Donostia. La visión de las imágenes de miles de personas recogiendo una viscosa sustancia negra en acantilados y playas resulta desconcertante si se ignora el contexto. Pero la mayor parte de los ciudadanos asocian esas estampas con un desastre medioambiental sufrido a pocos metros de sus hogares.
Transcurrida una década de la catástrofe del Prestige nadie olvida que Euskadi también padeció el vertido de fuel del petrolero partido en la costa gallega. Y no existe garantía alguna de que el siniestro no vuelva a repetirse. "Hay todas las posibilidades de que vuelva a ocurrir. Estadísticamente sabemos que cada diez años se produce un accidente de estos que afecta a la península Ibérica. Desgraciadamente, antes o después, un desastre como el del Prestige se repetirá y nos volverá a impactar". Estas categóricas frases provienen de una persona que conoce con precisión el mundo marítimo. Se trata de Adolfo Uriarte, director de Mercado de la Unidad de Investigación Marina de AZTI-Tecnalia, quien se felicita por los avances logrados durante esta década para paliar este tipo de catástrofes, si bien reconoce que es constante el riesgo de accidente. "Hemos mejorado mucho los sistemas de prevención, de navegación y certificación de los buques, por lo que, igual, nos podemos ir hasta los 15 años para que vuelva a ocurrir un suceso así", señala. No obstante, Uriarte recuerda que la costa gallega acoge un enorme tráfico de buques, por lo que es "una de las zonas con más alto riesgo" de Europa. Esto implica que no es descartable que, en el caso de un siniestro, el litoral vasco sufriese nuevamente las consecuencias de la contaminación.
escepticismo Uriarte se muestra escéptico ante la concienciación social que conllevó aquel suceso. "La gente enseguida nos olvidamos de todo. La estadística nos dice que tenemos que estar siempre alerta, pero eso cuesta mucho dinero y no estamos precisamente en unos de los mejores momentos económicos", describe este experto oceanógrafo.
Pese al tiempo transcurrido, todavía es posible percibir restos de galipote procedente de aquel petrolero hundido el 19 de noviembre de 2002 en roquedos de Jaizkibel, Bakio y San Juan de Gaztelugatxe. "A día de hoy, podemos decir que no son detectables niveles destacados de chapapote. Siempre te sorprende la capacidad de regeneración del mar", asegura Uriarte. Este científico alaba el trabajo que llevó a cabo el voluntariado, pero no obvia que Euskadi tuvo "la suerte" de que pudo preparar el dispositivo de limpieza porque los primeros restos aparecieron dos meses después del naufragio. "En tierra solo recogimos 3.500 toneladas de restos impregnados, mientras que en el mar los arrantzales recogieron 21.000 toneladas, es decir, siete veces más. Si el hidrocarburo hubiese alcanzado la costa habría sido mayor el gasto de limpieza, del orden de 100 veces más", atestigua Uriarte.