BILBAO. No tendrán queja de sus clientes porque están muertos. Aun así, les peinan y maquillan con tanto mimo que, terminada la sesión, cualquiera diría que duermen plácidamente. "La gente igual está acostumbrada a verle un mes en la cama, enfermo, con una blusa de hospital, sin dientes, y luego todo eso se lo colocas, le dejas guapito y te dicen: Jo, si parece que respira... Al final es tu padre cuando estaba bien", cuenta el tanatoesteticista Juan Carlos Puente. Al igual que él, sus compañeros de profesión tratan de que, llegado el momento, las familias guarden el mejor recuerdo posible de sus seres queridos.
Juan Carlos Puente
"Siempre me dicen: Tu trabajo no falla ahora en crisis"
Trabajó 23 años en una fábrica de muebles, pero hasta que hace cuatro no cambió su profesión por la de funerario no se sintió realizado. "Antes empezaba a hacer muebles y por un lado entraban y por otro salían. Sin embargo, aquí la persona está muerta, pero detrás hay unos familiares que están pasando unos momentos difíciles y procuras ayudarles y eso a mí me da satisfacción, sobre todo porque al final siempre conoces a un sobrino del fallecido o es tu vecino", se sincera este empleado de la Funeraria Aranguren de Zalla. Por si fuera poco, por mal que vayan las cosas tienen la clientela asegurada. "Siempre me dicen lo mismo: Tu trabajo no falla ahora en crisis. Te lo tomas a cachondeo y dices: La verdad es que no falla".
Tras hacer prácticas con cadáveres reales en el curso de tanatoestética, Juan Carlos se enfrentó a su primera vez. "Fue una persona mayor, en un hospital. Casualmente tenía un hermano que trabajaba allí, me echó una mano y fue un poco más ameno", recuerda y añade que nunca ha tenido un mal sueño debido a su trabajo. "A mí personalmente no me ha impresionado nunca nada, salvo cuando haces algún servicio que es un niño pequeño. Eso es lo más difícil, indudablemente. Te pones un poco en la situación y tienes que dejar de pensar, porque si no, no harías nada", confiesa.
Una vez colocan el cuerpo en la camilla, se ponen manos a la obra. "Le miramos por si puede tener alguna cosita, como que le sangre un poquito un brazo porque le han pinchado en el hospital, le limpiamos bien, le afeitamos y luego examinamos los rasgos de la cara, a ver si tiene alguna pupa. El color rojizo, por ejemplo, se tapa con uno verdoso para que quede la tez un poco natural", detalla. Las marcas y heridas se tratan de disimular en la medida de lo posible, lo mismo que las manchitas que los ancianos tienen en las manos. "Si se le marcan un poquitín las gomas de una mascarilla que lleva tiempo en la cara, se da una base y luego unos polvitos por encima. Si tiene un golpe fuerte en la cabeza, le ponemos el velo que tiene la propia caja por la frente. Algunas veces sí que tienes que reconstruir un poco, pero detalles no te voy a dar", avisa Juan Carlos, todo discreción.
En la que será su última aparición en escena, los difuntos lucirán como actores. "A un vivo le vas a ver a una distancia de centímetros. Con un fallecido se suele utilizar el maquillaje que usan en obras de teatro. Ves a un actor de lejos y está bien, pero si le ves cerquita, parece que está sobremaquillado", explica. Cuando se trata de chicas jóvenes, a veces les facilitan las pinturas que esta utilizaba. "Si el que usaba ella habitualmente era un rojo pasión, se le pone un rojo pasión, lo que la familia quiera", dice respetuoso.
También se encargan de vestirles según el deseo de los familiares. "Les ponemos toda la ropa que nos dan porque igual para un familiar no es importante ponerle zapatos, pero para otro sí. Alguna vez nos piden ponerles una camiseta del Athletic o nos mandan colocarles una foto entre las manos de una virgen o de su grupo preferido". Lo importante, subraya, es que queden satisfechos. "Ven a una persona con los ojos cerrados, igual al cerrarle la boca se le queda la sonrisa un poco más natural y parece que está soñando".
Ricardo Villate
"Por ser funerarios no vamos a estar tristes ni llorando"
Ricardo Villate, como su compañero Juan Carlos, es el chico para todo de la Funeraria Aranguren. "Hacemos el proceso entero: recoger al fallecido, colocar esquelas, temas de juzgado, de documentaciones...". Todo eso, además de acicalar al difunto. "Estás trabajando con un cuerpo que su familia va a ver por última vez. Entonces, intentas prepararlo lo mejor posible para que queden con esa buena imagen de su ser querido", señala. A veces, el resultado es tan satisfactorio que hasta les inmortalizan con sus cámaras. "Yo he visto a gente que se detiene a ver a su familiar y le saca una foto", constata.
Autónomo en la rama de la ganadería, Ricardo cambió de trabajo hace cuatro años. Lo más difícil de su nuevo oficio, coincide con Juan Carlos, es cuando el fallecido es un joven o un niño. "Entiendes que forma parte de la vida, que dentro de esto hay veces que vas a encontrarte con esas situaciones y tienes que estar mentalmente preparado para ello". Pese a algún que otro mal rato, le compensa el agradecimiento de las familias. "Haces todo lo que profesionalmente y humanamente se puede hacer y te satisface que la gente se quede a gusto". Por eso atiende cualquier petición, por mínima que sea. "Igual te dicen que si por favor le puedes poner unos pendientes o la foto de un familiar".
Desde que viste el uniforme de funerario, Ricardo ha tenido que aguantar más de una broma. "Alguno sí que me ha dicho: Huy, ahora si que me das miedo o cosas de esas. Otra gente me dice: Yo te admiro, porque que sepas estar con los amigos de juerga y luego en el trabajo tan serio, madre mía". Pero él tiene claro que hay que saber diferenciar entre la vida laboral y la personal. "Por ser funerarios no vamos a estar tristes, ni llorando. Intentas estar en cada situación como se debe de estar", recalca.
Aunque mucha gente le ha dicho que no podría realizar su trabajo, él le resta importancia. "Solo hay que ser un poquito sereno. Es algo psicológico. Ver todas estas situaciones te ayuda a disfrutar más de la vida también a ti porque te das cuenta de que estás aquí y hay que trabajar, pero también disfrutar. Estando en este sector te das cuenta de lo que es la vida, de que hoy puedes estar bien y mañana...".
Imanol Zabala
"Mayores con Alzheimer llevan ositos o muñecas en el féretro"
En los 20 años que lleva trabajando en una funeraria, Imanol Zabala ha visto "miles de rostros y fallecidos en todo tipo de situaciones, desde un difunto normal hasta un atropellado por el tren o muertos en atentados". Aun así, nunca ha tenido una triste pesadilla. "Yo siempre digo que cualquiera vale para esto. Yo salgo de mi trabajo, me voy para mi casa y no me acuerdo en absoluto", asevera. No obstante, es consciente de que para el común de los mortales trabajar en una funeraria "siempre llama la atención y da ese morbo".
Tanatopractor en la Funeraria La Auxiliadora desde hace diez años, Imanol se encarga de disponer los cadáveres para que tengan el mejor aspecto posible. "Se les lava completamente, se les hace un masaje en todo el cuerpo para quitarles la rigidez y se les tapan todas las cavidades con algodones o polvos para evitar que salgan los fluidos corporales. Después, se da forma a la boca con un protector como el de los boxeadores, se cosen los labios para cerrarlos de una forma más natural y se les da maquillaje", describe paso por paso su trabajo. Además de camuflar marcas y hematomas, también les inyecta "líquidos, como si fuera botox, para quitarles las arrugas".
A veces llegan a sus manos cuerpos muy deteriorados. "Los que están más dañados son los que se han precipitado desde alguna altura. Se les sugiere a las familias no verles", dice. En caso de que insistan, tratan de "rellenar las heridas con una especie de masilla y luego maquillaje por encima". Trabaja con tanto esmero que muchas veces, cuando la persona fallecida sufría una enfermedad avanzada, su familia se sorprende gratamente al ver el cuerpo. "Nos dicen que es una pasada cómo queda de aspecto, que está mucho mejor que en sus últimos momentos viviendo". De las peticiones, destaca una igual de tierna que conmovedora. "Hay gente mayor con alzheimer que vuelve a la infancia debido a la enfermedad y llevan sus juguetes, sus ositos o una muñequita en el féretro".