jOSÉ Manuel de Goicoa y Labart tenía previsto casarse en Donostia en 1804 con Josefa Bermingham, después de haberlo hecho por poderes meses antes. Este experimentado marino donostiarra, que por aquel entonces tenía 47 años, se encontraba en el mejor momento de su carrera en la Armada. Con 19 años obtuvo real carta de guardia marina y, poco a poco, fue ascendiendo en el escalafón hasta que en 1802 alcanzó el grado de capitán de navío. Como alto mando cobraba un sustancioso sueldo de 150 escudos de plata, muy superior a los 24 asignados al calafate o los 15 del buzo, según consta en el Archivo de la Marina. Su periplo oceánico le trasladó a Rusia, EE.UU., Uruguay, Santo Domingo y Perú, entre otros muchos países, según se relata en la revista Bascongada, editada en 1900.
Su experiencia y hoja de servicios le llevó a que en 1804 estuviese al mando de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes que cubría la ruta comercial entre las colonias de América y España. Goicoa desconocía que nunca iba a contraer matrimonio religioso porque ese año iba a surcar los mares por última vez, en un viaje que originó una leyenda.
Dos siglos más tarde, la historia emergió y ha dado lugar al enfrentamiento entre la empresa cazatesoros estadounidense Odyssey Marine Exploration con el Gobierno español. El objeto de deseo, resuelto por los tribunales en favor de España, no era otro que el fabuloso cargamento de monedas que transportaba La Mercedes.
cargamento Los textos de aquella época indican que el navío había partido de Montevideo el 9 de agosto de 1804, aunque provenía, en origen, del puerto del Callao en Lima (Perú). Navegaba junto a otras tres fragatas de guerra: La Clara, La Medea y La Fama, flota al mando del brigadier y político español José de Bustamante y Guerra, según la reconstrucción de los historiadores.
La misión de la escuadra era de gran responsabilidad dado el cargamento monetario que transportaba bajo orden del ministro de Marina, Domingo de Grandallana. Los cuatro barcos eran los depositarios de los caudales o impuestos de la Real Hacienda (las colonias americanas pertenecían a la Corona Española y pagaban tributo a Madrid) que hubiese en América. Además de esa carga oficial, recogían parte de la fortuna personal y otros enseres de comerciantes emigrados al continente americano, entre ellos algunos vascos.
Goicoa estaba al mando de un codiciado navío que, según el estadillo oficial conservado en el Archivo de la Armada, portaba 871.000 monedas de plata y oro acuñadas en Perú con la efigie del rey Carlos IV, de las que "221.000 por cuenta de Su Majestad", 60.000 eran de soldados y 590.000 de 130 "particulares". Además, en sus bodegas transportaba telas de vicuña, quina y canela.
La ruta que les conducía hasta Cádiz estuvo exenta de sobresaltos reseñables. "La navegación ha sido feliz; solo experimentamos en la fragata Medea ciertas calenturas epidémicas, dimanadas tal vez del calor y humedades de los chubascos de La Línea", dejó escrito Bustamante.
la batalla Hasta que en el amanecer del 5 de octubre, cuando estaban a pocas millas del cabo de Santa María, en el Algarve portugués, avistaron cuatro embarcaciones inglesas que venían a su encuentro. Los dos países no se encontraban en guerra, pero la amplia experiencia marinera de Goicoa le hizo sospechar que la actitud de los anglosajones era hostil. Bustamante, máximo responsable de la flota española, ordenó zafarrancho a las 8.00 horas y dispuso formar línea de combate. Mientras tanto, las fragatas inglesas se situaron a "tiro de pistola" y enviaron emisarios a parlamentar con La Medea. En su memoria, Bustamante recuerda que un oficial inglés les explicó que "aunque no estaba declarada la guerra (...) tenía orden particular el comodoro de su Majestad Británica para detener la división" a su mando y conducirla a los puertos de Gran Bretaña.
La escuadra española decidió presentar combate. El primer cañonazo procedió de la fragata inglesa Indefatigable y, después, comenzó el intercambio de andanadas. A los pocos minutos un proyectil impactó en la santabárbara (zona de los navíos donde se guardaba la pólvora) de La Mercedes y saltó por los aires. Desapareció de la superficie en pocos segundos.
Así terminó sus días Goicoa junto a otros 249 tripulantes. Solo se salvaron 51 personas, a quienes los ingleses apresaron y trasladaron hasta las islas británicas junto a los navegantes de las otras tres embarcaciones hispanas. Gran Bretaña obtuvo un botín de más de 3 millones de pesos y el desenlace tuvo como consecuencia el final del acuerdo de paz de Inglaterra y España, preludio de la Batalla de Trafalgar. Después de numerosas presiones diplomáticas, Gran Bretaña accedió a abonar los fondos de los sueldos de los marinos supervivientes por 230.634 pesos, negándose a abonar los 60.000 pesos correspondientes a los soldados fallecidos, cuyas viudas y herederos quedaron sin los ahorros ganados por el servicio de sus familiares.
El recuerdo del marino donostiarra reflotó dos centurias más tarde cuando en 2007 Odyssey anunció el hallazgo de 594.000 monedas de oro y plata en el Atlántico. Se trataba del tesoro que protegía Goicoa hasta que la fragata Nuestra señora de las Mercedes saltó por los aires.