. V.: Si nos comparamos, a casi todos nos da la sensación de que a los demás les cunde más. ¿Se puede aprender a sacarle más partido a cada minuto?

I. Q.: La verdad es que yo no tengo esa sensación cuando miro a personas normales y solo la experimento cuando contemplo a los vagos de turno, que a esos sí que les cunde el tiempo de verdad. Respecto a la segunda pregunta, algo te adelantaba unos párrafos más arriba. Hay que planear lo justo, hay que preocuparse lo justo y hay que ocuparse más. Disfrutar de cada cosa que hacemos porque es la última vez que la vamos a hacer de esa manera. Jorge Luis Borges decía que se arrepentía de haber dedicado el 85% de su vida a buscar soluciones a problemas que luego nunca tuvo que afrontar y otro 10% a lamentarse de los errores cometidos que ya no los podía corregir. La verdad es que su 5% no estuvo nada mal, pero creo que no todos somos Borges y que es una práctica muy común estar viviendo en el futuro remoto, en lugar de en ese futuro inmediato que es este instante en el que termino de escribir estas líneas. Si queremos anticipar, que sea haciendo planes de viajes o encuentros con personas queridas, porque nos activan de manera positiva y porque nos preparan a algo que luego siempre resulta mucho mejor.

J. V.: En lo de 'sacar partido a cada minuto' entraría, por supuesto, perderlo no haciendo nada. Hemos hablado más de una vez del 'dolce far niente'...

I. Q.: ¡Ah qué maravilla! La verdad es que para alguien que está vivo y que aprecia esa condición es difícil estar sin hacer nada, pero lo de estar "sin producir" está muy bien a ratos. Cuando se dirige a mí una persona que se acaba de jubilar o que se va a jubilar y me dice que está angustiado porque no sabe qué hacer con su tiempo, ese es el primer mensaje que le doy, que pierda el tiempo. En mi caso, siempre he sido muy curioso y no me aburro con casi nada (con algunas personas mucho), aprendo de casi todo y pocas cosas me gustan más que sentarme en la calle a contemplar a la gente pasar, sobre todo cuando viajo. Se me quitan todos los complejos, me río mucho y como no me siento nada exclusivo, supongo que habrá miles de personas que tendrán el mismo impulso y trato de imaginar lo que pensarán de mí cuando sea yo mismo el observado. Me lo paso genial y me río yo solo.

J. V.: Hay ocasiones en las que no llevamos la manija. El ejemplo más obvio: como su nombre indica, en una sala de espera nos toca esperar. ¿Hay alguna forma de no tener la sensación de que se está tirando esos minutos a la basura?

I. Q.: Pues hay muchas. Una, la que te acabo de exponer. Otra consiste en darnos cuenta de que nuestra impaciencia y enfado durante la espera se convierten en rigor y placidez cuando nos llega el turno de ser atendidos. Cada actividad es un ejercicio y una ocasión para aprender, sobre todo poniéndose en la piel de los demás. La paciencia, como casi todo, se ejercita, y cuando lo haces es más fácil que no empieces a resoplar al ver que la cola va despacio, o que si lo empiezas a hacer te des cuenta y lo corrijas. Si no lo haces, eso de que cada minuto tiene 60 segundos sin más se quiebra y pasan a ser 60 segundos muy largos.

J. V.: Una canción de nuestro admirado Fito habla de distinguir lo urgente de lo importante. Confieso que me lío entre lo uno y lo otro. Y seguro que entre quienes nos están leyendo, a muchos les ocurrirá también...

I. Q.: Lo urgente es lo que no puede esperar. Lo que ocurre en realidad, por lo menos a mí, es que suelen ser las urgencias de otros las que retrasan mis cosas importantes, que son las que mejoras porque te puedes dedicar a ellas. ¿A quien no le suena eso de que hay que preparar un qué sé yo para mañana a las 8.00 de la mañana? Eso nos obliga a dejar todo para llegar a tiempo y resulta que una de dos: o mañana se suspende lo que se había convocado, o una vez hecha la foto (en la que por supuesto los que lo trabajan de verdad no suelen estar), ya no hay interés en desarrollar nada más. Fotos y urgencias, un binomio muy frecuente.

J. V.: Entre las personas que están próximas a la jubilación es muy común, como decías antes, el miedo a no saber ocupar todo el tiempo que van a tener. Pero ya apuntabas que hay un modo de combatirlo.

I. Q.: Sí, saber que todo lo que hemos hecho en nuestra vida lo hemos hecho nosotros y que, aunque nos lo hayan mandado, siempre lo hemos hecho bien, y que no nos podemos olvidar de hacer las cosas sólo porque pase a pagarnos la Seguridad Social. Somos las mismas personas, siempre con proyectos inconclusos y también con proyectos por iniciar. Nadie nos exige nada y podemos elaborar nuestro propio producto a nuestra manera, haciendo los intentos que hagan falta para que nos satisfaga, sin obstaculizar el trabajo de nadie porque pasamos a ser nuestro propio operario y nuestro propio jefe.

J. V.: Solemos tener conciencia del tiempo propio, pero la gente se olvida del tiempo de los demás. Hablo de esas llamadas o visitas en el momento más inoportuno que se prolongan sin que quien las hace tenga la sensación de estar robando minutos preciosos.

I. Q.: Salvo en el caso de las personas de las fotos, así es. A casi nadie nos gustan este tipo de situaciones, pero creo que puedo decir sin temor a equivocarme que todos hemos estado en esa situación algunas veces. Tragando saliva, angustiados y necesitando o bien compartir lo que nos pasa o bien recibir unas palabras de consuelo. Hablábamos de la generosidad la semana pasada, pues a repasar.