"De un ictus se puede salir"
Para María Teresa Yagüe, que ha superado dos ictus, hay vida tras el derrame
Tenía solo 42 años. Pero María Teresa Yagüe, recuerda, como si fuera hoy, el día en que su vida se partió y su cerebro se quedó sin riego. Por eso se define como el vivo ejemplo de que "de un ictus se puede salir. Se sale incluso de dos porque me dieron dos seguidos", dice con optimismo tras asistir a la jornada Ictus, tú eres el protagonista que pretende educar a los pacientes anticoagulados, es decir que toman fundamentalmente Sintrom. María Teresa rememora ahora aquel febrero de 1997 con fortaleza. "Estaba lavándome la cabeza y comencé a sentir temblores y palpitaciones. Entonces vi que perdía fuerza y dejé de sentir la pierna y el brazo del lado derecho. Me tuve que sujetar y terminé sentada en el suelo de la cocina porque el cuerpo me vencía. Lo único bueno es que no me cogió la boca y podía hablar".
"Me marido me subió a una silla y allí estuve durante un rato hasta que empezó a pasarse, me sequé el pelo y todo y en media hora, me volvió a repetir con los mismos síntomas y con medio cuerpo totalmente muerto". Rápidamente, fue ingresada en el hospital. Allí permaneció 19 días. Ella no sabía que cada seis minutos se produce un ictus, que es la primera causa de mortalidad en mujeres y la segunda en hombres. Además, se estima que un tercio de los pacientes con ictus fallecen por esta causa y el 40% sufre una discapacidad que les impide valerse por sí mismos.
Desde entonces María Teresa es una superviviente nata. "Me pusieron el Sintrom y hasta ahora. De eso hace ya 16 años", relata. "Yo tengo talasemia de nacimiento y tuve fiebres reumáticas de pequeña y parece que se me calcificó la válvula mitral y la tengo obstruida". "Como dice mi marido -bromea- pero ¿qué es lo que tienes bien?".
María Teresa es la paciente que todo médico quisiera tener. "Llevo el Sintrom a rajatabla, siempre antes de la cena. A veces sueño con que no lo he tomado, pero tengo un cartel donde marco si lo he tomado o si no me toca ese día". Con la dieta es superseria. "Como una galleta al día y ¡mira que me gustan los pasteles con locura!, el chocolate, que me encanta, ni lo pruebo. Ni fumo, ni bebo; con las grasas soy muy estricta, me gusta mucho el embutido, pero igual tomo una rodajita de chorizo una vez a la semana, todas las comidas las desgraso... Yo sé que todo eso juega en contra de mis arterias".
Sin embargo, la vida le volvió a hacer un envite hace dos años. "Un día, estando en el pueblo, de repente, no podía andar. Estuve en el hospital de Salamanca y decían que a lo mejor era un soplo. Y al mes de estar en Bilbao me volvió a repetir y en el hospital me tuvieron un montón de horas en observación y terminé con medicación para las arritmias". Ahora María Teresa viaja con el pastillero lleno, toma Sintrom, fármacos para la arritmia y también para el hipertiroidismo. "Entre unas cosas y las otras, tomo seis pastillas que me están estropeando el estómago y que me tienen las transaminasas por las nubes", declara esta bilbaina. Pero aunque su cuerpo esté un poco de capa caída, celebra cada minuto el hecho de estar viva.
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