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NI son tantos como dicen, ni son unos parásitos que viven instalados en la apatía y en el confort familiar. La mayoría de los jóvenes forman parte de la generación sísí, jóvenes que sí estudian, sí trabajan y están comprometidos con la sociedad. Frente a ese 23,7% de la población entre 15 y 29 años que ni está trabajando ni cursa ningún tipo de estudios, según los datos del reciente Panorama de la Educación 2012, sindicatos como Comisiones Obreras manejan otros registros. "En este 23,7% se incluye a personas con discapacidades que no les permiten trabajar, a jóvenes con personas a su cargo y responsabilidades familiares y a personas que buscan trabajo. Restando a todos esos, el porcentaje que sale no merece un reflejo estadístico porque es un 3% y para el Instituto de la Juventud (Injuve), representa apenas un 1,7%. "Está claro que los datos desmitifican esa generación, más bien está ahí para eximir de culpa a los gobernantes y los empleadores", explica Santi Martínez, responsable de CC.OO. Gazteak, dando así la vuelta a ese discurso apocalíptico que mantiene que hay miles de chicos y chicas sin oficio ni beneficio que sobreviven exprimiendo a sus progenitores.
Corrobora la tesis de que el grupo de los nini no es tan numeroso como reflejan las estadísticas de no ocupados, el sociólogo de la Universidad de Salamanca Jaime Riviere. Advierte de que forman este colectivo solo aquellos que no tienen intención de encontrar un empleo. A su juicio, "se trata de un grupo minoritario, que tiende al parasitismo, y que se caracteriza por no tener planes de vida". El sociólogo de la Universidad de Navarra Alejandro Navas, echa la culpa de este moderno síndrome a padres, profesores y sistema educativo. "A todo ello hay que añadir una permisividad desbordada y una cultura del mínimo esfuerzo", concluye Navas.
Los expertos coinciden, además, en señalar que el perfil mayoritario de jóvenes está compuesto por gente bien preparada y bien formada que ve con frustración cómo el trabajo cualificado parece un espejismo, cómo acceder a una vivienda es un suicidio económico y cómo la palabra ahorrar no aparece en su diccionario. De igual modo, la crisis ha venido a acentuar la incertidumbre en el seno de una generación que ha crecido en una familia con una mejora continuada en el nivel de vida y que, sin embargo, ahora es sometida al deterioro de las condiciones laborales con precariedad e infraempleo. Por ello, ha sido la generación nini la que se ha levantado contra los recortes sociales. A través de las redes sociales se han movilizado masivamente. Entre los jóvenes que ni estudian ni trabajan se esconden situaciones vitales, sociales y laborales muy diferentes, de las que depende la definición y la cuantificación de este colectivo. De la idea inicial que se suele tener del joven nini sin iniciativa, indiferente y falto de ilusión que no se molesta en formarse ni en siquiera buscar un empleo, al colectivo denominado profesional, el escalón más alto de los ninis que está desesperados por la falta de trabajo. Evidentemente, el problema es grave: alrededor de 700.000 jóvenes ni estudian ni trabajan, pero este dígito no se debe relacionar directamente con la idea de pasotismo juvenil ya que detrás de cada situación subyace un problema particular.
Los testimonios recogidos por DEIA en estas páginas demuestran que los jóvenes tienen más preocupaciones que el botellón (en el mejor de los casos) y que han decidido aprovechar su vida sin renunciar ni a la diversión ni al ocio.